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REVISTA

GRAN TESORO ICHMA

Huaca San Borja
Presta a recibir a quienes decidan visitarla para descubrir sus secretos, la Huaca San Borja, es uno de los pocos testimonios vivos de lo que significó la gran Cultura Ichma en nuestra Lima de antaño, y viene recuperando de a pocos parte de la estructura que le permitió consagrarse como uno de los más importantes centros religiosos y administrativos menores del Valle Bajo del Rímac.
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GRAN TESORO ICHMA
No tiene la dimensión y majestuosidad de sus coetáneas y casi vecinas, pero sus construcciones de escasos ocho metros de altura, con ese color característico que imprime el uso del barro, son suficientes para romper el esquema citadino de un distrito moderno como San Borja, de apenas un cuarto de siglo de creación, pero que guarda miles de años de historia, de una milenaria cultura que se desarrolló antiguamente: la Ichma.
 
Ubicada en la intersección de las avenidas Canadá y de la Arqueología, esta zona arqueológica o parte de lo que queda de ella, para ser más exactos, se ha convertido en uno de los principales atractivos de este distrito. No solo porque está enclavado en una vía de enorme tránsito y concita la atención de apurados transeúntes, sino porque sus enigmáticas edificaciones atraen la mirada de grandes y pequeños, que no tardan en ser atrapados por tan particulares muros de barro.
 
Conformada por una pirámide trunca, de aproximadamente ocho metros de altura, que no tarda en llamar la atención de quienes se presten a visitarla, la Huaca San Borja fue erigida sobre la base de adobe, material que predominó en el común de las edificaciones de esa época y que hoy, miles de años después, permanece en pie y busca recuperar el sitial de importancia que ocupó en la Lima de antaño.
 
De igual forma, se puede apreciar un elevado muro perimetral, hecho igualmente de adobe, que une tres de los cuatro lados del conjunto arquitectónico, en cuyo interior también se observa un segundo muro perimetral, dentro del cual resaltan algunos pasadizos, pisos a desnivel y accesos, como una pequeña rampa principal, similar a la que se observa en la Huaca Huallamarca (Gener@cción, Edición Nº 68), aunque de menor tamaño.
 
UN POCO DE HISTORIA
Son precisamente estos vestigios los que han permitido que arqueólogos e historiadores puedan determinar sin temor a equivocarse que el lugar fue construido por el Señorío Ichma, sociedad que entre los años 900 y 1470 d.C. (otros dicen 1100 – 1450 d.C.) logró desarrollarse y andar de la mano con la evolución del valle que por ese entonces tenía usos y costumbres propios.
 
Valiéndose de los secretos que cada una de sus construcciones guardan, este sitio se ha convertido en una leyenda viva del pasado histórico de nuestra capital, puesto que a pesar de haber sido ocupado desde el Intermedio Tardío hasta principios de la Colonia, también tiene muchas cosas que contar de la época republicana, periodo en el que se construyó una casa hacienda en su cima.
 
Según cuentan los historiadores, la Ichma –palabra que a decir del investigador del idioma quechua, fray Diego Gonzáles Holguín, significaba “color de fruto que nace en capullo”– fue una cultura de gran prestigio, fama que encontró sustento en las 17 huacas que construyeron. Pero, debido a que durante la Conquista, los españoles, en su afán por encontrar tesoros escondidos, no encontraron mejor motivo para destruirlas, dejaron cual legado para la posteridad solo dos de ellas: el Complejo Arqueológico Limatambo y la Huaca San Borja.
 
DE LOS ICHMA AL SIGLO XXI
Pero para que la Huaca San Borja luzca como la apreciamos en la actualidad, muchos momentos de nuestra historia tuvieron que conjugarse. Así, después que los Ichma perdieran supremacía sobre el lugar, fueron los españoles los nuevos habitantes de este sacrosanto lugar, quienes en un afán por hacerse de los objetos que había en su interior, no dudaron en destruirlo.
 
De ahí que al fundarse la ciudad de Lima, durante la repartición del territorio entre los conquistadores españoles y sus hombres, a Antonio Picado, secretario de Francisco Pizarro, se le otorgó la propiedad de la hacienda San Borja, lugar que lejos de servir para cultivar productos como papa, maíz, cebada, olluco y alfalfa, fue pasando de mano en mano.
 
Es más, según cuenta literalmente Ricardo Palma en su tradición ‘Los Caballeros de la Capa’: “Al fallecer (Antonio Picado, secretario del Marqués don Francisco Pizarro, o más bien dicho su demonio de perdición) heredó la hacienda su viuda Ana Suárez y su nuevo esposo Sebastián Sánchez de Merlo; al fallecer esta Sánchez de Merlo hereda la hacienda y luego la entrega, como parte de dote al contraer matrimonio, a su hermana, Quitería de Merlo, con Francisco Ortiz de Arbildo, quien a su vez se la deja a su hijo…”.
 
Al punto que a partir de 1594, la hacienda San Borja, ubicada en uno de los cinco valles de Lima, continuó, a la par que sufría sucesivas trasformaciones en su territorio, cambiando de mano en mano de las familias que la tuvieron a su cargo, tal como la Arbildo, cuyos descendientes con el tiempo cederían la propiedad de la huaca, hasta que esta llegó a estar bajo la administración de los jesuitas.
 
Fue precisamente la Orden Jesuita, que llegó al Perú en 1568 –a pedido del Virrey Toledo– por decisión del padre San Francisco de Borja, quien envió una delegación para que se encargase de la administración de la hacienda. Pero, como los jesuitas, correrían con el paso del tiempo la misma suerte de los Ichma, fueron expulsados en 1767: y tan solo cuatro años después, en 1771, tras un remate de las propiedades, el lugar fue adquirido por el chileno Manuel Gallegos Dávila. A partir de ese entonces la hacienda cambiaría constantemente de propietario.
 
DEL DISTRITO Y LA HUACA
Ya en el siglo XX, de la mano del plan de expansión urbana de la capital, la familia Brescia –en 1962– decide adjudicar 1200 metros de lo que en ese entonces era su propiedad, la hacienda San Borja. ¿El motivo? La Congregación del Espíritu Santo había decidido construir una parroquia y un colegio.
 
Desde ese momento, se dio inicio a una gran expansión de viviendas alrededor de la nueva parroquia. Y como en esa época San Borja era parte del distrito de Surquillo, cuya municipalidad no podía darse abasto para atender las necesidades crecientes de esa parte de la ciudad, pronto se formó el Frente Cívico de Defensa de San Borja con la intención expresa de independizarse.
 
Así, en 1967 se funda la Asociación de Propietarios Residentes de San Borja, cuyos miembros suscribieron un memorial por iniciativa del entonces senador Javier Alva Orlandini, para que tan solo un poco más de tres lustros, en 1983, mediante la Ley Nº 23604 lograr la autorización que permitió la creación del distrito como tal.
 
A partir de entonces, se inició una gran cruzada por recuperar el máximo tesoro que esta jurisdicción guardaba entre sus linderos: la Huaca. Así, durante varios años, hasta 1994, la Municipalidad de San Borja de la mano de la Universidad de Lima–tal como reza un enorme letrero que resume la historia de la huaca en su interior–, tuvo a su cargo la restauración, preservación e investigación del lugar.
 
Después que en el año 2000, el arqueólogo del Instituto Nacional de Cultura (INC), Carlos Rea, dirigiera el estudio de puesta de valor de la Huaca San Borja, resulta fácil olvidar el estado de abandono en que vivió sumida por largos años. Con pequeñas palmeras y numerosas plantas que encandilan por su verdor, sus bien cuidadas construcciones se prestan a recibir a quienes por ahora desean adentrarse en la historia de la Lima prehispánica.
 
CENTRO RELIGIOSO Y ADMINISTRATIVO
Respecto a la función que cumplió el lugar en la antigüedad, las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en esta Huaca revelan que su principal función estuvo basada en ejercer como centro religioso y administrativo aunque menor en el Valle Bajo del Rímac. Esta información sirvió para complementar los datos que habían arrojado las excavaciones realizadas entre 1988 y 1993 por el arqueólogo Alberto Bueno.
 
Bueno, gracias a las nuevas evidencias que arrojaron sus estudios, permitió identificar los periodos de ocupación (básicamente Intermedio Tardío, pero con ocupaciones Inca, Colonial y Republicana), el rol y las funciones que cumplió este monumento arquitectónico, siempre dispuesto a recibir a todo aquel que busque adentrarse en la historia de las Tres Veces Coronada Ciudad de los Reyes, Lima, nuestra capital.
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COMENTARIOS
7 comentarios      
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12 de diciembre 2011
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