Vivir sin miedo

Quién iba a pensar que este intenso sentimiento que muchas veces nos hace perder los estribos, el miedo, es regulado por algo tan pequeño y que pasa tan desapercibido como la amígdala cerebral, un conjunto de núcleos de neuronas localizadas en la profundidad de los lóbulos temporales. Su rol principal es el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales.

Cuando la amígdala se activa se desencadena la sensación de miedo y ansiedad y su respuesta puede ser la huida, el enfrentamiento o la paralización. Desde el punto de vista biológico, el miedo constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia.

Según precisa la Universidad de Iowa, en Estados Unidos, la amígdala interviene en la regulación de las emociones, sobre todo en el miedo. Fue una ciudadana estadounidense conocida por las iniciales SM quien se convirtió en objeto de estudio tras su repentino cambio.

La mencionada mujer padece una extraña condición que generó que su amígdala se destruyera naturalmente y desde ese momento empezara a vivir sin miedo. SM se sometió a varias situaciones que aterrarían a la mayoría y fue sujeto de constante evaluación durante tres años. El resultado: ni rastro de miedo.

El científico Justin Feinstein, quien lideró la investigación de la situación de SM, sostiene que la especial mujer ha vivido numerosos episodios traumáticos que han puesto en peligro su vida y los ha superado sin rastros de temor. Según el especialista, estas experiencias sencillamente no dejan huella en su cerebro.

Obviamente también se han realizado estudios con animales desde ratas hasta monos y se ha llegado a la conclusión de que la falta de la amígdala es crucial para procesar, reconocer y reaccionar ante el terror.

Sin embargo, aunque todo parezca hermoso en este descubrimiento, es decir, ¿a quién no le gustaría vivir sin sentir miedo?; hay una contraparte que se debe analizar. El no sentir temor ante diferentes situaciones hace que uno se vuelva incauto y no mida las consecuencias de los actos.

El cerebro no es capaz de advertirte ante situaciones peligrosas y mucho menos darte la mejor fórmula para enfrentarlas. Es en resumen un riesgo para la vida. Por ello sería mejor que se llegara algún día a descubrir la ecuación perfecta para ‘controlar’ el miedo y no eliminarlo; de esta manera se ayudaría a cientos de personas que sufren de estrés postraumático y no se restaría este sentimiento que nos caracteriza como seres humanos.