Es verdad que el orador no se hace, nace. Sin embargo, ello no implica que las personas dejen de aprender métodos para asegurar el éxito de sus intervenciones. Departir ante un auditorio, al igual que otras destrezas humanas, requiere un proceso de entrenamiento, práctica disciplinada, seguridad personal y, especialmente, la tranquilidad que ofrece el conocimiento exhaustivo del tema. Nada más inexacto que pretender quedar bien, sino se ha preparado. No cometa el habitual descuido de apelar a su memoria y locuacidad.
Al igual que cualquier presentación musical, teatral o de cualquier índole artística, una intervención oral debe ensayarse a fin de analizar cuestiones de forma y fondo que no deben pasar inadvertidas. Le recomiendo prepararse en presencia de personas que ofrezcan su opinión y frente a un espejo para observar su desenvolvimiento, manejo de las manos y posturas y, además, grábese con el afán de escuchar o mirar aciertos y errores.
Un detalle importante. Al conferenciar hay quienes sienten un nivel de nerviosismo que estiman afectará la calidad de su participación. No obstante, cuando mira u oye su alocución (luego de concluida) podrá comprobar que esos síntomas no fueron percibidos. Muchas veces la alteración del sistema nervioso impulsa la emisión de señales externas como sudoración, aceleración de la respiración, movimiento del cuerpo y uso indebido de las manos, entre otras reacciones. No siempre esas expresiones son observadas por el espectador, dependerá del grado y frecuencia en que se presenten.
Recuerde que la firmeza y naturalidad de su apariencia transmite certidumbre. Evite “jugar” con objetos mientras habla (lapicero, puntero, botones del saco, etc.); no se apoye demasiado en el podio, ni lo emplee como “escudo” psicológico; mire a sus oyentes, la mirada nunca se rehúye, puede expresar duda o falta de transparencia; pronuncie adecuadamente y gradúe su volumen de voz en función del lugar; haga use pertinente de las ayudas audiovisuales (no lea el power point, ni coloque excesivos gráficos y textos); establezca una relación empática con su público; use frases célebres, reflexiones y pensamientos al empezar o cerrar; tenga en cuenta las características intelectuales, profesionales, de edad, sexo y otras de la concurrencia; considere la hora, el clima y la comodidad de los asistentes para programar la extensión de su discurso. En fin, hay cuantiosos detalles que deben contemplarse al planificar una exposición con el propósito de satisfacer las expectativas del oyente.
Otro asunto a tomar en cuenta: El contenido es una cuestión de invalorable trascendencia. Al elaborar su esquema divídalo en tres partes: Entrada (saludo, agradecimiento e introducción general), cuerpo (allí desarrollará el tema central) y cierre (conclusiones, reflexiones finales, una frase o apotegma). Es inevitable que este esbozo lo tenga escrito para guiar su alocución de manera ordenada, pues con la tensión puede pasar por alto u omitir algún punto.
Si el discurso será leído, la estructura de su texto se recomienda que sea coherente con lo señalado líneas arriba. Olvidaba indicar algo que me ha ayudado en mi entrenamiento: observar y estudiar a buenos oradores para recoger sus virtudes y talentos.
Existen personas que aduciendo no tener capacidades para hablar optan por el discurso leído. Cuidado, si usted no sabe leer “bien” (algo frecuente en nuestro medio), su presentación no será la mejor. Su lectura deberá probarse para verificar su adecuada postura, dicción, entonación y escrupuloso respeto de la puntuación. No cometa los frecuentes errores de nuestras autoridades que recurren a la disertación escrita y evidencian enormes carencias.
No omita detalles de forma como la ropa que llevará puesta. Se sugiere que no sea llamativa, atrevida y apretada. De igual manera, evite exhibir accesorios brillosos que distraigan (relojes, prendedores, aretes, pulseras, gemelos, etc.).
Use prendas confortables para obviar ajetreos inconscientes que desconcentren. Con anticipación coordine -con el moderador o maestro de ceremonia- pormenores como el puntero, power point, vaso con agua, tiempo asignado y otros. Todo ello lo hará sentir tranquilo y aliviado.
Tenga presente que lo substancial no solo es demostrar conocimiento del asunto que expondrá. Es fundamental ostentar que está seguro de lo que dice. La convicción es una cualidad que no todos ejercen en el proceso de comunicación oral y es uno de los más valiosos. Demuestre que está convencido de lo que habla y cómo lo explica. Transmita aplomo, sonría, recurra a la ironía, cuente anécdotas, sea coloquial, ameno y líbrese de solemnidades absurdas. ¡Suerte!
Por Wilfredo Pérez Ruiz
Expositor de etiqueta social en el Instituto de Secretariado ELA y la Corporación Educativa Columbia. Docente y consultor en protocolo, imagen personal e institucional y etiqueta.