En este mundo difícil encontramos el capitalismo financiero y especulativo alejado de la economía real productiva y sin control posible, que parece haber perdido racionalidad dejando correr la ambición sin medida y sin control en detrimento del desarrollo global que sufre las consecuencias.
Las desigualdades sociales no solo persisten sino que son más profundas tanto en los países ricos como en los pobres. De ahí la crispación de muchos países y las revueltas de la población, aún en los países desarrollados. El neoliberalismo, de tanta influencia tanto en los Estados Unidos como en naciones emergentes y en la Unión Europea, parece estar en vías de agotamiento.
Si bien no surgen alternativas consistentes, todo el mundo está de acuerdo en que la globalización económica debe someterse a reglas éticas y adquirir una dimensión social y ambiental. El cambio climático y los riesgos para la humanidad son cada vez más grandes y evidentes. Existe un colectivo global que responde a un sentido común que todavía no se plasma en voluntad política mundial lo que debería comenzar a suceder en el 2009. Ello no es fácil en un mundo con problemas acumulados que requieren ideas nuevas y soluciones urgentes e imaginativas.
Las cumbres que el 2008 tuvieron nuestro país como honrado anfitrión, nos mostraron claramente que el mundo espera respuestas y líderes con sentido de responsabilidad global, un déficit palpable en casi todas partes. Nos faltan soluciones pero también gobernantes que piensen el mundo con una ética social agregada.
La primera década del siglo XXI se acerca a su fin pero en casi todas las regiones geográficas y ámbitos de la vida humana, las tensiones y desafíos son visibles. En nuestro país el gran desafío cumplido hasta el momento ha sido mantener la inversión lo que exige una atención continuada y centrada. Queda, sin embargo, la lucha contra la corrupción y una redistribución del crecimiento que sea percibida y apoyada por las mayorías menos favorecidas.
En lo internacional está la crisis cuyos efectos llegarán con efecto globalizado a nuestro país. Si bien estamos ante un manejo económico racional de este gobierno no podemos aislarnos del contexto mundial y de la pérdida de confianza y del temor. El optimismo presidencial no es suficiente y ojalá lo sean las decisiones concretas que se irán tomando en el camino, decisiones que no responden precisamente a parámetros ideológicos sino al pragmatismo y al necesario orden que se va imponiendo en el mundo agobiado por las necesidades.
Encontrar respuestas coherentes a los problemas globales y nacionales desde el gobierno, las instituciones, los organismos, las ideas, la ética y el liderazgo político es más que un buen deseo de fiestas de fin de año, es una necesidad. ¡¡Feliz 2009 para todos!!
