En nuestros tiempos, comer, disfrutar de una cena, de un desayuno, compartir un almuerzo o interactuar en cualquier actividad relacionada con los gustos y sabores, con el paladeo delicioso de platos, bocados y productos de nuestra gastronomía, implica obedecer prácticas que nos acompañan desde nuestro primer encuentro con esta actividad natural de ingerir alimentos.
Son nuestros padres o las personas de quienes dependemos en nuestros primeros años de vida, de quienes aprendemos a comer papillas y distinguir las de frutas ácidas, las dulces o las compotas de verduras. Los gestos son inconfundibles. Nuestros gustos comienzan a formarse producto de esa primera experiencia. Los primeros sabores casi siempre son repetitivos, pues nuestros primeros menús se reducen a dos o tres alimentos.
Pasan los años y las exquisiteces comienzan a presentarse en un abanico de posibilidades ante nuestra presencia. Distinguimos aromas y gustos que nos agradan más o menos que otros. Aprendemos a comer con cierto orden, bajo patrones implícitos, producto de lo que llamamos costumbres.
Una de esas costumbres es ingerir determinado tipo de alimentos a partir de horarios que convertimos en convencionales y de los que muy pocas personas –solo los osados- intentan variar. Las comidas, llamadas “pesadas”, que son las más difíciles de digerir, están “convencionalmente” censuradas para la noche; así mismo, los productos frescos para el mejor aprovechamiento de sus propiedades, deben ser servidos hasta determinada hora del día.
Los peruanos solemos transgredir algunas de esas normas y nuestro afán de descubrir, crear y compartir, ha dado origen, por ejemplo al célebre “calentado”, que no es más que un plato de comida, que quedó de la noche anterior y que es disfrutado luego de “dormir” en la refrigeradora, en un suculento desayuno, previa calefacción del mismo. Pero de esta particular forma de comer, hablaremos en otra ocasión. Pues hoy, otro plato especifico, uno de los más populares de nuestra carta nacional, sale de su estereotipada costumbre de comer en las primeras horas del día, para coronarse también como rey de la noche.
SU MAJESTAD, EL CEBICHE
Es la demanda del turista que, atraído por nuestra gastronomía, inquieta la tradicional costumbre que tenemos, de comer cebiche en el almuerzo, y en algunos casos, también en el desayuno, para “cortar” la noche anterior, si esta ha venido acompañada de alguna celebración ocasional.
El visitante no entiende de costumbres, porque bajo estas no fue formado; sus patrones son otros. Solo obedece a sus antojos. Y si la mayor atracción gastronómica de nuestra culinaria está en la carta del restaurante visitado, la hora es lo de menos. Probablemente en sus países de origen, tengan también ellos la costumbre de comer determinado tipo de alimentos hasta cierta hora del día, y les parezca extraño, que los foráneos transgredan esas normas… pero ante la posibilidad de darse un gusto, no hay horario que valga.
Actualmente, la gastronomía organizada a través de asociaciones diversas, está promoviendo el servicio del cebiche en las noches. En sus respectivos restaurantes se oferta este plato, acompañado de promociones para hacer un paquete atractivo, ya no solo al turista, sino también al dueño de casa. La mayor preocupación de los cebicheros peruanos radica en ofrecer productos frescos, ya que tanto pescados y mariscos están expuestos a la pronta descomposición, de no tener un adecuado tratamiento de refrigeración.
“Preparar y ofrecer cebiche de noche, más que una moda o una coyuntura gastronómica, debe ser un acto responsable”, afirma José del Castillo, propietario de la concurrida cebichería La Red, quien insta a los cebicheros del Perú a comprar productos frescos y mantenerlos refrigerados hasta su consumo nocturno.
El cebiche de noche, entra en la oferta gastronómica del momento. Restaurantes como Segundo Muelle, La Red, Pescados Capitales, Señor Limón, Punta Sal y todos los adscritos a la Asociación de Restauradores Marinos y Afines del Perú (Armap), promueven su consumo y lo integran en atractivas ofertas, para que peruanos y extranjeros lo disfruten como se debe. El horario y las posibilidades se extienden para disfrutar de un buen cebiche.
El plato bandera del Perú ya no tiene hora de caducidad. No hay pretextos para evitarlo en las noches; eso sí, visite un lugar donde le ofrezcan la garantía del buen estado de sus productos o prepárelo en casa; teniendo como acompañante la responsabilidad... Estaremos disfrutando y compartiendo uno de los mejores sabores de nuestro país.