Hasta el último minuto de su segundo mandato, el ex presidente Alan García Pérez fue fiel a su estilo: no asistió al cambio de mando y se sacó la banda presidencial en el patio de la Casa de Pizarro, se subió a su automóvil y partió dejando atrás cinco años de gobierno para convertirse en un ciudadano peruano del montón.
Terminó su mandato con 46.2% de aprobación (según encuesta de CPI) sin ocultar que su partida de Palacio de Gobierno le causaba nostalgia, partida muy diferente -por cierto- a la de 1990, cuando en su discurso de despedida fue pifiado y recriminado por la forma desastrosa en que dejaba al país: con una desbordante hiperinflación en medio de la brutal embestida del terrorismo.
Alan García quiso que el pueblo peruano le brindara una segunda oportunidad para reivindicarse por, no los errores, sino “horrores” en los que incurrió durante su primera gestión. Y para muchos lo ha logrado, él mismo se lo cree. Así lo dio a entender en su último mensaje a la Nación como presidente de la República: “Hemos logrado el primer nivel de crecimiento de América Latina”.
El balance del segundo gobierno de García es considerado moderado por muchos, se podría decir que gobernó en “piloto automático”, sin correr riesgos. Pero eso tuvo su precio, ya que perdió la oportunidad de llevar a cabo grandes cambios que necesitaba el país.
Es cierto que durante su segundo periodo la pobreza en el Perú se redujo en más de 10 puntos porcentuales, pero las desigualdades socioeconómicas siguieron a la orden del día. El tan alabado crecimiento económico no benefició a todos. Esto sumado a escándalos de corrupción que mancharon su gestión.
En el segundo gobierno aprista se destaca la promoción del turismo y las exportaciones, así como el despegue de los acuerdos de libre comercio y los programas sociales (sondeo Apoyo). Dependiendo del accionar de la administración de Ollanta Humala en estos cinco años, se vislumbrará el futuro político de García, quien no ha ocultado su intención de repetir el plato por tercera vez posiblemente en el 2016.
Hoy por hoy, Alan Gabriel Ludwig García Pérez (confundido a veces como Alan Damián) es un ciudadano peruano más, que tiene la obligación de rendir cuentas por el tiempo en que estuvo al frente del Perú. Por lo pronto, ha sido citado en el marco del juicio que se sigue a marinos y civiles por el caso de interceptaciones telefónicas de la empresa Business Track (BTR).
En calidad de agraviado, deberá responder el viernes 12 de agosto junto a otros agraviados, entre ellos el ex canciller José Antonio García Belaunde, el congresista Javier Diez Canseco, los ex parlamentarios Luis Delgado Aparicio y Rolando Sousa, el periodista Nicolas Lúcar, entre otros.
En esta ocasión ha sido citado en calidad de agraviado pero, ¿en un futuro cercano lo será en calidad de denunciado por los “faenones” del APRA? En tanto, el ex mandatario mantiene un perfil bajo al punto que muchos se preguntan: ¿qué es de Alan García?.
Foto: César Revilla (Generacción)