En los días 20 y 21 de Noviembre, Lima quedó literalmente paralizada y enrejada. Líderes de 21 países que integran el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), se daban cita a esta cumbre, para conversar sobre diversos temas, sin embargo, el más resaltante fue el tema económico. Acordaron respaldar el movimiento económico del G-20, impulsar las inversiones y eliminar el proteccionismo.
Según algunos gremios empresariales peruanos, se espera que como resultado de la cumbre de APEC, al Perú venga una inversión acumulada de 100 millones de dólares. Así como, la consolidación de proyectos de inversión en las áreas portuarias, de infraestructura, petroquímica, aeropuertos y turismo. También ha trascendido la consolidación de la cooperación militar con países como Rusia.
De lograrse lo esperado, está bien para nuestro país, pero quién garantiza que esta no solo sea una simple declaración, que luego quede condenada al olvido, y al final solo un dato de la historia, un anécdota colmado de poses, gestos y salamería exagerada.
Uno de lo más entusiastas ha sido el presidente Alan García Pérez, que incluso ha enviado un saludo protocolar al pueblo peruano, el mismo que cada día esta más ausente de un proyecto de desarrollo nacional, el peruano de a pie se siente excluido de la discusión de temas como APEC.
A los peruanos les preocupa el día a día, la generación de empleo, un justo salario, una buena educación y salud para su prole. Para el peruano de a pie, especialmente para los que viven en Lima, los días de APEC fueron un pretexto para descansar y escaparse de la estresante Lima cuyas calles aún siguen en remodelación.
En relación a las inversiones, debemos reiterarle al Ejecutivo que esto constituye un medio y no un fin, que las inversiones no servirán de nada si el gobierno no es capaz de generar un ambiente de paz y permanencia. Sino toma conciencia que en el Perú solo habrá paz, única y exclusivamente si hay justicia, y habrá justicia si los peruanos tienen trabajo digno, alimento, educación, salud, vivienda y libertad. Si las patronales cumplen con los acuerdos con sus trabajadores para que no surjan actos absurdos como la muerte de un policía, producto de las protestas de los trabajadores mineros de Casapalca.
Cómo se puede decir no al proteccionismo, si los países con quienes anhelamos hacer negocios subsidian sus procesos productivos como la agricultura, políticas de patentes que en la práctica se convierten en mecanismos de colonización y realizan actividades de manufactura con costos bajos. Cómo podemos decir no al proteccionismo cuando nuestras PYMES que constituyen el motor de la generación de empleo, está desvalida y desorientada; para nadie es un secreto que estos no cuentan con asistencia técnica, crediticia, tecnológica, de comercialización, capacitación y apoyo estratégico en la búsqueda de mercados y socios estratégicos.
Afirmar entusiastamente que no habrá proteccionismo es un suicidio, es entregar nuestro mercado a las corporaciones y a los especuladores que con su codicia y vanidad andan rondando las economías emergentes como la nuestra. Es condenar a la incipiente industria peruana al fracaso. O es que el objetivo del presidente García, sea acaso, consolidar el actual modelo primario-exportador y de servicios; si es así va por buen camino, pero va en sentido contrario de lo quiere y se merece el pueblo peruano.
Curiosamente con euforia se dice no al proteccionismo y al día siguiente vemos como el gobierno de la administración Bush, se lanza presurosamente a salvar de la bancarrota al grupo financiero Citigroup, realizando un desembolso de $20 mil millones de dólares.
Por otro lado, no lejos de nuestra realidad vemos que el precio internacional del crudo de Diesel ha caído por debajo de los US$ 50 el barril; sin embargo, el organismo de control energético hace mutis y permite que el precio de los combustibles sea alto, lo cual afecta directamente el bolsillo de los peruanos.
Que duda cabe que al día siguiente de