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BENEDICTO XVI, LA VERDAD AHORA

Como en todas las ediciones de Gener@cción, nuestro Director Fundador Francisco Huanacune, nos ofrece su artículo editorial.
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BENEDICTO XVI, LA VERDAD AHORA

Finalmente, luego de varios meses de haberse conocido en detalle los escándalos de pedofilia que han traído a mal la imagen de la Iglesia Católica a nivel mundial, un contrito Benedicto XVI admitió públicamente al iniciar su visita a tierras portuguesas, sin mediar las formas, que el perdón, por más divino suponemos que este sea, de ninguna manera podía sustituir a la justicia de los hombres. Es decir, a las normas que las sociedades han creado e instituido a fin de mantener a raya los crímenes y las bajas pasiones que degradan profundamente al ser humano.

No podía ser de otra forma; Benedicto XVI era consciente que la ocasión que se le presentaba el encontrarse ad portas de visitar la emblemática ciudad de Fátima no se repetiría. Y haciendo gala de un refinado sentido de la oportunidad mostró ante los periodistas que lo acompañaban, el sufrimiento, sin duda genuino, que lo ha conmocionado en medio de este torbellino de acusaciones, que incluso alcanzaron a su propia persona. Esto a sabiendas que una declaración mediática, por más que haya sido lanzada por él mismo, no soluciona todo el mal que se les ha hecho a las víctimas.

Suspicacias más, suspicacias menos, lo cierto es que el gesto del Sumo Pontífice reconforta el corazón de los católicos que habitan el mundo, que esperaban una señal redentora que alivie en algo el dolor y la vergüenza que los aflige al haber sido violentamente confrontados ante la naturaleza de los actos de lesa humanidad perpetrados por algunas, lamentablemente no pocas, de sus autoridades eclesiásticas. Y que hoy saben que si cruzada en defensa de la Iglesia tiene que haber, esta debe ser lanzada con convicción contra los enemigos de adentro que corroen sus entrañas.

La Iglesia Católica se encontraría hoy pues, motivada por las acusaciones que no cesan de golpearla y que amenazan con llevar al banquillo a su máxima autoridad, en el momento de inicio de un franco y necesario proceso de transparente sinceramiento. Benedicto XVI a riesgo de abrir la caja de Pandora del catolicismo y desencadenar así una tormenta que incluso podría dejarlo sin argumentos, defensa alguna y posición eclesiástica, ha optado –esperemos- por una verdad definitiva que consuele el corazón de las víctimas que claman por justicia y reparación.

La suerte está echada para la Iglesia Católica, es la hora de la verdad. O esta se revela en su dramática dimensión, o de lo contrario poco quedará para todos aquellos católicos que han encontrado en la Iglesia siempre el solaz espiritual que como seres humanos necesitan para hallar paz y sosiego en medio del mundo que los abruma. Y en esto, estamos seguros, nada tienen que ver los demonios y pecados, sino más bien los hombres con sus protervas acciones que, eso sí, han mancillado quizás irreparablemente el honor de la Iglesia y la inocencia de sus pobres víctimas.

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