Salchipapa

No se necesita tener receta a la mano o ser dueño de una sazón particular para poder preparar el plato al paso más sencillo del recetario peruano.  Este plato considerado “chatarra” o descartable, para los menos atrevidos en sus apreciaciones, es un ensayo de pollo a la brasa barato, que apareció relativamente hace algunas décadas, menos aun de las que ya hemos vivido.

Nadie ha escapado de su golosa presentación y mucho menos de la gran cantidad de calorías que prodiga su sola presencia. Frituras por doquier y cremas coloridas son la mejor forma de describir su particular composición.

Sin embargo, a pesar de esta no tan auspiciosa presentación, debemos admitir que su sabor ha pasado más de una vez por los gustos de los más exigentes comensales, que sacrificando el cuidado de sus figuras y sus arterias, han visto en este platillo la forma más sencilla de cocinar, ahorrando tiempo sin reajustar el bolsillo.

En un inicio, eran solo cortes transversales de salchicha alternando en un mismo plato con papas fritas cortadas en tiras y participando de una calórica mezcla de sabores y colores, que encontraban su respiro en una ligera ensalada de lechuga y tomate, casi imperceptible, solo para convencer al comensal del equilibrio frente a la fuente de energía que suponía consumir este potaje al paso.

LAS INFALTABLES CREMAS

Los peruanos en su mayoría, nos hemos dejado influir por las modas foráneas que implantaban países como Estados Unidos, donde al consumo de su comercio y productos a los que además de la ropa, accesorios de moda, música y juguetes, se sumaron sendos acompañantes culinarios, que bien complementaron sus clásicas hamburguesas y papas fritas.

La mayonesa, la mostaza y el kétchup o salsa de tomate, brindarían más que color al ya folclórico platillo. Los peruanos hemos contribuido también con la inclusión de la crema de ají, que sazona y redondea el sabor de los componentes del plato.

Las sofisticaciones, con el correr de los años y con la experiencia ganada, han permitido que se contemple ahora un abanico de sabores y gustos distintos que acompañen también a las papas y a los redondos trozos de salchichas fritos para su deleite. Cremas de aceituna, de perejil, chimichurri, tártara y golf, también acompañan la aventura.

Son sin duda, los niños, los menos preocupados por los efectos colaterales que pueda ocasionar el consumo frecuente de la salchipapa. Este plato que en un inicio solo se encontraba dentro de cualquier restaurante dedicado al rubro de las brasas, se ganó un espacio entre los amos y señores de la comida ambulatoria. Ello permitió la masificación y popularización de su consumo. 

Hombres, mujeres y niños, a la salida de la escuela, en los clásicos “carritos sangucheros”, esperando también en la puerta de algunos centros de importante movimiento comercial, se constituyeron en los habituales compradores de su simpleza.

Ahora con algunos años a cuestas, la salchipapa ya se instaló en algunos países de Latinoamérica como Bolivia, Ecuador, Colombia y Chile; mientras que aquí, en su cuna, adquirió nuevos visos y transformaciones convirtiéndose en pollipapa –en los restaurantes de pollo a la brasa- en pavipapas, en épocas navideñas; choripapas, con su variante de chorizo en lugar de salchicha y hasta en patipapas, como ejemplo de que la creatividad es capaz de hacerle frente al hambre, consistente en patitas de pollo fritas tipo broaster, acompañadas de papas fritas.

Y lo que nació en cuna popular también quiso elevar su nivel, convirtiéndose en salchipapa especial, con la presencia de huevo y tocino como en algunos casos. Aquí, la demanda del cliente tiene eco inmediato en las transformaciones que la salchipapa experimente.

Hace mucho tiempo no pruebo una salchipapa, quizás cualquiera de estas tardes invite a la niña que llevo dentro, a dar un paseo por el mundo de las frituras y las cremas de colores, eso sí, con una buena porción de ensalada para que la culpa no pese y nos haga provecho.