Pero Yuyachkani ha querido expresar algo más complejo que la biografía personal de una leyenda del canto. Lo que ha intentado articular es, nada más y nada menos, un bosquejo de la historia reciente del Perú y de América Latina, sin descuidar la historia personal de
De esta forma, aparecen proyectadas imágenes de personajes peruanos y extranjeros de diferente origen, tales como José Carlos Mariátegui, Augusto Pinochet, Raúl Reyes, Ingrid Betancourt, George Bush, Hugo Chávez, Rafael Correa, César Vallejo, hasta llegar a Abimael Guzmán. Sobre las tablas, los actores cantan, bailan, declaman, se contorsionan, ríen, lloran, se embriagan y se increpan unos a otros sobre sus respectivos desempeños profesionales y, por qué no, su devenir en la vida.
Sin embargo, por más esfuerzos que hacen, no parecen ponerse de acuerdo sobre un punto crucial en la obra para la que realizan el último ensayo que da título al montaje: quién representará a
Esta interrogante conlleva a otras. ¿El homenaje es un mero pretexto de los actores para reunirse a pesar de su evidente decadencia? ¿
Si respondemos de manera afirmativa a la última de las preguntas, caben otras más. ¿
Porque todo se sucede bajo una presencia tan constante y perturbadora como
La puesta en escena no responde a ninguna de las preguntas. Se limita a sugerirlas. Porque, como reza un viejo axioma del teatro y del arte en general: una vez que la obra sale de las manos del artista y es espectada, vista o leída por el público, a éste le corresponde la misión de terminarla y hallarle su personal significado, con los datos que le proporciona su propia experiencia y sensibilidad.
En esta obra de Yuyachkani, esa premisa se cumple cabalmente. Ellos han querido que seamos nosotros, los espectadores, quienes finalicemos la obra, a nuestro gusto y placer. Es ahí donde residen la maestría y el encanto de El Último Ensayo. No nos han defraudado. Nosotros no podemos hacer menos.