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URGE DIGNIFICAR LA POLÍTICA

En esta hora de crisis moral
Es momento de asumir en nuestro país el desafío que implica hacer de la política lo que esta es, una de las más tareas que puede tener el ser humano, haciéndola más digna. Veamos…
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URGE DIGNIFICAR LA POLÍTICA

El cielo limeño se volvió más gris que de costumbre, el aire que respiramos se enrareció… es que  las noticias emitidas por las radios, diarios y estaciones televisivas daban cuenta de un nuevo acto de corrupción de envergadura, al mismo que le tomaría tan solo cinco días para traerse abajo al primer gabinete aprista. Una vez más, como en otras ocasiones, se ponía en jaque a la democracia, generándose desconfianza en el peruano de a pie, que por cierto cada día pierde más fe en la política.

En ese contexto no podemos quedarnos quietos y, mucho menos, callados. Debemos ser críticos e implacables contra estos actos que causan la descomposición social en nuestra patria. Tenemos, ante todo, que exigirle al gobierno que ponga coto a la corrupción que lacera la piel de nuestra nación y hace sangrar el alma de nuestra patria, haciendo que nuestro futuro se torne desesperanzador.

 

Nadie debe mantenerse al margen de lo que viene sucediendo. Una de las tareas que tenemos los hombres y mujeres en nuestro por delante consiste hoy, más que nunca, en cultivar nuestra alma, llevando una vida ejemplar, respetando las buenas costumbres, forjando esperanza, para convertirnos en referentes en una sociedad fundamentalmente joven que tanto necesita de buenos ejemplos para redimirse.

 

Que duda cabe que el camino de la vida, escarpado y duro de recorrer, pone a prueba la consistencia de nuestro carácter. Y que en el trajín, los pecados capitales acechan y la oscuridad de la ignorancia amenaza con cubrirnos con su manto. Las cuitas, la envidia, la hipocresía y el egoísmo aportan lo suyo. Así la desorientación es total, al extremo que nos hace, prisioneros de la superstición, reemplazar el esfuerzo por el azar de la buena suerte.

 

Solo con trabajo honesto y perseverante, no lo olvidemos, se alcanza el éxito y el sueño dorado. Es decir la felicidad, a fin de compartirla con nuestros seres queridos y los que nos rodean. Tengamos en cuenta que nuestros verdaderos tesoros se encuentran en nuestros corazones y en nuestras mentes, donde albergamos el amor y la inteligencia, que combinados constituyen la fuente de toda sabiduría.

 

Así, urge la necesidad que seamos sabios y humildes a fin de ir al encuentro de nuestra alma. Recordando la hacer esto que la humildad es la clave para avanzar por el camino de la vida. Es por tanto necesario trabajar con ahínco en aras de alcanzar la excelencia. Una que se obtenga apoyándonos en una sólida formación física, moral, espiritual y mental.

 

En ese sentido,  nuestras acciones deben basarse en la ética del carácter, la cual se basa en principios fundamentales, tales como la integridad, justicia social, equidad, dignidad humana y honestidad, por tan solo citar algunos… que por lo demás no son, ni deben ser ajenos, a los peruanos,  puesto que hemos heredado nuestra  Trilogía Andina que predica la honradez, la laboriosidad y la veracidad.

 

Por eso recordemos el inmortal mensaje que nos legó Jorge Basadre: “La primera cosa que tiene que hacer toda auténtica juventud es aprender a no venderse. Nada más grave para el futuro y para la salud moral de una nación que las asambleas de pusilánimes o aprovechadores venales cuyo lenguaje común es tratarse mutuamente como respetables. No sólo los políticos, sino muchos grandes médicos y grandes abogados y profesores y aristócratas e intelectuales entran en esa lucrativa confraternidad”.

 

Como también a Séneca, quien recordaba al mundo "la brevedad de la vida"… y es que de verdad la vida es corta: los peruanos no podemos así continuar autodestruyéndonos, permitiendo que las bajas pasiones nos gobiernen y que los egoísmos y mezquindades orienten nuestras vidas. No olvidemos, “las personas pasan, las instituciones quedan"; nuestra noble misión es trabajar con firmeza en pro de la consolidación de nuestra nación.

 

Estamos viviendo en el milenio de la verdad, hay justificadas esperanzas de que la humanidad logre dejar atrás al oscurantismo que por siglos la ha sometido, condenándola a la ignorancia, conduciéndola por el camino del temor y la desesperanza. Alejándola para desgracia de ella del sendero del amor, único camino que nos conduce a los dominios de la verdadera felicidad. Urge pues en estos momentos, convertirnos en los protagonistas de la futura historia del Perú.

 

Para lograrlo, es necesario acceder a la sabiduría. Para ello se necesita amor en nuestros corazones e inteligencia en nuestra mente. Por tanto, hay que permitir que la luz aflore de nuestros corazones y del alma nacional, a fin de que nuestra patria ilumine al mundo con la verdad, alejando de nuestro ser los temores y fantasmas- que con ventaja y alevosía- muchas veces nos han impuesto.

 

No hay nada más hermoso que vivir la vida con pasión, disfrutando del placer de las buenas costumbres, teniendo como altar íntimo y privado a nuestra conciencia, concediéndonos nosotros mismos la oportunidad de canalizar el conocimiento universal que esta por doquier, pero al cual sin embargo muchas veces eludimos. Por ello, es bueno que seamos hombres y mujeres impelidos siempre por nobles ideales.

 

No olvidemos que nuestros enemigos son la pobreza, el desempleo, el analfabetismo,   el hambre, la pobreza moral, el egoísmo, la corrupción, la mezquindad y el protervo oportunismo. ¡Luchemos para que en nuestro país impere la justicia social!, teniendo en cuenta que debemos desterrar y enfrentar a quienes pretendan saquear o incendiar a nuestra patria, nuestra casa común.

 

Así como es necesario desterrar de la función pública a personas de escasa solvencia moral, también urge que desterremos de nosotros la indiferencia por el manejo de la cosa pública. No olvidemos que millones de peruanos sólo se preocupan de sus asuntos particulares, desatendiendo las cuestiones de Estado, girando así un cheque en blanco a ciertos   facinerosos que  con la etiqueta de políticos, manejan las arcas del Estado y socavan los cimientos del futuro, lo único que podemos legar a las generaciones venideras.

El camino para desterrar los hechos de corrupción se construye promoviendo e incrementando la participación de la ciudadanía. El gobierno tiene la obligación de hacer transparente la gestión pública, poniendo la información al alcance de todos nuestros compatriotas. No quepa duda que hoy, más que nunca, urge dignificar la política, que en su esencia es el arte de servir y la capacidad de gobernar en pro de un presente y de un futuro digno de legar a nuestros hijos.

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