Las ciudades crecen, las economías se solidifican y el reflejo de ello es percibido de muchas formas. Nuestra alimentación en los últimos años está sufriendo cambios; si bien es cierto que las mesas peruanas pueden asegurar que la riqueza y variedad de nuestra carta es nuestro principal argumento para consolidarnos –con los años- en una de las gastronomías más importantes del mundo, también es cierto que ello nos hace sensibles a las transformaciones que los alimentos y, por ende, la alimentación sufre.
Los peruanos no estamos ajenos a esta situación. Hasta hace algunos años, veíamos con cierto grado de despreocupación lo que sucedía en los países desarrollados respecto a este tema; el problema no nos tocaba directamente, aunque ya se escuchaban voces de advertencia. Sin embargo, muchos de los alimentos que hemos venido consumiendo por décadas ya habían sufrido algunas modificaciones –si se quiere llamar de algún modo- inocuas
Ejemplo de ello son las variedades de manzanas, las coles de bruselas, las distintas clasificaciones de la papa y hasta el maíz. La ingeniería genética permite ahora llevar a cabo, en pocos años y de forma controlada, lo que antes podía costar décadas o siglos. La diferencia con la biotecnología moderna es que, si bien antes se mezclaban montones de genes casi al azar, ahora se trata de insertar en una determinada especie un gen específico procedente de otra, para lograr resultados muy concretos: cultivos que crezcan más rápido; frutas, verduras y cereales resistentes a las plagas; eliminación de los pesticidas; entre otros logros. (1)
CONCEPTOS GENERALES
Este tema que está ahora sobre el tapete o encima de la mesa –como diríamos muchos- ha dividido al mundo. Existen factores diversos para su evaluación y uso, tenemos por ejemplo algunos expertos que temen que la biotecnología pueda llegar a monopolizar la agricultura. Muchos claman por la eliminación de los alimentos transgénicos, por su efecto sobre la salud mundial, mientras que una minoría apuesta por ellos alegando que respetan más el medio ambiente.
Europa ha sentado una posición y se ha puesto en pie de guerra contra los alimentos transgénicos. Al contrario que en el resto del mundo, donde se ha apostado por su uso generalizado. España es el cuarto país europeo en cultivos piloto con transgénicos, con 181 ensayos científicos actualmente en desarrollo, cifra superada solo por Francia, Italia y Reino Unido. Y aunque en el año 2000 se redujo la superficie de transgénicos cultivada, en España se sitúa alrededor de las 25,000 hectáreas, apenas una cuarta parte de lo que, en opinión de las empresas del sector, podría alcanzar en el futuro.
Estados Unidos y las grandes multinacionales especializadas en biotecnología intentan defender sus posturas y tranquilizar a la opinión pública, pero los grupos de presión, con los ecologistas al frente, poco a poco han conseguido poner a los consumidores en contra de estos alimentos: los supermercados europeos ya están rechazando la comida transgénica y algunos restaurantes aseguran que en sus menús no incluyen platos o ingredientes modificados genéticamente.
Hay argumentos para todos los gustos. Por un lado, los detractores proclaman a los cuatro vientos que solo se benefician los países ricos y las grandes multinacionales, pero, sin embargo, también se ha demostrado que con la modificación genética se podría ayudar a los países más pobres, al hacer que los cultivos crezcan con mayor rapidez o se dañen menos.
A favor o en contra, los cultivos transgénicos siguen creciendo. Son cuatro países (Estados Unidos, Argentina, Canadá y China) los que acaparan el 99% del crecimiento experimentado en los últimos años.
En Estados Unidos, donde el maíz y la soja transgénicos aparecen en diferentes alimentos procesados con sirope o aceite de soja, se estima que el 70% de estos productos contienen ingredientes genéticamente modificados sin que en su etiquetado figure este tipo de ingredientes. (2)
EN EL PERÚ
Resulta insuficiente tratar un tema de actualidad, que incluye diversos aspectos en su discusión para ser expuesto en un artículo. No obstante, hoy cobra vigencia debido a que en nuestro país estamos consumiendo alimentos transgénicos o de naturaleza transformada, sin que nos lo informen. La novedad no radica en ello, pues es, por todos conocido, que nuestras mesas y cocinas se nutren de estos productos hace ya muchos años.
Productos envasados, que incluyen literatura informativa, como fecha de elaboración, vigencia, componentes y otros detalles, son más que un servicio, un derecho de los consumidores. Empero, esta información no detalla si es un alimento genéticamente modificado o no. Y en ello es que basamos el planteamiento del problema.
Hace unos días, la Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios (Aspec) nos hizo saber mediante una información que no caló lo suficiente en la población, que los peruanos estamos consumiendo organismos genéticamente modificados –el nombre de lo que llamamos transgénicos- en diversos alimentos cuyas etiquetas carecen de esta información. Expuesto el problema, sabemos a ciencia cierta que se está vulnerando entonces, un derecho natural del consumidor.
La soja, el maíz, el algodón y sus derivados, están en el mercado hace mucho tiempo, pero los consumidores desconocemos su origen y las transformaciones a las que estos han sido expuestos.
Ninguno de los siguientes declara en sus etiquetas que son OGM (organismos genéticamente modificados): Soya Avena Santa Catalina, Quaker Q-Vital, Soyandina 100% de Alicorp, Soalé de Gloria, Los Cuates picantes de Karinto, Leche 100% de Soya de Laive, Salchichas San Fernando, Salchicha Laive Suiza, Maizena Negrita de Alicorp, Ángel Flakes, entre otros.
Ya estamos advertidos. No se desea alarmar a la población respecto al tema; solo se pone en agenda, la necesidad y el derecho a la información que tenemos los consumidores y que las grandes empresas están obligadas a brindar.
(1) http://www.aula21.net/Nutriweb/transgenicos.htm#%C2%BF%20Son%20nuevos
(2) http://www.navactiva.com/es/documentacion/alimentos-transgenicos-pros-y-contras_715