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UN ALTO EN EL CAMINO

Todos sin excepción asistimos a un mundo turbulento, agitado y lleno de vicisitudes. De manera individual cada uno está corriendo agitadamente tras sus actividades personales, profesionales, académicas, políticas, empresariales y familiares.
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UN ALTO EN EL CAMINO
Todos sin excepción asistimos a un mundo turbulento, agitado y lleno de vicisitudes. De manera individual cada uno está corriendo agitadamente tras  sus actividades personales, profesionales, académicas, políticas, empresariales y familiares. Los corazones se agitan por la presión que se ejerce sobre nosotros al querer alcanzar ciertas metas que se han trazado.
 
En ese andar,  algunos van con  rumbo y destino fijo, otros  van a la deriva. Urge que todos hagamos un alto en nuestro camino, reflexionemos, meditemos sobre nuestros actos, actitudes, gestos y poses… ver si realmente estos aspectos están contribuyendo a que seamos mejores.
 
En ese momento reflexivo, no solo debemos pensar en el quehacer personal y familiar, sino también en el quehacer que implica la construcción de nuestra patria, para lo cual es importante que generemos y encontremos  consensos, sobre los cuales podamos construir construyamos una patria mejor.
 
El consenso va a surgir cuando tengamos una visión de futuro compartido. Este a la vez nos permitirá hacer coaliciones sobre puntos concretos, que a su vez reflejen el sentimiento de las grandes mayorías y no de un grupo minoritario. Las coaliciones deben sustentarse  en los principios y virtudes más elevadas que puedan existir como  son la justicia y la solidaridad… Ya que de no tener en cuenta la justicia será muy difícil que alcancemos el desarrollo.
 
Los pecados capitales como la codicia, la vanidad y la avaricia deben así ser desterradas de nuestras conciencias y de nuestros hábitos. No olvidemos que los principios como integridad, honestidad,  de calidad, de servicio, veracidad y laboriosidad, jamás varían; por lo tanto, sobre ellas también podemos construir los consensos y hacer coaliciones.
 
Las coaliciones deben fortalecerse sobre la base de un proyecto de desarrollo nacional, donde destaquen las políticas de Estado que nos orienten  en el noble ideal de construir una gran nación. Hagamos un alto en el camino para encontrar los puntos comunes, sin que eso signifique dejar de lado nuestras ideas. 
 
Los puntos comunes podrían centrarse en la lucha frontal contra la corrupción, contra el desempleo, la pobreza. Urgentemente debemos encontrar puntos comunes en lo concerniente a cómo mejorar la educación, y el sistema de salud. El Perú no puede ni debe ser dependiente de la improvisación y de los enconos eternos.
 
Es imperativo que encontremos coincidencias y sobre ellas poner nuestro mejor esfuerzo para continuar en la búsqueda de las realizaciones individuales y nacionales. El tiempo inexorablemente corre, no se detiene ni un instante. En esa marcha van nuestros sueños e ideales, los mismos que debemos luchar con hacerlos realidad.
 
Una digresión. Es necesario que centremos nuestra atención en  los temas esenciales y no en los triviales. En los albores de la República, para ser más exactos en la segunda mitad  siglo XIX, en el Congreso Nacional se discutía si el gobierno debería ser parlamentarista o presidencialista, sin preocuparse como resolver los problemas nacionales.
 
Ha pasado más de un siglo y seguimos discutiendo temas parecidos, sin concentrarnos en los temas de fondo, en aquellos temas que definitivamente tienen una relación directa con  el desarrollo de nuestro país. Es necesario pues romper con los impulsos y formas de actuar del pasado, y mirar hacia el vasto horizonte de nuestro porvenir.
 
Pues al alcanzar el consenso tendremos la posibilidad de consolidar la curva del aprendizaje, la misma que constituye el centro del conocimiento que servirá de soporte para afrontar los problemas que se nos presenten. Hagamos un alto en el camino para soñar, para dar rienda suelta a nuestra imaginación, para crear y construir un mundo mejor.
 
Soñemos y trabajemos para ser mejores, redescubrámonos así mismos, revaloremos nuestro espíritu y lancémonos a conquistarnos así mimos. Seguramente cuando hagamos un alto en nuestro camino, por efectos de la inercia, algo de nosotros pretenderá seguir en movimiento, hasta desprenderse de nuestro ser. Lo ideal sería que lo que parta de nosotros sean los malos hábitos.
 
Cuando hagamos un alto en el camino, debemos hacerlo en la más absoluta soledad; busquemos pues estar  solos con nuestro sublime altar que es nuestra conciencia, en ese profundo silencio sintamos correr a nuestro flujo sanguíneo, palpitar nuestro corazón, oler nuestro perfume natural. Encontremos la relación entre nuestro yo exterior con nuestro interior.

De nuestro ser con la madre tierra y de la tierra con el cosmos. Es necesario conocernos y sentirnos realmente para dar a nuestro país lo mejor de nosotros. Hagamos un alto en el camino para encontrar un momento de reflexión, que a todos nos hace falta tener. Ánimo y suerte en el esfuerzo.

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