Gran responsable que la crisis nos afecte sobremanera será el gobierno del presidente Alan García, quien junto a su anterior ministro de Economía, Luis Carranza, hicieron lo imposible para incrementar el consumo de manera desmedida olvidando la necesidad de hacer reformas sustanciales, las cuales, al haberse hecho en épocas de bonanza, habrían servido para colocar a nuestro país en mejor pie para cuando llegue el día de los malos momentos.
No se hizo nada. Luis Carranza y Alan García fomentaron el gasto por el gasto, los altos presupuestos para obras de infraestructura se esfumaron en manos de una corrupción voraz y palaciega, no hubo ni una reforma, ni del Estado, ni tributaria, ni laboral; no se libró de pesos innecesarios a nuestros empresarios, que de esa manera tendrán que enfrentarse a una mayor competencia productos de los TLC en desigualdad de condiciones y por otra parte se verán cara a cara con una crisis que los obligará a despedir, reducirse o desaparecer.
El año 2009 se pinta sombrío y ya se están dando las primeras señales para ello. Las remesas han disminuido, las reservas internacionales también, el déficit comercial ha vuelto a aparecer, los despidos se dan y no pueden ser ocultados por las estadísticas a la medida. El gobierno apuesta de nuevo por la construcción pero no se da cuenta que el sector no puede crecer más, no solo por la burocracia sino por la falta de suficiente mano de obra calificada.
Por otra parte, con gran irresponsabilidad, los grandes almacenes y algunos bancos siguen repartiendo tarjetas de crédito y aumentos de líneas para el consumo a sus clientes. La voracidad del corto plazo impide a estos entes financieros autolimitarse ya que la Superintendencia de Banca y Seguros, otrora admirada, ha devenido en una entidad mediocre que permite que los bancos, AFP y empresas de seguros hagan literalmente lo que quieran.
Las tarjetas de crédito y los créditos de consumo serán para nuestra economía lo que las hipotecas han significado para los Estados Unidos y España. La moratoria se está incrementando lo cual es muy peligroso para un sistema económico que no se encuentra blindado y más bien muy debilitado.
Algunos dirán que somos pesimistas. No es así. Somos realistas. Y la solución para cualquier tipo de problema empieza por un análisis libre de prejuicios y real. De lo contrario estamos engañándonos como se engaña este gobierno cuando cree que todos los meses del año son como el narcortizante diciembre. En enero la situación será distinta y más exigente. Pasado el encanto de la Navidad y el Nuevo Año la realidad se asomará a pasarnos la factura.
