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Maquillaje vladi-style

Operación desmanche
Una nueva candidata ha nacido con la segunda vuelta que nos presenta un fujimorismo maquillado y renovado. Keiko Fujimori inaugura su viaje en busca de los crédulos y temerosos renegando de los errores y hasta de los delitos cometidos por su padre que para ella sigue siendo el mejor gobernante de la historia, aquel por quien participó con entusiasmo juvenil, como lo prueban las imágenes de archivo, en su ilegal tercera reelección.
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Maquillaje vladi-style

Ahora le parece conveniente negar esos entusiasmos, pedir perdón, elogiar a Lula, humalizarse sin rubores. Todo vale en esta guerra a muerte, en esta oportunidad única de retorno del fujimorismo. Y debemos aceptar con tolerancia que hasta afirmen que Alberto Fujimori fue un demócrata en su forma de gobernar o que fue dictador solo hasta fines de 1992. ¿Tan devaluada, a los ojos de esta gente, está la inteligencia y la memoria del pueblo peruano?

Después de la risa y la sonrisa se darán cuenta que ningún maquillaje borra el rostro real. Que la ficción decorada para la ocasión no altera esencias conocidas. Que conocemos los rostros asociados a mil y una tropelías que acompañan a la renovada candidata. Que son los mismos personajes de hace 20 años los que pasean redacciones y estudios de TV. Que  pretenden agregar a Hernando de Soto abusando de su antigua rivalidad con Mario Vargas Llosa. Que la maniobra es tan obvia como inútil pues el prestigiado consultor, de caer en la trampa, no formará parte de la operación desmanche. No se prestará a ser un detergente moral, blanqueando delitos e imposturas.

El problema es de credibilidad y de confianza. ¿Desde cuándo un monstruo bien maquillado gana un certamen de belleza?

La ciudadanía percibe que el fujimorismo en el poder repetirá conductas, que sus prácticas publicitarias basadas en el engaño y el irrespeto a la inteligencia van en esa dirección. Que si sus huestes parlamentarias son insuficientes para gobernar reaccionará igual que Alberto Fujimori con el autogolpe que disolvió el Congreso. Como bien ha recordado la revista Foreing Policy en su edición de abril, muchos fujimoristas están en prisión por ladrones y asesinos y “de ganar, Keiko tendría, literalmente, un gabinete en la sombra”.

Es risible entonces pretender un entorno diferente al núcleo duro fujimorista alimentado por diez años de judicialización y penalización que llevó a connotados miembros a San Jorge y en especial a las cabezas Alberto Fujimori a la Diroes y Vladimiro Montesinos a la Base Naval, con prisión prácticamente perpetua.

Tanto los fujimoristas que están libres como los que están guardados saben que son repudiados y que ninguna credibilidad acogerá sus ofertas, que nada diferente pueden prometer. Que guardan su soberbia y no han perdido ni memoria ni rencor. Por eso se ha dicho que regresan para vengarse.

El vladi-style apuesta por el centrismo y las alianzas políticas con sectores militares, por demoler al adversario con una sonrisa amable, por difundir rumores y alentar temores con fantasmas velasquistas y chavistas. Nada de eso asusta tanto como el retorno de los muertos vivientes con maquillaje o sin él.

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