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REVISTA

PARA QUE NO SE REPITA

Verdad sobre el terrorismo
A raíz del quinto aniversario de la entrega del informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, una seguidilla de voces se alzaron criticando su labor, afirmando que sus conclusiones finales han polarizado al país. Este 12 de septiembre se han cumplido 16 años de la captura del líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, y solo cinco días después, un año de la extradición del ex presidente Alberto Fujimori. Gener@cción considera de vital importancia realizar una reflexión al respecto.
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PARA QUE NO SE REPITA
La historia comenzó de manera silenciosa y sin que nadie se diera cuenta. Hace 28 años un 17 de mayo de 1980, un pequeño grupo de personas tomó por asalto la escuela donde se desarrollaban los comicios electorales en el pueblito remoto de Chuschi, en ese departamento olvidado de la sierra llamado Ayacucho (rincón de muertos, en quechua), y quemó las ánforas para luego retirarse lanzando vivas al inicio de la lucha armada.
 
¿Quiénes eran? ¿Qué querían? Nadie lo sabía. Nadie quiso saberlo. Al día siguiente, los diarios dedicaban grandes titulares informando de la vuelta al poder del arquitecto Fernando Belaunde tras 12 años de dictadura militar. Atrás quedaban los episodios oscuros de represión y huelgas. El país respiraba aires de esperanza, a pesar de la grave crisis económica e institucional, y nadie quería leer malas noticias. Menos todavía si provenían de un pueblito que nadie sabía dónde quedaba.
 
Nadie se imaginó lo que estaba por llegar. Nadie previó la aparición de Sendero Luminoso. Pero Sendero llegó, cargado de mucha dinamita y de marxismo leninismo maoísmo. Y le fué suficiente para desatar una guerra feroz y dar inicio de esa forma al período más violento en la historia republicana de nuestro país.
 
Pronto comenzaron a llegar las primeras noticias. Voladuras de torres de alta tensión, puentes dinamitados, pueblitos ayacuchanos sitiados, puestos de la guardia civil atacados -con el consiguiente robo de armamento y municiones-, asaltos a minas y saqueo de dinamita. Los senderistas estaban armándose. ¿Para qué? Nadie tampoco lo sabía.
 
TAN SOLO ABIGEOS
 
¿Cuál fue la respuesta del gobierno? Llamarlos abigeos. Decir que eran fuerzas provenientes y financiadas desde el exterior, quizás de Cuba. Pero no, Sendero Luminoso no provenía del exterior y su financiamiento era propio, sostenido por los robos de armas y dinamita. Lo que Belaunde y sus ministros parecían no entender era que, para Abimael Guzmán Reynoso, Fidel Castro sería algo así como un peón del revisionismo social imperialista soviético. Es decir, con Fidel ni a misa.
 
No fue sino hasta diciembre de 1982, que Belaunde reconoció que la Policia no se daba abasto para contener a esos “abigeos” y convocó a las Fuerzas Armadas, tras declarar en estado de emergencia a cinco de las siete provincias del departamento de Ayacucho.
 
Los ataques a puestos policiales, los apagones, las voladuras de puentes, las tomas de pueblos enteros, las pintas y las banderas rojas con la hoz y el martillo se contaban por centenares. Los muertos y heridos, también. Con el ingreso de las fuerzas a la zona de emergencia se iniciaba otro capítulo, donde el color de la sangre teñiría de rojo las blancas quebradas de la sierra.
 
Al igual que los policías, los militares no tenían la menor idea de a quiénes se enfrentaban. No sabían qué era Sendero ni por qué luchaban sus integrantes. Tampoco conocían su ideología y planes, y mucho menos su organización. Solo tenían la certeza de que eran sanguinarios y que no les importaba matar ni morir.
De manera que cuando capturaban a algún sospechoso, trataban de obtener información como fuera. Incluso haciendole preguntas. Pero sobre todo golpeandolo, introduciendole la cabeza en tinas con agua, colgandole los brazos hacia atrás y otros tipos de vejámenes que dependían de la inventiva y el humor de los oficiales de turno. El problema era que ni siquiera sabían qué preguntar…
 
MÁRTIRES DEL PERIODISMO
 
Mientras tanto, todo continuaba como antes. Peor que antes. En enero de 1983, se produce la tragedia, una de muchas que le seguirían, se produce: Ocho periodistas asesinados por ronderos que los tomaron por terroristas al confundir sus cámaras fotográficas con armas. En Lima y en el mundo entero, la gente se enteró de la existencia del misérrimo pueblito de Uchuraccay, en las alturas de Huanta.
 
Una vez interrogados, los campesinos aseguraron que los militares les habían dicho que se defendieran de los terroristas cuando estos llegaran. “El enemigo viene por tierra. Nosotros, que somos amigos, en helicóptero”, les habían dicho a los campesinos. Los periodistas llegaron por tierra. 

Luego de esta matanza, Sendero comenzó a pelear ya no solo contra las fuerzas del orden, sino contra los propios campesinos por los que decía luchar. ¿Por qué? Porque los campesinos, hartos de los constantes ataques y robos por parte de los terroristas, decidieron defenderse, con la venia de las fuerzas del orden, y llegaron a capturar y linchar a terroristas. ¿El resultado? Muertos. Más muertos.
 
A partir de entonces, las noticias de matanzas, enfrentamientos, desapariciones y hallazgos de fosas comunes se hicieron cosa de todos los días. En pequeños pueblos de la sierra, miembros de las Fuerzas Armadas, tanto de la Marina como del Ejército, asesinaban a centenares de campesinos desarmados bajo la acusación de ser senderistas o colaboradores. Luego los enterraban con la esperanza de que nadie se enterase nunca. Pero los muertos hablan. Ahí están las fosas recientemente descubiertas en Putis.
 
Sendero no se quedaba atrás, por supuesto. Ellos también contaban los muertos que dejaban a su paso por centenares. Las principales víctimas eran campesinos atrapados en el fuego cruzado entre uno y otro bando. Y por si fuera poco con Sendero Luminoso, hizo su aparición el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA). Ni la llegada del Papa Juan Pablo II, en febrero de 1985, apaciguó los ánimos.
 
La elección de Alan García Pérez como presidente, tampoco. Las matanzas en la sierra continuaban, mientras los coches bomba y los apagones en Lima aumentaban de intensidad. Y los asesinatos selectivos a autoridades civiles -alcaldes, prefectos, gobernadores- inauguraban una nueva modalidad de socavar el orden democrático: allí donde no había autoridad, Sendero imponía la suya. Mientras tanto, los detenidos se acumulaban en las cárceles. El Frontón fue reabierto para recibir a los procesados por terrorismo. En el penal de Lurigancho, contaban con pabellones propios.
 
Sin embargo, mientras García denostaba contra el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y amenazaba con estatizar los bancos, las financieras y las compañías de seguros, Sendero ampliaba su radio de acción hacia la selva, donde encontró un aliado en el narcotráfico -sociedad que pervive hasta la fecha-, y hacia Lima, donde los coches bomba y los apagones hacía rato eran cosa de todos los días.
 
Precisamente a causa del intento de estatización de la banca nació la figura política de Mario Vargas Llosa, quien terminaría siendo candidato presidencial para las elecciones generales de 1990, tras el descalabro económico del gobierno aprista que desencadenó una hiperinflación de pesadilla. Aunque sería un desconocido ex rector de la Universidad Agraria -asesorado por un sombrío ex capitán del Ejército, Vladimiro Montesinos- quien terminaría alzándose con el triunfo.
 
LA CAPTURA DEL SIGLO
 
Alberto Fujimori lograría controlar la inflación luego de un traumático “paquetazo” de medidas económicas lanzado el 8 de agosto de 1990, tan solo 11 días después de asumir el cargo. Bajo su mandato también se conseguiría el 12 de septiembre de 1992 la captura del líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, lo que significó el inició del fin de la agrupación terrorista.
 
Sin embargo, no es menos cierto que durante los dos años anteriores a la captura, la lucha contrasubversiva se libró de manera clandestina y brutal, con crímenes como los de Barrios Altos y La Cantuta. Sendero haría lo propio con el atentado a la calle Tarata en el distrito de Miraflores, que serviría para que Lima se diera cuenta de lo cerca que podían estallarle las bombas. Es trágico decirlo, pero en términos cuantitativos Sendero asesinó a más campesinos en cualquiera de sus incursiones en la sierra que en dicho atentado miraflorino.
 
Aprovechando el pánico que los rumores de un inminente “cerco del campo a la ciudad” concebido por los senderistas desató en Lima, el gobierno de Alberto Fujimori hizo de la corrupción su modus operandi, como después pudieron ver el país y el mundo entero gracias a los llamados ‘vladivideos’ que desde los últimos meses del año 2000 fueron hechos de conocimiento público.
 
Precisamente fue una de estas cintas que salió a la luz en septiembre del 2000 la que motivó el escándalo internacional y el posterior llamado a elecciones por parte de Fujimori, quien renunció a la Presidencia de la república vía fax desde Japón. Suscitando el rechazo de la renuncia por parte del Congreso y la declaración de vacancia de la presidencia por incapacidad moral del ex Jefe de Estado. Luego, el Pleno del Parlamento elegiría al congresista Valentín Paniagua como presidente del Gobierno de Reconstrucción Nacional.
 
Este fue el gobierno que creó una Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) con el fin de que investigue los hechos acaecidos a partir del 17 de mayo de 1980, tras la quema de ánforas en ese pueblito remoto de Chuschi, en aquel departamento olvidado de la sierra sur llamado Ayacucho, donde todo había comenzado.
 
PARA QUE NO SE REPITA
 
Ahora que se cumplen 16 años de la captura de Guzmán y un año de la extradición de Fujimori, dos piezas importantes en esta historia, cabe recordar ciertas cosas. Nadie puede negar que fueran los integrantes de los grupos terroristas Sendero Luminoso y el MRTA los principales responsables de todas estas muertes, al declararle la guerra al Estado y por consiguiente a todos los peruanos.
 
Pero nadie puede negar tampoco que ni el Estado ni los sucesivos gobiernos ni ningún peruano puedan escapar de su propia responsabilidad. Todos permitimos la permanencia de una situación de marginación abismal y terrible de las comunidades de la sierra respecto de la sociedad occidental que supuestamente representamos.
 
Esta marginación puede ser el germen de nuevas violencias de incalculables dimensiones en el futuro, de no remediarse la situación anómala de la que todos somos en cierta forma responsables. Pues hay una responsabilidad histórica que nos corresponde aceptar. Existe un país oficial separado del país real, al que ignora en el mejor de los casos, pero al que muchas veces desdeña. Un país en el que conviven gentes que participan del siglo XXI, con todas las comodidades y avances científicos y tecnológicos, y gentes, como los habitantes de las zonas altoandinas, que viven en el siglo XIX o XVIII.
 
Los dimes y diretes entre congresistas, ministros, generales y ex comisionados de la verdad, pasan a último plano cuando la historia del Perú, la pasada y, sobre todo, la que está por escribirse, está en juego. La guerra parece no haber concluido. Dicen que en una guerra nunca hay vencedores. En esta, sin duda no los hubo.
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