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EL SURF NACIÓ EN EL PERÚ

Un motivo más para sentirnos orgullosos
Cuento "Atik y Tup" del investigador Eduardo del Águila recrea historia de los moches quienes habrían sido los creadores del deporte de la tabla.
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EL SURF NACIÓ EN EL PERÚ

Tras siglos de letargo, algo se está despertando en el Perú. Una corriente cultural y social que mueve a la gente a querer redescubrir su país y todo lo que ello conlleva: música, comida, costumbres e historia.

En ese despertar, surgió una importante revelación que quizás pueda sorprenderlo: el surf habría nacido en nuestras costas y no en Hawai, como cree la mayoría por obra y gracia de los estadounidenses. Tal como lo lee...

Fueron los moches quienes ya, entre los siglos I y VII d. C., eran unos expertos dominando las olas a bordo de los famosos caballitos de totora, precursores de la tabla hawaiana.

“Era increíble como ellos tenían una relación estrecha con el mar, y eso lo puedes ver en su iconografía, en sus cerámicos, en sus atuendos”, sostiene el corredor de tabla y publicista Eduardo del Águila, quien ha investigado el origen del surf en el Perú.

Y es gracias a su interés por reivindicar un deporte que nos pertenece por derecho propio que crea la historieta “Atik y Tup”, que narra la historia de un niño moche que habitó en el valle de La Libertad y que lleva a un grupo de amigos a una expedición a la Polinesia, donde sorprende a todos por su habilidad para dominar las olas con el caballito de totora.

Del Águila juega con la fantasía en medio de un marco histórico real pues basa su obra en investigaciones de connotados historiadores como José Antonio del Busto, quien relató que el inca Túpac Yupanqui llegó a la Polinesia en el año 1500. La comitiva del emperador inca habría tardado entre tres y cuatro meses en arribar a la zona a bordo de embarcaciones impulsadas por las corrientes del Humboldt y Ecuatorial Sur. Según Del Busto, los incas llevaron entre sus cosas los famosos caballitos de totora que con el pasar de los años los polinesios utilizaron en su colonización de las islas de Hawai, para después evolucionar en las ya conocidas tablas de surf.

Del Águila señala que luego de pescar, los antiguos moches cogían una ola para regresar a la isla. “Esta constante práctica originó que ellos entraran al mar después para divertirse, corriendo las olas”, afirma.

El proyecto de “Atik –que significa vencedor en quechua– y Tup –caballito de totora en moche–” es, por lo demás, ambicioso, pues no solo intenta poner en claro que el Perú es la cuna del surf; también tiene como objetivo estimular la curiosidad, tan necesaria, por la lectura referente a la historia precolombina de nuestro país y promover el turismo en la costa norte. El Perú no es solo Cusco.

Datos oficiales revelan que Machu Picchu recibe la visita de 600,000 turistas extranjeros al año, mientras que solo 4,000 personas vienen para correr olas en playas como Máncora o Huanchaco.

MERCADO ATRACTIVO Y COMPETITIVO

Hay que resaltar, de otro lado, que el mercado del surf es altamente atractivo en nuestro país, con una tasa de 70,000 surfistas, según lo estimado por la Federación Peruana de Tabla (FEPTA). Todo ello se ha visto incrementado después de que Sofía Mulanovich ganara el Campeonato Mundial de Surf en el 2004 y Magoo de la Rosa se alzara como el vencedor del Mundial Máster 2007 en Puerto Rico.

La popular Sofi y Magoo comprobaron el alto nivel competitivo de nuestros deportistas –a diferencia del fútbol– y demostraron que el deporte de la tabla no es necesariamente exclusivo para un sector privilegiado de la población.

Del Águila estima que “Atik y Tup” tiene todos los elementos necesarios para captar la atención de los niños y adolescentes de entre 6 y 13 años, que suman seis millones de personas, solo en la costa.

Si la historieta consigue auspiciadores y logra salir al mercado podría distribuirse en kioscos, escuelas de surf a nivel nacional, hoteles, bibliotecas y hasta colegios. El negocio incluiría accesorios, ropa, y merchandising.

“Mientras en otros países creen que los ratones hablan –Mickey Mouse–, Atik y Tup son personajes originales que mezclan fantasía y realidad”, alega Del Águila. Además, promueve ideas positivas a los jóvenes como ser emprendedores, valientes, trabajar en equipo, fijarse una meta, ….tener una visión en la vida. Todos asuntos importantes en una sociedad peruana que vive una crisis de valores en medio de la bonanza económica.

Del Águila también espera que si su proyecto consigue alzar vuelo, del 50% de las utilidades que se logre con la venta del cuento, 30% será destinado al Centro Shama en Lima que cuida a niños de la calle, y el restante 70% irá a casas hogares de Trujillo. Un gesto que ayudará a menores descendientes directos de los antiguos moches que nos legaron el dominio del mar y la naturaleza, para asombro de millones.

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