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REVISTA

REFLEXIONES EN TIEMPO DE FIESTAS

Va concluyendo un año que ha pasado muy rápido, que nos ha dejado momentos importantes pero también la conciencia de lo mucho que falta en nuestro país para construir una nación progresista, con mayor equidad social y menor corrupción.
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REFLEXIONES EN TIEMPO DE FIESTAS
El juicio a Alberto Fujimori nos imparte día a día una instrucción moral y arraiga la convicción de que nuestro país necesita practicar la decencia y la ética como valor supremo para toda clase de relación sea ésta personal, social, política o profesional. El escándalo de los petroaudios nos retrotrajo a una etapa que creíamos superada.
 
El sensacionalismo de los medios compitió con la misión investigadora de la Fiscalía y del Congreso. El amarillismo va ganando espacios y evidenciando contradicciones en detrimento de las instituciones sólidas propias del desarrollo político y social que requerimos.
 
Las condiciones sociales y laborales de los sectores menos favorecidos no permiten lo que hoy se denomina cohesión social como elemento clave del progreso y la gobernabilidad. El mundo se ha hecho más complejo haciendo que las vías para el desarrollo no sean simples. Demasiadas contradicciones en las sociedades que reclaman un avance más homogéneo y políticas integradas y sintonizadas con los paradigmas internacionales.
 
Las fuerzas que impulsaron el progreso de la humanidad se han desequilibrado. No hay recetas, no hay banderas pero las utopías persisten. Nadie puede decir que el desarrollo social es fácil ni que dependa del voluntarismo de gobernantes y ciudadanos.
 
El cambio social sigue siendo una urgencia pendiente. El Estado social y democrático de derecho, la democracia de los ciudadanos y la redistribución para la justicia social no son más simples frases de campaña, responden a las carencias de siempre, antiguas pero vigentes que exigen determinar nuevos objetivos colectivos a las mayorías.
 
La causa de la solidaridad en el mundo ya no está sólo en los partidos. Movimientos sociales o religiosos se inspiran en ella y utilizan la Internet para renovar las viejas demandas prestando nuevos rostros, constituyendo redes sociales, formulando proclamas que concientizan a jóvenes que desde el ciberespacio reciben inquietudes, conocimientos y consignas.
 
La rebeldía asume formas cibernéticas especialmente entre los jóvenes como lo demostró Barack Obama con sucesivas batallas y victorias que a partir de la mágica palabra CAMBIO lo ascendieron al poderoso lugar que asumirá dentro de menos de un mes. Ejércitos de nómades inmóviles viajan por el mundo frente a la computadora, se enteran de lo que sucede en otros lares y se hermanan con reclamos y resistencias.
 
La crisis económica internacional que apareció casi a fines del año merece un tratado de recomendaciones y rectificaciones del sistema pero es en el campo social y laboral donde debemos construir las mayores barreras de protección. Estas ya no están en el movimiento sindical sino en el poder del capital social, en la globalización que debe revaluar el excesivo poder de las empresas y la ausencia de límites a la angurria y la ambición del capital financiero. La sociedad del bienestar se desequilibra en los países desarrollados y pierde piso el modelo social europeo que debe librar su propia lucha contra las exigencias de la competencia globalizada.
 
Urge renovar nuestros objetivos nacionales. El proyecto transformador, el cambio reclamado sigue pendiente y buscando rostros y formas. El mismo concepto que ha dado el poder a Obama puede entronizar en países menos maduros e institucionalizados a líderes que desanden el relativo progreso y la democracia alcanzados, sintonizando con el descontento, las angustias vitales y la rebeldía colectiva.

El reencuentro de la sociedad con el Estado está en la agenda nacional a partir de la recuperación de la confianza en la política y los políticos y del reforzamiento de las instituciones. Una revisión profunda de la relación de las autoridades con una ciudadanía integrada por personas individuales, cargadas de poder de consumo, de voto, personas que deseamos formadas, maduras, con criterio y autonomía de decisión, y capaces de discernir y decidir con su propio código moral y sus intereses.

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