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REVISTA

Por la izquierda al centro

El gobierno de Ollanta Humala
Van culminando los preparativos para la instalación del gobierno de Ollanta Humala. Aún no tenemos la formación completa de su Gabinete pero lo que sabemos nos permite percibir la textura de un régimen que muchos temían radical de izquierda pero que se va instalando en el centro político, a partir de equilibrios y alianzas organizadas con habilidad para ganar en gobernabilidad y estabilidad.
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Por la izquierda al centro

 

El discurso social no ideologizado sigue caracterizando al nuevo gobierno y el presidente se ha cuidado de mantener el énfasis en las reformas prometidas a las mayorías, en las banderas éticas y en la defensa de la democracia. Ahí pone distancia con lo que caracteriza a la derecha que es la defensa de los privilegios y del poder que los beneficia.

En democracia el valor central de las posiciones progresistas siguen siendo los ciudadanos y la pluralidad basada en la concertación y el respeto a los derechos humanos, entendiendo que una ciudadanía activa y demandante de sus derechos avanza hacia el bienestar colectivo. Y esta idea fuerza es esencial tanto en la lucha contra la pobreza como preocupación central como contra la corrupción, tarea primordial que creemos tendrán en Javier Diez Canseco y en Omar Chehade sus líderes más activos.

Un desafío de fondo es la presencia del Estado en todo el territorio ejerciendo sus funciones de promotor, regulador, redistribuidor y coordinador del esfuerzo nacional por el desarrollo y la justicia social. Algo que se dice rápido pero es una tarea estructural pendiente desde que surgimos a la República. La imaginamos muy presente en la mente de un ex militar como Ollanta Humala que siendo renovador conoce de cerca las falencias institucionales.

Ollanta Humala en la conducción del Perú se suma a partir del 28 al conjunto de líderes progresistas del continente como Ricardo Lagos, Michelle Bachelet, Lula da Silva, Tabaré Vázquez, etc., que constituyen una nueva especie de políticos latinoamericanos que guardan su popularidad a partir de la coherencia con un progresismo maduro democráticamente en sociedades que esperan respuestas básicas, más pragmáticas y menos ideológicas a fin que la dimensión humana domine sobre el capitalismo y no al revés.

El progresismo con sus gobiernos en el continente ha ido construyendo un centro, que en ciencia política es el punto medio entre derecha e izquierda, pero que en la escena política concreta se asimila al reformismo y valora posiciones consensuadas, manteniendo sus objetivos de cambio moderado y gradual sin perder de vista su urgencia.

Se ha dicho que América Latina gira a la izquierda. Se trata de una izquierda obligada al equilibrio económico. Las fuerzas económicas globales exigen confiabilidad en los conductores de las economías nacionales. Y hasta los gobiernos presuntamente radicales se ven obligados a manejar responsablemente la economía ubicándose en posiciones de centro que combinan manejo responsable y atención a lo social dentro de la disciplina fiscal.

"La justicia social es ahora necesaria para la eficiencia económica". Esta frase del líder laborista Gordon Brown cae a pelo en la presente etapa. Define el espíritu de un nuevo progresismo, continuador, pero a la vez distinto, que debe enfrentar nuevos dilemas en el mundo moderno.

Ollanta Humala va marcando la cancha, continuando y renovando a la vez, dando seguridades sin abdicar banderas. Iniciando su tarea de equilibrista permanente para no ceder en las esencias que lo han llevado al poder ni tampoco agitar el gallinero para que la derecha lo haga víctima de sus ataques mediáticos. Como claramente sucedió durante la quincena del escándalo del viaje de su hermano a Rusia. Avisado está, los medios no le perdonarán nada.

A la espera del discurso del 28 de julio, la agenda gira en torno a mantener el crecimiento buscando la redistribución y la inclusión. A un nuevo pacto para la transformación en educación y en salud. A combatir las desigualdades sociales como consigna autodefensiva y preventiva dentro del sistema.

Ollanta y su equipo apuestan a renovar dentro de la continuidad del modelo. Saben que el desempleo juvenil, la exclusión de amplios sectores sociales son antinómicos de la estabilidad y de la gobernabilidad. Que un mínimo de bienestar social es prerrequisito para competir en el mundo globalizado.

Y saben también que los Estados nacionales, a pesar de las grandes limitaciones que les impone la globalización, siguen siendo los responsables del bienestar colectivo. Le exigirán rápidamente concretar sus promesas sociales y sus banderas éticas sin perder los logros del crecimiento y las expectativas mundiales sobre lo avanzado.


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