EL REGALO PERFECTO EN EL DÍA DE LA MADRE

“Si una madre peruana merece un regalo especial en su día este segundo domingo de mayo, este debe indefectiblemente estar ligado al porvenir y bienestar de sus hijos”, pensaba yo camino a mi Alma Mater, el Colegio Nacional Bartolomé Herrera del distrito de San Miguel en Lima, donde sería testigo de su relanzamiento luego de un esperado proceso de rehabilitación de infraestructuras materiales y modernización tecnológica. En tal sentido, grata fue mi sorpresa al ver que el colegio cuyas aulas dejé hace 33 años había sido dignamente transformado.

Ya en las renovadas instalaciones de mi querido centro de estudios, pude ver con esperanza lo que se puede lograr cuando el objetivo se tiene claro y existe voluntad política, en este caso la de más alto nivel en nuestro país representada en la persona del presidente Alan García Pérez, quien participó en el evento mezclándose con entusiastas madres y padres de familia, así como con numerosos alumnos que celebraban la suerte de renacimiento institucional de este colegio emblemático, situado en la frontera que comparte con el distrito de Pueblo Libre.

Pasadas unas horas luego de este evento, me pregunto si esto acortará con el tiempo la gran brecha de desigualdad que se abrió y comenzó gravitalmente a profundizarse allá por la década de los ochentas entre la escuela pública y la privada. Pues la distancia creciente que con los años separa a la formación que reciben nuestros hijos en las escuelas privadas, con la que se imparte a aquellos menos favorecidos en los colegios estatales es abismal: sinónimo de las limitadas oportunidades que estos últimos disponen a fin de enfrentar el futuro de competencia que les espera.

Sin duda este tipo de políticas podría coadyuvar a que la calidad de la educación, por qué no en el corto plazo, pero definitivamente sí en el mediano, mejore sustancialmente. Razones al canto. Entre ellas, el simple hecho de que rehabilitando para la buena educación colegios emblemáticos como el Bartolomé Herrera se rescata para el imaginario colectivo un lugar simbólico de todas las sangres, un espacio de autentico brazaje social. Ya que la escuela pública tiene el poder de sembrar un genuino espíritu inclusivo e integrador en la niñez y la juventud de nuestra patria.

Al final de estas líneas, anido la esperanza de que el proceso de redención de la escuela pública encuentre un cauce positivo y alentador a fin de que deje de ser para siempre reflejo de marginalidad y pobreza. Y se torne en una posibilidad para todos por igual, motivados únicamente por el prestigio que otorgaría egresar de un colegio cuyas bases están fundadas en la excelencia, calidez, modernidad y, por ende, proyección al futuro. Nada hace más feliz a toda madre, estamos seguros, saber que el futuro de sus hijos está en buenas manos. En las manos de una mejor educación.