En plena segunda gran cumbre -la tan esperada, por tirios y troyanos, APEC- en este año que nuestro país alcanza las más altas cimas de la geopolítica internacional, dos formas, dos enfoques, hoy abiertamente se contraponen, sin medias tintas, a la hora de visualizar el lugar que ocupa el Perú en el gran escenario que en nuestros días constituye el mundo globalizado.
La ocasión, más allá de lo que digan aquellos que aborrecen los debates, no podía ser más oportuna. Pues, a pesar de lo que se sostenga, este se produce en momentos de encuentro en nuestra América morena de un bloque de gran envergadura. Momento, para el que hechos de importancia capital -como la crisis financiera a nivel mundial y la revolución política en los EEUU- ya se han producido.
En este sentido, el hecho que desde una se sostenga que -más allá de la crisis financiera y la recesión mundial que se avecina- el llamado “Puma Andino”, nuestro país, se convertirá en el refugio de la rentabilidad a nivel internacional, ya que las inversiones no encontrarán mejor plaza que la nuestra y fluirán sin cesar hacia nuestra patria, constituye una fuente de profunda reflexión.
Tanto o igual como el hecho que constituye la posición de aquellos que no concuerdan de lo anterior y que sostienen que no hay nada más lejos de la realidad. ¡Cómo se le ocurre a Alan García, el mismo día que el Japón declara oficialmente su economía en recesión, sostener que la locomotora asiática tirará hacia adelante al vagón económico peruano! Económicamente, argumentan, es un sin sentido.
¿Quién tiene la razón en este debate?: El que, sin duda alguna, a medida que pasen los meses, ya cuando las grandes cumbres sean parte del pasado, se exacerbará. ¿Quién? ¿Los que algunos llaman a rajatabla optimistas; o aquellos que ven que inevitablemente nuestro país se alineará, si no con una alternativa nacionalmente proteccionista, al menos con una de este talante, aunque regional?
Nadie puede anticipar lo que realmente sucederá en el futuro. Nadie. Máxime si, tal como ha sucedido en las últimas décadas en nuestra patria, siempre en coyunturas electorales -y el 2011 no tendría por qué constituir una excepción- nuestro país ha avanzado sobre el filo de la navaja. Esperemos simplemente que la insatisfacción, siempre presente, ceda ante la esperanza. Razones no faltan.