Las pirámides y los camellos han compartido una historia de cientos de años en el antiguo Egipto, tanto que no puede dejar de asociarse al mítico país de los faraones con los gigantes camélidos. Es como Perú o Machu Picchu sin las llamas o alpacas. Imposible.
Ha sido común ver a nuestros amigos camélidos recorrer con sus grandes y resistentes pezuñas las candentes arenas de la necrópolis de Giza, y era una tarea obligatoria para todo turista que llegaba de visita a las gigantes pirámides montar uno de esos animales y sentirse parte de la historia.
Sin embargo, en un arranque de autoridad que puede resentir a millones de turistas, el gobierno egipcio prohibió la entrada de camellos, burros y caballos a los alrededores del complejo arqueológico.
El objetivo, según Zahi Hawass, secretario general del Consejo Superior de Antigüedades, es proteger a las pirámides de un negocio que le importaba poco la conservación del lugar y estaba más interesado en lucrar o estafar.
“Muchos de los propietarios de camellos hacen cosas que dañan el turismo. Recibo muchas cartas de turistas que aseguran que nunca volverán a Egipto porque fueron maltratados o acosados por ellos”, escribió Hawas en el semanario del diario Al Ahram.
Hawass sabe lo que dice. Las autoridades del sector turismo en Egipto han reportado en los últimos años un aumento de denuncias de extranjeros que decidieron tomar un “inolvidable” viaje en camello. Son tantas las quejas –por robo o acoso- que se decidió incrementar el número de policías en los alrededores de las pirámides de Keops, Kefrén y Micerino.
AVENTURA CAMÉLIDA
He tenido la oportunidad de viajar a Egipto dos veces –2006 y 2009– y puedo dar testimonio de la experiencia increíble que fue pasear en camello cerca de estas maravillas del mundo antiguo, pero también de sus peligros.
En general, hay dos lugares donde el turista puede tomar una “carrera camélida”: la entrada del complejo, es decir, a los mismos pies de las pirámides, o en el mirador en forma de explanada que se ubica a 600 metros de distancia.
El primer lugar es el más peligroso por la aglomeración de gente: turistas y pobladores de la zona. Muchos se desesperan por recorrer la necrópolis y toman un servicio que puede costar 20 dólares por un paseo de 15 minutos.
El problema está en que ese guía puede ser –no generalizo– un ladronzuelo encubierto que te lleva a lugares desolados, en donde te quita el dinero, tus cámaras y tus joyas. Si se compadece, puede que te deje el pasaporte.
El otro lugar es el mirador, que es el único sitio donde el turista puede tomarse una foto con el fondo de las tres pirámides, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y situadas a unos 20 kilómetros de El Cairo.
La explanada es una especie de “terminal camélida”, donde uno elige al animal que quiere montar: su tamaño, su color y, lo más importante, su temperamento. Mientras más manso y dócil mejor, aunque haya alguno que otro que prefiera domar a un animal con personalidad desbordante, que arranque a la carrera ante la menor molestia.
Lo que más puede fastidiar al turista es la actitud del guía del camello, que no es necesariamente el dueño del animal y el que cobra con anticipación, sea en efectivo o por tarjeta de crédito. A mitad del viaje se detiene y pide una propina o tip, y en su inglés masticado dice que su sueldo no es suficiente, que lo ayudes para mantener a su familia, entre otros dramas.
El turista, casi siempre termina por aceptar y paga voluntariamente otros 10 dólares por concepto de “servicios personalizados”, que no es lo mismo que la propina “oficial” del guía. Al regresar debemos desembolsarle unas 10 libras egipcias extras (dos dólares) pero enfrente de su jefe.
Para aquellos que aceptan el paseo y la propina extra es todo sonrisas y bendiciones de Alá y el profeta Mahoma, pero para los más osados que se niegan a pagar doble tip, el viaje puede desarrollarse en un ambiente tenso. Ni pensar en pedirle al guía que los ayude con algunas fotitos. La molestia del árabe es de temer.
FUERTE POLÉMICA
Con la nueva medida del gobierno egipcio, estas irregularidades terminarán. Los animales y sus guías no podrán acercarse a las pirámides y serán reemplazados por unos modernos carritos eléctricos.
El anuncio ha desatado una fuerte polémica en Egipto, sobre todo entre los encargados del negocio camélido, que denuncian discriminación y una competencia desleal, que les dejarán sin una fuente de ingreso necesaria para sus familias y también para el país.
“El proyecto de Zahi Hawass nos aleja de las pirámides, cuando los turistas lo que desean es vivir una experiencia tradicional y única. Hawass quiere volver a Giza en un campo de golf en aras de la modernidad, es patético”, declaró Gamal Sayed, un egipcio que lleva 25 años en el negocio de los rumiantes. “Los turistas vienen no solo a ver un montón de piedras”, agregó.
Por el contrario, Hawass asegura que lo importante es recobrar el orden y el respeto, tanto para el turista como para el complejo, y devolverle a Giza una “gloria primitiva” que no conocía de robos, malos tratos y excremento de camellos.
Lo curioso del asunto es que hay quienes creen –entre los que me encuentro yo- que es difícil disfrutar de una “gloria primitiva”, un “estilo faraónico”, montado en un carrito eléctrico. ¿No hubiera sido mejor empadronar y organizar a los camelleros para que ofrezcan un servicio de alta calidad?
Pienso volver a Egipto de nuevo, pero me embarga la pena, aunque también el orgullo de poder decir que fui uno de los últimos que disfrutó de un viaje en camello por las tumbas de Keops, Kefrén y Micerino. Se lo contaré a mis nietos, eso es seguro.