Aunque la efervescencia del verano, ha convertido a las playas de nuestro litoral en un punto de obligada visita para miles de veraneantes que optan por disfrutar del astro rey; la geografía de Lima es tan sorprendente y variada que a escasas dos horas de nuestra capital podemos deleitarnos con los encantos de Canta, un bello pueblo que además de sol nos ofrece una apacible calma.
Para llegar a esta provincia limeña, se tiene que enrumbar hacia el norte. Los carros que nos conducen a tan encantador lugar salen muy temprano por la mañana, y parten desde un paradero ubicado justo al frente de las instalaciones de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).
Tras 105 kilómetros de camino con una esplendorosa vista del río Chillón –que cobra importancia en todo el recorrido– y con un inconfundible aire limpio que no solo purificará sus pulmones sino que les dará la certeza de que está a poco más de 2,800 metros de altura, inmensos maizales verdes se convierten en el punto de entrada de este pueblo.
HACIA OBRAJILLO
Ya en Canta, numerosos hostales y restaurantes no dudarán en cautivar su atención, pero como más de uno debe saber, tres kilómetros hacia adentro un paradisíaco lugar conocido como Obrajillo es un obligatorio punto de llegada para gozar de un placentero descanso, no en vano, es conocido como una zona propicia para acampar un fin de semana cualquiera.
Para llegar a Obrajillo, divertidas callejuelas, con imponentes balcones e inconfundibles casas coloniales, como la que sirvió de refugio al general Andrés Avelino Cáceres luego que los chilenos tomarán Lima, se convierten en lugares de obligada parada para perennizar su imagen en unas inolvidables fotografías.
Como capricho de la naturaleza, una perfecta sabana verde con el imponente Chillón como guardián sirven de perfecta morada para decenas de personas que instalan sus carpas con la intención de disfrutar de unos días de calma y de la belleza de la naturaleza, que en un lugar como Obrajillo se vuelve completamente perfecta junto a vacas, terneros y burros.
Sin embargo, uno de los encantos más impresionantes de esta parte de Canta se concentra en una imponente caída de agua, justo al borde del acampado que sirve de refugio para los visitantes. Junto a esta catarata, una extensa campiña cercada por enormes árboles de eucalipto, completan esa magnífica combinación llamada naturaleza, perfecta para un día de descanso.
CAMINO AL CIELO
Y como después de un placentero descanso nada mejor que una larga caminata para disfrutar de los rayos solares, un empinado y empedrado camino, cuyo inicio también se baña con las aguas del Chillón, se convierte en la prueba ideal para saber si su estado físico se encuentra en perfectas condiciones.
Dejando atrás a vacas, burros, eucaliptos y maizales, poco a poco se logra el ascenso hacia aquel pequeño objeto que se divisa desde la llanura. Ya en la cima, no resulta nada fácil descubrir que dicho objeto es una inmensa escultura de una mano cogiendo una antorcha en señal de triunfo.
Según dice la placa que se halla al pie de la figura de yeso que yace sobre una enorme piedra, se trata de un homenaje de la Municipalidad de Canta a los soldados que participaron en el Combate de Quillapata que tuvo lugar el 2 de mayo de 1871. La escultura fue colocada en esa cima, al cumplirse 150 años de dicha batalla.
Desde esa cima, el encanto de Obrajillo se puede disfrutar en toda su dimensión. Inmensos paisajes verdes, con los techos a dos aguas como característica común, se observan de manera uniforme junto a un cielo azul que pocas veces tenemos el privilegio de disfrutar.
Reconfortados por la intensa caminata, es casi seguro, que un paseo a caballo por la plazoleta de Obrajillo será el marco ideal para ponerle punto final a su paseo por esta provincia limeña, que además de un placentero descanso les ofrece la calidez de su gente y una incomparable gastronomía. Anímese a visitarla y disfrutarla…