Los medios de comunicación son hoy, reforzados por la revolución tecnológica, un superpoder social y político con profunda influencia en la conciencia colectiva y en el gobierno de turno.
Bajo los principios de la ética y la responsabilidad social, los comunicadores sociales tienen un rol fundamental en la construcción del orden social y la gobernabilidad. Líderes de opinión y mediadores sociales encargados de promover la vigilancia responsable contra la corrupción, el autoritarismo y la violación de los derechos humanos.
Colaboran con la formación de ciudadanos bien informados, fortalecen sus capacidades para una participación responsable. Nadie duda que una información veraz, oportuna y de calidad, permite decisiones más acertadas y la mejor participación en los asuntos públicos que interesan a todos.
Los comunicadores deben contribuir a la transparencia democrática, que la ciudadanía esté enterada del modo de cómo se administra y se gestiona el gobierno (central, regional y local) y como se lidera el desarrollo. Rendición de cuentas relacionadas con los fondos públicos, cumplimiento de los programas de gobierno de tal o cual candidato se ven reflejados en los medios.
Es también responsabilidad de los comunicadores promover el debate público plural para una cultura de la discusión, el debate y el diálogo, necesarios para acuerdos y consensos que garanticen una convivencia pacífica y civilizada.
Coyunturalmente estamos sumergidos en una campaña mediática anticorrupción que iniciada con los petroaudios, sin descartar procedimientos vedados como la creación de mails o manipulación de audios que se unen a los auténticos, se va orientando políticamente al desgaste del gobierno y del partido de gobierno lo que al final redundará en un profundo daño a la imagen de nuestro país, hoy internacionalmente en ascenso.
De ahí que en nuestro ambiente periodístico se haya generado un debate sobre si es correcto el uso de instrumentos obtenidos ilícitamente para luchar contra la corrupción. No es posible usar corrupción contra corrupción. Lo ilícito nunca se convalida por fines presuntamente positivos que se puedan esgrimir.
Otro aspecto fundamental es el uso fe fuentes anónimas. Anselmo González escribió: "Dime qué fuentes bebes y te diré qué producto destilas. El problema es recurrir sistemáticamente a fuentes anónimas o genéricas para sostener opiniones, o hacer valoraciones sobre la gestión que realizan personas que se ven atacadas sin saber de dónde vienen los golpes. Los periodistas rara vez pueden establecer la verdad por sí mismos y dependen de otras fuentes muchas con intereses propios para sostener su versión de la realidad. Pero es evidente que 'no resulta interesante conocer una opinión si no se sabe quién la avala".
El uso responsable de fuentes anónimas es imprescindible pero no hay que olvidar que el origen de la información determina la veracidad de la noticia. Antonio Caño, corresponsal del diario español El País en Estados Unidos, ha respondido sobre la ética de las fuentes anónimas y el control profesional de los medios en Estados Unidos. "El problema principal no es el anonimato de las fuentes. A veces es necesario proteger al suministrador de una información valiosa hasta proteger su vida. El problema es cómo se usan. Una fuente 'anónima' o 'próxima' no puede ser la base para calificar o difamar a nadie, mucho menos si se refiere a alguien de un partido, de una empresa o de un equipo rival. Puede ser suficiente para informar de un hecho (una reunión secreta, una transacción desconocida...), siempre que el periodista, si no ha sido testigo personal, haya hecho un esfuerzo honesto por confirmarlo y haya llegado a la convicción moral de que publica lo cierto".
"En ningún caso es legítimo acusar a alguien de una conducta deshonesta sobre la base de una información anónima y, presumiblemente, suministrada por enemigos. Si los periodistas no son capaces de confirmar la filtración que les llegó y debían de haber renunciado a su publicación", precisa.
Las informaciones de las que dispone un periodista solo pueden ser obtenidas por tres vías: Su presencia en el lugar de los hechos, la narración por una tercera persona o el manejo de algún tipo de documento. El lector tiene derecho a conocer cuál de las tres posibilidades se corresponde con la noticia que está leyendo.
Aunque la petición de anonimato debe respetarse debe figurar el por qué de tal exigencia: Temor a represalias, estar obligado a mantener la confidencialidad del asunto que revela. El abuso de fuentes anónimas ya no es un recurso excepcional se ha trivializado. De ahí a la disminución de la credibilidad del medio hay un paso.