HORA DE DEFINICIONES

A nadie debe causar sorpresa que alguien diga, como hacemos en nuestro caso, que la crisis financiera desencadenada en los EEUU constituye un hito mayor en el devenir del capitalismo mundial. Si alguien duda aun de ello, que se entere que el otrora sólido sistema financiero norteamericano quebró y que al colapsar no solo ha golpeado arteramente las finanzas y la economía a nivel global, sino también ha sepultado al proyecto neoliberal del Consenso de Washington.

Como tampoco debería sorprenderle que se sostenga que la eventual victoria en las elecciones presidenciales del hasta ahora favorito en las encuestas Barack Obama, representa a nivel político lo que a nivel financiero y económico significa la crisis financiera internacional. Vale decir, un punto de inflexión en lo que concierne a las formas de entender y practicar la política en el mundo de nuestros días. De ganar Obama este 4 de noviembre, nada será como antes.

Sin medias tintas sostengamos perorando a uno de los grandes de nuestra patria que hay que “romper el pacto infame de hablar a media voz”. Y afirmar que somos hoy, lo admitamos o no, actores de uno de esos momentos de excepción en la historia. En el cual, la precipitación de algunos sucesos nos confrontan ante el cambio ineluctable. Decir lo contrario equivaldría hoy a huir de una realidad que, aunque dolorosa, nos involucra.

Y aun más. Podemos decir que este 2008 constituye no solo un hito bifurcante en nuestra historia, sino también, por ende, un escenario de trascendentales definiciones. Lo admitan o no los albaceas, grandes y pequeños, del discurso del Pensamiento Único, la hora del debate, del necesario y saludable esclarecimiento ha llegado. No hay espacio en estos momentos para este tipo de hegemonismo ideológico. El péndulo de la historia se ha puesto en marcha.

Nadie hoy, se sienta o no comprometido con los temas de la política, podrá pues mantenerse al margen a partir de estos momentos finales de la utopía neoliberal. La línea demarcatoria está establecida, y discrimina entre lo que pertenece al pasado y lo que forma parte del porvenir que se perfila. Un futuro que exigirá de todos nosotros, además de la búsqueda de eficiencia, una solidaria responsabilidad a la hora de integrarnos en el todo social.

Es la hora de repensar el mundo y -reflexionando y actuando en consecuencia- hacer que emerja una alternativa que nos garantice no solo salir del atolladero financiero, económico, social y político en el que nos encontramos, sino también -evitando otro tipo de fundamentalismos- construir un camino seguro por el que nuestro país transite a fin de crear una sociedad justa, solidaria y por siempre libre. Vale decir, una sociedad de genuino bienestar.