Las Fiestas Patrias fueron el escenario propicio para revivir lo nuestro. En el marco del ciclo especial "Encuentro por el Perú", el conjunto de bailes de
El tributo sirvió de marco para recordar que el calificativo "marinera" surgió del fervor patriótico de 1879, año en que don Abelardo Gamarra periodista y gran folclorista costeño apodado "el tunante", bautiza con ese nombre a una especia de zamacueca, en honor al héroe Miguel Grau Seminario y
Con este nuevo nombre se busca diferenciarla de la "cueca chilena" que curiosamente –según algunos entendidos en el tema- desciende de la zamacueca peruana.
También conocida como "canto de jarana", la marinera limeña es bailada por este conjunto talentoso de jóvenes danzantes haciendo del baile una muestra total de elegancia y señorío, con sus pasos cortos y su toque de gracia. Acompañándolos con el cantar de una sola voz, seguida de guitarras, palmas y cajón.
"Una marinera limeña consta de cinco partes: tres marineras, una resbalosa y una fuga. Por eso se dice respecto a ella: marinera de jarana: de cinco, tres", aclara Luz Gutiérrez, quien con mucho entusiasmo y orgullo precisa la característica de este baile limeño.
Con el acompañamiento de vivas y aplausos, esta marinera dio el cierre a una de las noches del mes patrio, con un conjunto de baile de prestigio nacional e internacional, que demostró al público el verdadero arte de bailar y conocer lo nuestro, recordándonos lo orgulloso que debemos de ser peruanos por nuestra enriquecedora cultura.
Treinta jóvenes bailarines son los que conforman este grupo de danza, quienes combinan el arte de la pintura con el baile típico de la capital. ¿De qué manera? Trayendo del pasado al presente personajes de la antigua Lima, fotocopiándolos en carne viva, apoyándose en los lienzos de Pancho Fierro, quien fue uno de los grandes acuarelistas de nuestra historia, siendo uno de los mejores artistas que supo reflejar en sus pinturas los pasajes y personajes de antaño como la tapada, la misturera, el penitente, el soldado y la enfermera.
"Se trata de cómo nos podemos ver reflejados en los personajes del pasado. Las acuarelas de Pancho Fierro nos sirven como pretexto para enlazar dos épocas, a través de la dramatización y el arte tradicional de la costa", sostiene Luz Gutiérrez, coreógrafa del conjunto folklórico.
Para traer al presente de nuestra historia se utilizó como soporte escenográfico un lenguaje audiovisual y sugestivo a través de la técnica de las sombra. Esta representación coreográfica, estuvo intercalada con los bailes típicos de Lima. "Lo que buscamos es combinar en escena la cultura popular criolla y la afroperuana, manteniendo la tradición en estos tipos de presentaciones", manifiesta Gutiérrez.
Que empiece la jarana
"Toro mata" fue el baile que abrió la noche de la resurrección de personajes, en donde a ritmo de guitarras y básicamente de cajones, mujeres y hombres en escena se movían a los retoques de madera y cuerda, mofándose del español.
El siguiente baile, fue un "panalivio", ritmo no conocido por muchos, que representa el lamento del negro esclavo en los campos de trabajo, que con machetes y aras empiezan a dar palmadas contra el piso dando gritos de libertad. "Bailemos, porque somos libres", fue el grito más fuerte que se escuchó en el auditorio por un esclavo, causando el estallido de aplausos y la euforia del público presente, dando inicio de esta forma al movimiento de manos y pies a ritmo de cajón.
La noche se alegró más aún a la salida en escena de los bailes que desbordan alegría y coquetería, "el festejo" y "la zamacueca". Al primero de ellos –señala Gutiérrez- se le denomina baile de cintura o cintureo y está cargado de un alto contenido erótico y festivo. Parece ser el más antiguo de las manifestaciones propias de los negros que dio origen a otras danzas como el alcatraz, inga, landó y lavanderas.