Vergonzoso e inadmisible lo que el mundo ha tenido que ver durante los últimos días en el marco del Mundial Sudáfrica 2010. Nadie en la totalidad de sus cabales hubiera podido esperar que el mayor escándalo en lo que va de esta cita ecuménica del deporte rey detente este decepcionante cariz. Es triste que los jugadores de un combinado que ocupó el segundo lugar en el campeonato mundial anterior hayan hecho tan lamentable papel y traído como consecuencia que uno de los equipos estrella del balompié mundial toque fondo.
Primero, la frase soez lanzada a Raymond Domenech, director técnico del once francés, por un jugador de jerarquía internacional como es Nicolas Anelka, en la que este último adjetivaba vulgarmente a la progenitora del ahora vilipendiado entrenador galo. Luego, la huelga de “pies caídos”, declarada por -al parecer- la mayoría de sus compañeros, quienes en señal de protesta por la separación del díscolo delantero, se negaron a entrenar con miras al partido definitorio frente al cuadro anfitrión. Contienda que finalmente, como era previsible, perdieron.
Francia a través de su fútbol supuestamente de más alto nivel representado en Sudáfrica 2010 da un triste y pésimo testimonio de lo que puede suceder cuando la línea de autoridad se quiebra en un colectivo humano. Cuando el respeto mínimo que merece de por si la figura de aquel que lidera un grupo es inexistente... sumiendo de esta manera a sus autoridades, no circunscritas esta vez al ámbito meramente deportivo, en una controversia que sobrepasa los límites estrictamente futbolísticos. Toda una vergüenza que incluso concierne a Nicolas Sarkozy, el presidente de Francia.
El futbol francés da una muestra patética de lo que puede suceder de no contar con un liderazgo fortalecido y claro. Raymond Domenech, quien tenía la responsabilidad de guiar a su selección hacia la cima de la gloria en este magno evento, no estuvo nunca a la altura del encargo que recibió. Su discusión con el DT del equipo sudafricano, Carlos Alberto Parreira, al finalizar el encuentro que finiquitó la mediocre participación francesa, es una prueba de lo que la falta de carácter puede ocasionar cuando los hombres son expuestos a exigencias para las que no están preparados...
Lo que le sucede hoy al futbol francés por su gravedad pues, nos debe suscitar más que una reflexión. Ya que si Francia, uno de los paradigmas a nivel de organización deportiva en el mundo, ha colapsado, qué se puede esperar en un país como el nuestro donde la improvisación en muchos campos, muy en particular en el deportivo, es el pan de cada día. Francia, con su escándalo y pobre performance futbolística nos dice claramente lo que no hay que hacer si de lo que se trata es de preservar la integridad moral de una sociedad. ¡A tomar esto en cuenta!