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REVISTA

CIUDAD SAGRADA EN MEDIO DE LA ARENA

Caral
Un sinnúmero de secretos se esconden en cada una de las construcciones y pirámides que conforman esta impecable joya arquitectónica que permanece en perfectas condiciones para reafirmar la importancia que tuvo en el pasado. Acompáñenos a descubrir la civilización más antigua del Perú y de América.
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CIUDAD SAGRADA EN MEDIO DE LA ARENA
Así como se dice que quien no conoce Machu Picchu no conoce el Perú, de la misma forma se puede concluir ahora que quien no conoce Caral tampoco lo conoce, sobre todo porque la inconmensurable belleza de la Ciudad Sagrada, ubicada a escasos kilómetros al norte de la capital, que la convierte en uno de los símbolos vivos del antiguo Perú.
Los últimos rayos solares que aún se resisten a dar paso al acostumbrado gris de Lima, iluminan con su brillo el inicio de un gratificante recorrido que nos llevará hasta la ciudad más antigua del Perú y de América. Cómodamente ubicados en el vehículo que nos conducirá a nuestro destino, emprendemos camino en dirección al norte chico, alejándonos del bullicio de la capital.
Después de cerca de tres horas de recorrido, a la altura del centro poblado de Mazo, en el kilómetro 159 de la Panamericana Norte, nos desviamos hacia la margen izquierda del Valle Medio de Supe, en la provincia de Barranca, desde donde el conductor se abre camino hacia la zona arqueológica propiamente dicha.
De ahí, una bien afirmada carretera nos conduce hacia centros poblados como Anexo Muralla en el Kilómetro 4 y Tiroler en el Kilómetro 6 del camino, cuyas pequeñas casas de adobe y otras de material noble, rodeadas de inmensos y frondosos árboles de sombra, nos anuncian que ya estamos cerca de nuestro arqueológico destino.
Un poco más al interior, a la altura del kilómetro 8.5, una tranquera se convierte en obligada parada para todo visitante que haya optado por esta ruta. ¿La razón? Antes de pasar por los predios de la Granja Toshi, cada vehículo que se dirige a tan interesante lugar, debe ser rigurosamente desinfectado. Pasada la prueba de fuego y después de una hora de camino, un inmenso cartel nos da la bienvenida. ¡Ya estamos en Caral!
UN POCO DE HISTORIA
Rodeada de un inmenso mar de arena y bajo un intenso brillo solar que se conjuga con el particular color de cada una de sus edificaciones, Caral se extiende sobre un terreno de 66 hectáreas de superficie. Es uno de los 18 asentamientos humanos anteriores a la época Inca que conformaron el núcleo del Estado Supe.
Ahí, como fiel guardiana de esta joya arquitectónica, encontramos a la doctora Ruth Shady Solís, quien hace 14 años –desde 1994– junto a un grupo de profesionales, y con el apoyo del Instituto Nacional de Cultura (INC) y de la National Geographic Society (NGS), cambió la historia no solo del Perú, sino también de América y el mundo.
Y es que hasta ese entonces, se pensaba que la civilización actual estaba cimentada sobre las antiguas culturas del Viejo Continente. El descubrimiento de Caral fue la noticia perfecta que se encargaría en afirmar lo contrario, pues demostraba que el Perú fue uno de los focos civilizadores que surgieron hace aproximadamente cinco mil años, mucho antes que otras celebres culturas americanas como la Olmeca y las culturas ecuatoriano-colombianas.
A partir de ese hallazgo –nos cuenta la doctora Shady– ya no fueron cinco, sino seis las sociedades que hicieron posible la aparición del Estado, las ciudades y el concepto de civilización. “Hace unos años, muchos conocían a Cuzco como la capital del Imperio Inca y a Machu Picchu como el predio de uno de los últimos incas; pero ahora ya se sabe que la Ciudad Sagrada de Caral fue edificada por el primer Estado político que se formó en el Perú, alrededor de 4,400 años antes que gobernaran los Incas”, sostiene la arqueóloga.
Así, erigiéndose como la civilización más antigua de América, la sociedad Caral–Supe se desarrolló en simultáneo con las de Mesopotamia, Egipto, China e India, mientras que sus habitantes se adelantaron en 1,500 años a la sociedad Olmeca, reconocida –hasta antes del hallazgo de Caral– como el primer y único foco civilizador de América.
“A pesar de su desarrollo precoz, la sociedad Caral–Supe se convirtió en la civilización más antigua del Nuevo Mundo, pero a diferencia de los otros focos civilizatorios, que intercambiaron experiencias y conocimientos, logró un avance sin precedentes en completo aislamiento de sus coetáneas de América y del Viejo Mundo”, señalo con énfasis Ruth Shady.
TESTIMONIOS DE PIEDRAS Y BARRO
Acompañados por Dino Agurto Yovera, quien además de servirnos de guía es miembro del Departamento de Excavación Arqueológica que continúa descubriendo los secretos que aún encierra Caral, comenzamos el recorrido por las empolvadas calles de este monumento arquitectónico, cuyo misterio está encerrado en cada una de las 32 estructuras públicas que lo conforman.
Lo primero que llama la atención de todo visitante –al igual que la de nosotros– es la imponente imagen de la Plaza Mayor, que junto al Templo del Anfiteatro, expresan la organización dual urbano–religiosa de la ciudad, pero mientras quela primera es el edificio más destacado en la mitad baja, el Templo del Anfiteatro es un verdadero complejo arquitectónico amurallado.
Además, ambas edificaciones cuentan con una plaza circular hundida. Pero, a diferencia de la que se ubica en la Plaza Mayor, la del Anfiteatro es la más amplia de toda la ciudad. Motivo por el cual sus fotografías han servido para que la imagen de Caral se conozca en el mundo.
A esta plaza circular se suma el atrio que perteneció a períodos diferentes de la historia de Caral, recinto utilizado para la realización de eventos mágico–religiosos, donde se encontraban los fogones, lugares donde se quemaban las ofrendas. El que, al haber sido ocupado por sucesivas generaciones a lo largo de varios milenios, da muestras de la impronta arquitectónica de todas estas.
Según nos explica Yovera, que se ha convertido en otro de los fieles guardianes de la Ciudad Sagrada, cada una de las edificaciones y pirámides que conforman Caral son una clara muestra de que “mientras las civilizaciones del Viejo Mundo intercambiaban bienes y experiencias, Caral–Supe y las sociedades del área norcentral avanzaron aisladas del resto del Perú y América que tenían un menor estado de desarrollo”.
Pero también nos cuenta que otras de las construcciones monumentales más destacadas de Caral son la Pirámide de La Galería, La Huanca y La Cantera, además del Templo del Altar Circular que, encerrando un sinnúmero de secretos, tienen el significado particular que, al igual que cada uno de sus componentes arquitectónicos, refleja las condiciones sociales, culturales, económicas y naturales, que primaron en el primer foco civilizatorio de América.
Así, ubicada frente a un monolito hincado en la arena, la Pirámide de La Huanca, tal como revela Agurto Yovera, muestra escaleras centrales, construidas en diferentes periodos, orientadas hacia el norte, en donde –tal como comprobamos– se encuentra La Huanca, un bloque de piedra de más de dos metros de alto que organiza el espacio urbano conformado por la Pirámide de La Galería y la Pirámide de La Huanca.
“Se trata de un monolito que habría estado asociado con actividades astronómicas y ceremoniales, dos de las principales funciones que nos permiten corroborar el rol urbano que desempeñó Caral en la antigüedad”, afirma este técnico en excavación apasionado esta urbe.
Religión y Estado La complejidad de sus estructuras, que contaban con antesalas, salones ceremoniales, fogones, depósitos y altares, permite definir –según Ruth Shady y Diego Agurto– la importancia que tuvo Caral tanto para el control social como para el ejercicio religioso, donde los sacerdotes estuvieron al mando de la sociedad y, a través de la ideología religiosa, influían en toda la población.
Fueron ellos quienes a través de los conocimientos astronómicos que poseían, de su espacio y el control del tiempo, necesarios para las actividades agrícolas y la construcción de estructuras arquitectónicas, se encargaban de dirigir a la población, además de administrar el almacenamiento, distribución e intercambio de bienes, tanto a escala local, regionalcomo interregional.
Sobre la base de esos hallazgos, realizados a lo largo de estos 14 años, se puede concluir que la civilización más antigua de América, siendo una sociedad teocrática, también fue un Estado Embrionario o Prístino, que justificó su existencia mediante una relación deseada con las fuerzas naturales.
 
De forma que –sostienen– en Caral se desarrolló el Estado en su etapa inicial. Un Estado en el que la distribución de la riqueza era distinta, convirtiéndose en la mejor evidencia de la diferencia que prevaleció en las clases sociales, puesto que así como hubo sectores sociales que vivían en palacios, otros parecería vivieron en casas construidas de quincha.
 
“Caral está llamada a convertirse en uno de los más importantes instrumentos para mejorar la autoestima de los peruanos y a constituirse en el símbolo más destacado de la identidad nacional, por ser la primera civilización de América y el modelo de organización sociopolítica que desarrollarían otras sociedades peruanas en períodos posteriores. Caral pone en evidencia la capacidad creadora de los habitantes de este disímil territorio que con esfuerzo y organización lograron ingresar al estadio civilizatorio un milenio y medio antes que otras poblaciones del continente”, sentencia Shady.
 
Y, como un mensaje divino que proviene de los antepasados que habitaron las estructuras que conforman la Ciudad Sagrada, y bien avanzada la tarde, los últimos rayos solares comienzan a ocultarse y el viento sopla con fuerza sobre las arenas de Caral agitándolas, anunciándonos en esa forma sutil que la hora de partir ha llegado.
 
Con la convicción de que poco a poco, a lo largo de los años y décadas por venir, se irán develando más secretos sobre la forma de vida de los peruanos de esos tiempos, dejamos atrás la belleza de nuestra joya arqueológica que sirvió, al ser descubierta, para cambiar la manera de ver la historia del Perú, de América y del mundo…Que así sea…
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