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Cristina Urueta: El cau cau me encanta, pero con ají huacatay

Actriz es candidata aprista al Congreso
"Sueña, y a través de su obra, eleva el espíritu humano, lo sensibiliza para la convivencia y tolerancia en sociedad"... palabras de Cristina Urueta Muñoz, para definir lo que significa ser artista.
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Cristina Urueta: El cau cau me encanta, pero con ají huacatay

La primera vez que la vi fue hace aproximadamente 15 años, ella integraba el elenco de un montaje dirigido por Horacio Paredes, recordado hombre de teatro.  Primero en Los Muchachos de la Banda, donde daba vida a Alan, un caballero poco agraciado físicamente, tan bien caracterizado que hacía imposible vislumbrar una pizca de beldad en su figura, pero que minutos después se transformaba en una guapa y esbelta mujer.

Pocos meses después, la vi también en una de las primeras versiones de Baño de Mujeres, donde –a diferencia de ahora- el elenco, que estaba conformado en su mayoría por actores y actrices de formación, arrancaba en escena emociones encontradas, que iban desde la sonora risotada hasta la más sutil de las lágrimas, apelando también a la sensualidad, producto de movimientos y acciones bien dirigidas.

Hoy el escenario es otro, y aunque aun no se levanta el telón, nos hemos vuelto a encontrar con la actriz, con la mujer que le dio vida a innumerables personajes que desfilaron básicamente por el teatro nacional, pero que también tuvieron su paso por la televisión, a través de series y comerciales hechos en el Perú. Una mujer madura, madre de dos hijos, con una fuerza interior que le bulle en el alma y que, sin mucho esfuerzo, se traduce también en sus gestos.

Hubiéramos querido almorzar con ella, pero la tarde, con sus exigencias, nos ganó, y optamos por un encuentro más relajado, casual, que nos permitiera conversar en confianza. Así, llegamos al Barrilito, un punto de encuentro en Lince, cuadra 23 de Arenales, donde a la hora del almuerzo, las delicias de la carta cobran vida en la mesa, que tiene como especialidad carnes al cilindro en su mejor expresión. 

Sin embargo, la hora era propicia para algunos piqueos y un infaltable traguito que propusiera un simpático matiz al lugar. Música ochentera y una que otra salsa, la animaron a romper el hielo. “Mi mamá siempre me pregunta si canto por afición o para ahuyentar a las personas. Me encanta la música, pero soy muy desafinada”.  Reafirmamos interiormente, que lo suyo es el teatro.

SUS INOLVIDABLES VIAJES

Quizás lo más grato de nuestra conversación con Cristina Urueta se centró en el tema familiar. Recuerda con mucho cariño y veneración a su padre, el también actor César Augusto Urueta, quien fuera Director del INC hace algunas décadas, promotor y primer presidente de la Asociación Nacional de Artistas, Intérpretes y Ejecutantes, de la que ahora, ella es miembro activo.

“Mi padre por su trabajo y compromiso, solía llevar a muchas ciudades del país puestas en escena de innumerables obras; mi madre y yo, siempre lo acompañábamos. Recuerdo que muchas veces, a bordo de su escarabajo crema, hacíamos largos recorridos y con mochila al hombro, dormíamos en donde nos cayera la noche. Ahí conocí el Perú, ciudades de la costa, de la sierra, de la selva; cada cual con sus costumbres y sus comidas ricas y diversas, acompañaron mi niñez y gran parte de mi adolescencia”.

“La comida norteña es fascinante. Cuando cocino, me gusta hacer algo especial y casi siempre elijo un arroz con pato al estilo norteño, no hay quien se resista”.  Le preguntamos por su plato preferido. Sin dudar responde: “El cau cau, me encanta, pero eso sí, tiene que estar hecho con ají huacatay”, recalca con un énfasis muy particular. 

Mientras se desarrollaba nuestra conversación percibía las añoranzas de su niñez, pues en sus palabras siempre estaban presentes los nombres de sus abuelos, a quienes mencionaba con especial cariño: “No puedo decir que soy limeña completamente, tengo todas las sangres en mis venas, del Cusco, de La Libertad, de Huánuco, de la costa, de la sierra; mis abuelos influyeron mucho en mi vida; los paternos vivían muy cerca de nosotros y mi abuelo, casagrandino, era un aprista formado desde las bases”.

No dudamos que él influyó en Cristina, quien abre sus almendrados ojos al mencionar que su tarea más tierna, cuando niña, era tomar las pantuflas de su padre, apenas escuchaba las llaves que abrían su puerta, y salir presurosa a recibirlo con la misma calidez todas las tardes. “Vivíamos en Lince, un barrio alegre, donde encontrabas todo al cruzar la puerta: tiendas, anticucheras, pollo a la brasa, iglesias. Mi infancia fue completa, un tiempo viví en Surco, pero siempre anhelaba regresar a Lince”.

Sabemos que gracias a sus viajes, Cristina ha saboreado delicias de diversas partes del Perú. Apelamos a sus recuerdos para preguntarle si había algún plato que no gozaba de sus preferencias: “El hígado, ni de niña, ni ahora de adulta; sin embargo, tengo como anécdota que un día especial, mi enamorado de entonces me preparó una cena y el plato de fondo era hígado, nunca le dije que no me gustaba y tuve que comer sin decir palabra alguna”.

“Hay un plato que recuerdo con especial cariño, mi madre lo hacía, era un guiso de kiwicha con pollo, hasta ahora lo prepara, pero no quiere darme la receta, por eso cuando lo hace, siempre llego a almorzar”.

POR LOS ARTISTAS DEL PERÚ

Muchos nombres de artistas que mencionó Cristina en nuestra conversación no figuraban en mi modesta recordación. Y es que muchos de ellos, ancianos, olvidados, están fuera de carrera hace muchos años, recluidos en albergues, en hospitales o abandonados a su suerte. No pude evitar contagiarme de su sensibilidad al comprobar que quienes años atrás habían brillado en escenarios, arrancado aplausos, sonrisas y emociones, hoy se habían apagado por la indiferencia de muchos, básicamente del Estado.

”La Ley del Artista 28131 firmada por el señor Alejandro Toledo y su reglamento no pudo contemplar dentro de sus artículos el amparo de salud que tanto se reclamó para el beneficio de los artistas. Fomentar y obligar a EsSalud a través del Ministerio de Trabajo la capacitación de inspectores especializados en el régimen laboral de los artistas, para que evalúen cada situación de manera individual, será uno de mis objetivos”.

Cristina también considera urgente la creación de una casa de reposo para el adulto mayor artista, teniendo en cuenta que no goza de beneficios sociales, ni jubilación y menos de CTS. Otra propuesta que considera importante es aumentar el porcentaje de producción nacional en los medios audiovisuales, como lo hacen muchos países en América y Europa.

Podríamos detenernos a evaluar sus propuestas, pero de eso ya se encargó ella durante su campaña. Hoy preferimos hablar con la actriz, la mujer, la madre, que durante el embarazo de su segundo hijo tuvo antojos que la obligaban a salir cerca de la medianoche en busca de caldo de gallina, yogur y mandarinas. “El antojo más extraño fue comer cuy; antes nunca lo había probado, pero desde mi embarazo, no dejo de hacerlo cada vez que puedo”.

La historia de Cristina Urueta es como muchas, no obstante, la profesión de sus padres determinó que ella estuviera en escena desde el vientre de Susana, su madre. Asistía al Café Teatro de la mano de ellos, cuando la función tenía restricciones. Dormía arropada en los camerinos, sobre una maleta, mientras su madre actuaba y su padre dirigía. Nadie podría arrancarle su amor por el arte y su compromiso con los artistas.

Aprista desde adolescente, postula al Congreso de la República con el número 30.  Árbitro de futbol por afición, trabajo que le sirvió para costear sus estudios de arte dramático. Heredera de dos actores que engalanaron nuestras tablas hace algunas décadas. Mujer decidida que sirvió voluntariamente en la Fuerza Aérea del Perú.  Hoy, como no podía ser de otro modo, anhela para el artista peruano un trato digno, una consideración especial… no una limosna, sino la retribución del Estado para tantos años de olvido y marginación.

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