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El "sentido común" en la etiqueta

Cultura de vida
Hace algunos días fui invitado a dictar una conferencia organizada por el alumnado de la "Primera Promoción del Diplomado de Etiqueta y Protocolo Empresarial y Gubernamental" del Instituto de Secretariado ELA. Me llenó de satisfacción encontrar un auditorio con amplitud de preguntas, aportes, vivencias y visibles deseos de deliberar sobre la importancia de esta temática.
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El 'sentido común' en la etiqueta

Empecé explicando la definición de ‘etiqueta’, que es un conjunto de normas destinadas a construir un ‘puente’ de armonía y convivencia que nos haga grata la existencia a todos. Así de sencillo.

Una persona educada creará a su alrededor un clima de simpatía que facilitará su óptimo vínculo con el entorno y, por cierto, fortalecerá su interacción cuando afronte situaciones conflictivas. Es conveniente reiterar que la dimensión de la buena educación se pone a prueba en los momentos tensos, discrepantes y de desencuentros inherentes en las actividades humanas.

La etiqueta, continuamente recomiendo, no solo se debe entender y estudiar. Se tiene que ejercer con convicción, naturalidad y asumir como una cultura de vida. La persona que la practica, de manera fluida y espontánea, no tendrá inconveniente en mostrar su urbanidad en todo tiempo, circunstancia y lugar. En este campo influye el grado de autocontrol y autoestima.

También, se sustenta en la fórmula RES (respeto, educación y sentido común). Estos dos primeros son valores que tienen sus orígenes en el adiestramiento recibido del ámbito hogareño y social. Enseñar es instruir, transmitir conocimientos, indicar y guiar caminos.

Según precisa Luis Bustamante Belaunde en el prólogo del libro Ética y política: El arte de vivir y convivir, la educación consiste en: “Desarrollar y perfeccionar las facultades y fuerzas propias de las personas y hacer salir de dentro hacia fuera sus potencias de crecimiento. La enseñanza suele ser un acto grupal o colectivo. La educación es siempre individual. Quienes enseñan son docentes. Quienes educan son maestros”. La etiqueta, desde mi parecer, debe estar inmersa en los procesos de enseñanza y educación a fin de afianzar los referentes familiares.

Hay un tercer elemento de la fórmula RES, no menos primordial. Se trata del sentido común, cuya tradicional definición dice: “Son las creencias o conocimientos compartidos por una comunidad y considerados como prudentes, lógicos o válidos. Se trata de la capacidad natural de juzgar los acontecimientos y eventos de forma razonable”.  Suele mencionarse como la dimensión del hombre que no requiere de estudio o investigaciones teóricas, sino que nace de las experiencias vividas. Algunos pensadores exponen que es el “menos común de los sentidos”, algo en lo que coincido plenamente.                                                                                       

Probablemente, si nos detenemos a analizar las formas de actuar y reflexionar de los peruanos (en general) coincidiremos en que no se aplica este sentido (que está relacionado con el nivel de autoestima personal). Por ‘sentido común’ al ingresar a un lugar debiéramos saludar; decir ‘por favor’ y ‘gracias’ al recibir una atención; si desea llegar puntual a una cita debe tomarse el tiempo pertinente en su traslado; debemos ser solícitos con las personas mayores, discapacitadas y embarazadas sin que exista una norma de carácter obligatorio. Podría seguir una secuencia de alusiones que ratifican la pérdida de este sentido, si alguna vez lo tuvimos.

El sentido común nos manda exponer lo que pensamos en voz alta, de manera honesta y respetuosa, en función de su autovaloración y seguridad. En nuestro contexto es habitual revelar lo que el interlocutor (más aún si es jefe) quiere escuchar y solo comentamos lo que pensamos ‘debajo de la alfombra’. Tiene correlación con las acciones que realizamos todos los días y que, aparentemente, obedecen a un orden lógico.

Pero, cabe preguntar: ¿Es lógico querer pasar la luz roja para llegar a nuestro destino? ¿Es lógico pretender ser atendido con amabilidad cuando usted trata de manera déspota a quien considera su inferior en términos sociales? ¿Es lógico que un alumno no salude al docente que, coincidentemente, lo desaprobó en su asignatura por no estudiar? ¿Es lógico tener prendido el celular durante una ceremonia religiosa? ¿Es lógico ser incoherentes entre su modo de pensar y conducirse? ¿Es lógico que cuando un caballero asume gestos de cortesía y amabilidad sea mirado con desconfianza? Estas situaciones sustentan la carencia de sentido común.

Cuando usted procede diferente -tal vez poco ‘común’- posiblemente será denominado ‘loco’. No se incomode, esa mención es una distinción honrosa que acredita que es opuesto a la sumisa y poco amable conducta de la inmensa mayoría de conciudadanos en una sociedad que, además, acepta la hipocresía como lícita para coexistir, convalida el engaño y la doble moral, en aras de no subvertir este sistema que requiere una intensa transformación espiritual y cultural.

Hagamos cada uno lo posible por aplicar el sentido común y recuerde las inmortales palabras del filósofo griego Platón: “Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro”.

Por Wilfredo Pérez Ruiz

Expositor de etiqueta social en el Instituto de Secretariado ELA y la Corporación Educativa Columbia. Docente y consultor en protocolo, imagen personal e institucional y etiqueta.

http://wperezruiz.blogspot.com/

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