El gobierno del presidente Alan García decidió encargar semejante responsabilidad al novísimo premier Yehude Simon. Este, haciendo alarde de desconocimiento de la cosa pública dijo, con buena voluntad, que se iba a seleccionar una terna en una semana, a partir de los resultados de un concurso público que en ese instante se iniciaba. Sin bases, sin calificación, sin medir las consecuencias, se lanzó el premier.
Luego de las críticas, el premier retrocedió, alargó el plazo y nombró una peruanísima Comisión de notables para elegir al nuevo contralor. Como lo que mal empieza mal acaba, la peruanísima Comisión de notables, luego de un breve tiempo en que evaluó centenas de expedientes (nadie sabe cómo ni qué metodología utilizaron) dio su resultado final: Una terna, en la cual dos personas son fruto de este concurso público y una producto de una invitación.
Conocidos los nombres de los candidatos a contralor, la peruanísima Comisión de notables que preside el funcionario de la Universidad San Martín de Porres -allegada al ministro José Antonio Chang-, es decir el Dr. Richard Webb, ha empezado a recibir una serie de críticas. El maltrato por extensión llega a los seleccionados. Lamentablemente tenía que ser así. Un cargo tan importante no es para que se ocupe en base a un concurso público.
Hay otras características que van más allá de la reduccionista transparencia. Imagínense qué ocurriría si el presidente García decide reemplazar a sus ministros actuales por otros que vengan de un concurso público. En el Perú hay millones que se sienten capaces de ser ministros. Hay miles que desean ser el contralor.
Entonces la peruanísima Comisión de notables se encuentra en la actualidad enfrentando las críticas a su noble labor. Se les acusa de todo. Lo más sensato, de lo que he leído, es que ninguno de los tres candidatos reúne el temple y trayectoria necesaria para poder enfrentar presiones muy fuertes que vengan del Congreso, del gobierno, de los medios de comunicación.
Me pregunto: ¿Qué habría pasado si los miembros de la peruanísima comisión de notables no aceptaban tan gallardo encargo? ¿Qué habría pasado si se dan cuenta de sus limitaciones y que uno no puede ser bueno para todo y dicen no? Si hubieran hecho eso ya no sería la peruanísima Comisión de notables, sino un conjunto de ciudadanos que, conscientes de sus responsabilidades y de su madurez, le habrían dicho: No gracias señor presidente pero esta no es la forma de elegir al contralor. Punto.
