Si usted se encuentra en medio de un grupo compuesto por 10 personas, hay algo que usted tiene saber. Concierne a un hecho de capital importancia. Pues es posible, de creerle a la última encuesta publicada por Pro Ética, que ocho de estas diez piensan que el país en el que habitan, nuestro Perú, es una tierra de corruptos. Es decir un lugar en el que el 80 por ciento de una población, que dentro de no mucho alcanzará la cifra de 30 millones de habitantes, creyendo, suponiendo o imaginando, opina que su patria se ha convertido en un escenario en el que la corrupción campea por doquier imponiendo su degradante ley.
Y no solo eso. A la excepción de dos de ellos, los otro ocho, opinando que nuestro país es un lugar donde se altera en forma frecuente, por no decir casi siempre, las formas y estructuras morales y legales, identifican sin dudar lo que consideran las fuentes primarias de la corrupción en nuestra sociedad. Es decir, los principales escenarios en los que esta gangrena colectiva carcome, por no decir que pudre, nuestro tejido social, inviabilizando una saludable interacción entre todos aquellos que componen la sociedad peruana: Son las instituciones de la sociedad organizada, vale decir del Estado, donde el germen de la corrupción se reproduce.
A la cabeza, que desgracia para nuestro país, descolla el primer poder del Estado, el Congreso de la República, con un vergonzoso guarismo: 46 de cada 100 peruanos opinan que este se ha convertido en un nido de corruptos. No lejos, pisándole los talones en esta deshonrosa competencia, con la opinión negativa de un solo peruano menos de diferencia, la Policía Nacional del Perú, es decir, aquellos que justamente tendrían que proteger y validar las formas y estructuras que deberían sostener el sano andar de nuestra sociedad. Luego, lo que no constituye ninguna novedad para nadie, el Poder Judicial: 38 de cada 100 cree que allí solo hay corruptos.
Ningún escenario institucional sale bien librado de esta suerte de justa popular. De este público sinceramiento que pone en evidencia el relajamiento moral en el que está sumida nuestra sociedad que algunos añoran que sea lo más pronto parte del selecto club del primer mundo. Nadie. Pues, incluso el Gobierno central que hoy puede esgrimir con cierta autoridad los réditos del crecimiento, al igual que los vilipendiados partidos políticos y los gobiernos regionales, sin olvidar a las municipalidades, son calificadas con porcentajes que aunque menores son de igual manera inaceptables, que golpea malamente la moral del país.
Esto no puede continuar así. Nadie con un mínimo de civismo que lo motive, puede mostrarse indiferente a estas alarmantes cifras. ¡Nadie! Pues más allá de los esfuerzos que algunos despliegan por relativizar o desmentir estos números, lo cierto es que el simple pero dramático hecho de que la gente crea que el suyo es un país corrupto, es un indicador de la profunda crisis moral en la que estamos todos sin excepción inmersos. En estos momentos, cuando los peruanos deberemos elegir a quienes conduzcan los destinos del país, una exigencia que surge desde las entrañas morales del país se impone: Guerra sin cuartel a la corrupción.