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REVISTA

EL PENSAMIENTO OBAMA SE INSTALA

De la revisión ideológica al pragmatismo
Barack Obama, presidente de Estados Unidos, comenzó su mandato en medio de gran efervescencia política y económica, nacional y mundial. Las festividades en Washington semejaron las de los pueblos que renuevan jefaturas con boato, emoción e inmenso gasto. Fue la coronación de un monarca democrático contemporáneo, del mandatario de la potencia mundial.
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EL PENSAMIENTO OBAMA SE INSTALA
Obama asume el desafío en condiciones difíciles para aplicar su pensamiento entusiasta y esperanzador, ese que con talento narrativo y ánimo coloquial delineó en su libro La audacia de la Esperanza, lectura altamente recomendable para entender el momento que vivimos y los nuevos paradigmas en este siglo.
 
Obama teme una recesión larga con un desempleo superior al 10 por ciento en Estados Unidos si no se hace nada. Propone duplicar la producción de energías alternativas en los próximos tres años, informatizar los historiales médicos del país en un plazo de cinco años, inversión en tecnología de alto valor agregado y equipar miles de centros educativos invirtiendo ahora en capital humano para reforzar la productividad social futura.
 
La crisis actual afecta el futuro del capitalismo y desautoriza los cánones clásicos del neoliberalismo también en crisis. Ya no se habla solo de crecimiento económico sino también de necesidad de liderazgo amplio y eficaz. Millones de personas  pierden su trabajo en el mundo, incluidos China y Estados Unidos.
 
Los problemas económicos originan tensiones políticas que están determinando una revisión del capitalismo de libre mercado, del equilibrio entre Estado y mercado, de lo público y lo privado. Para Barack Obama, la intervención del Gobierno no siempre es mala o tendenciosa.
 
Un Estado fuerte con un nuevo rol se abre paso con el retorno del keynesianismo fruto de la desesperación o el desconocimiento de las dimensiones que tendrá la crisis global. Frente a la mano invisible del mercado se reclama ahora, clara, nítida y visible, la mano del Estado.
 
Y la primera tarea de ese Estado fuerte es la redistribución de los ingresos, la segunda la regulación del capital, en especial la del manejo financiero y especulativo. Nunca más la libertad indiscriminada de circulación de los capitales. No se trata sólo de recuperar el crecimiento económico a cualquier costo, hay que priorizar dirección y rumbo.
 
LA VIA CENTRISTA SE IMPONE
 
Paul Samuelson, preocupado por las familias en los primeros años de la presidencia de Obama, intenta capear los mercados especulativos y se pregunta: ¿Cómo va a reparar el presidente el daño causado por ocho años de chapuzas de George Bush? Para inmediatamente sugerirle "que tire por el camino de en medio y se pase al centro". La visión centrista que sanciona a los mercados descontrolados, que según Samuelson causarán su propia defunción, como hemos podido ver.
 
Mantenerse en el centro a la hora de tomar decisiones para ayudar a los pobres y a las clases medias. Las mujeres y los hispanos y otros que llegan tarde a la fiesta merecen justicia. El consejo llega en buen momento y conecta con la sensibilidad social de Obama: "Un centrista tiene que ser, por fuerza, un centrista limitado. Un centrista solo puede reducir en un grado limitado las desigualdades inevitables en un sistema de mercado. Eso dista mucho de abolir la mayor parte de la desigualdad".
 
Samuelson pone límites a la ilusión para equilibrar "la audacia de la esperanza" de Obama. Lo dice muy bien: Perseguir ese objetivo es inalcanzable y quijotesco y agrega que en su opinión "sería un modo seguro de hundir el mundo moderno en una fase de estancamiento como las anteriores".
 
Obama ha demostrado que no es un iluso sin fundamentos. Su calidad más rentable es la serenidad, propone sin ambages una "fuerte" intervención estatal en la economía para evitar una recesión que dure "años" pues sin ella el desempleo podría escalar los dos dígitos. Promete una revisión de la regulación de los mercados y actuar contra "los temerarios y codiciosos" que actúan en Wall Street. Busca restablecer la confianza en el sistema y no habla por gusto pues la temida recesión ya ha provocado una ola de despidos en Europa y EE UU.
 
Para él, "solo el Gobierno puede romper los círculos viciosos que están devastando nuestra economía, donde una falta de gasto lleva a la pérdida de empleos, que a su vez lleva a una reducción aún mayor del gasto; donde la incapacidad de prestar y recibir crédito detiene el crecimiento y conduce a una reducción aún mayor del crédito". Este pensamiento que antes hubiera pasado por heterodoxo fue expresado por Obama en Washington días antes de tomar el mando.
 
El nuevo presidente pisa fuerte anunciando una reforma del sistema regulador estadounidense, al que considera "débil y desfasado". Promete una revisión de la regulación de los mercados financieros y actuar con fuerza contra la ambición desenfrenada. El objetivo es asegurar que el sistema financiero no sólo resista las crisis económicas sino que proteja consumidores e inversores.
 
Obama es crítico de los organismos reguladores "que no hicieron la tarea para la que estaban destinados", quiere evitar a toda costa un "fallo catastrófico" de las instituciones financieras y para ello propone un "completo arsenal de herramientas" que contribuya a recuperar el flujo de crédito entre instituciones.
 
INVERSIÓN PÚBLICA Y EMPLEO
 
Para Obama no se trata de "simplemente arrojar dinero sobre nuestros problemas" con un plan de inversión pública. "No podemos depender solo del Gobierno para crear trabajos o crecimiento a largo plazo (...) pero en este momento especial solo el gobierno puede proveer del impulso necesario a corto plazo para librarnos de una recesión profunda y severa".
 
Este plan, que deberá ser aprobado por el Congreso, implicará entre 675 mil y 775 mil millones de dólares, "no se trata de un programa de obras públicas". "Es un plan que reconoce la paradoja y la promesa de este momento, que hay millones de estadounidenses que quieren encontrar trabajo al tiempo que hay mucho trabajo por hacer", declaró el mandatario, que prometió inversiones en energía, tecnología y educación.
 
EL RETORNO DE KEYNES Y ROOSEVELT
 
Retroceden los neoconservadores. La absoluta desregulación de los mercados mundiales ha traído un catastrófico final de la derecha ultraliberal bajo el signo de la incertidumbre, la desconfianza y el descrédito.
 
El Estado social y democrático de derecho institucionaliza el pacto social uniendo los objetivos de modernidad y bienestar, el sistema de libertades públicas y una inspiración humanista que hoy Obama reubica y prioriza. Ese Estado debe actuar e intervenir democráticamente en la vida pública cuando es necesario y conveniente.
 
Fin al amedrentamiento y a la impugnación de ese principio esencial de la democracia moderna por el derechismo liberal que prefería la anarquía desreguladora a la legítima acción política y social de las instituciones que son el Estado mismo. Este pacto social renueva la confianza colectiva en el Estado, el supuesto peligro quedó atrás.
 
Obama es entusiasta de la participación comprometida en lo social. No por gusto fue activista social en Illinois. Junto a ello preconiza la acción fuerte de los gobiernos, de las autoridades financieras, de la legalidad internacional, de los organismos universales reforzados en sus funciones arbitrales y mediadoras de un nuevo orden mundial sustentado en la democracia y el derecho internacional puesto en la picota por la malhadada teoría de Bush sobre la guerra preventiva.
 
LA VUELTA A LA POLÍTICA Y AL EQUILIBRIO
 
La vuelta a la Política con mayúsculas, que fuera impulsada por la social democracia europea en términos de racionalidad predominante de los ciudadanos de la polis por el bien colectivo, progreso y libertad. La mesura y serenidad que Weber ensalzara como calidad del buen político encuentra en el presidente norteamericano la buena medida del avance de la política.
 
Junto a ello su vocación centrista, armonizadora y de equilibrio. Muchas páginas indican En La audacia de la Esperanza, su apasionado deseo de confluencia, de entendimiento entre demócratas y republicanos para concretar iniciativas positivas y no perder el tiempo en confrontaciones inútiles y costosas. Ejemplar su convocatoria para los altos cargos de miembros de administraciones anteriores, de republicanos e incluso rivales políticos como Hillary.
 
Nosotros podemos, se refiere por igual a demócratas y republicanos y a todas las personas de valor y experiencia, dispuestos al objetivo común de devolver a Estados Unidos la autoridad moral perdida. Y en ello se sienten incluidos todos los ciudadanos de Estados Unidos aún los más pobres y necesitados.
 
Este equilibrio dignifica la política, el Estado y la acción social. Ojalá su influencia, sin esperar exabruptos revolucionarios más allá del sistema que lo eligió, sea útil para que la renovación de la política, la fuerza social de las instituciones y del Estado, la sensibilidad social de autoridades y ciudadanos con menos ideología y mayor idealismo, afiancen estos parámetros para renovar y revitalizar el pacto social democrático de cada uno de los países del mundo.

En especial en nuestro continente donde el divisionismo, el egoísmo y la ambición no permiten atender clamorosas desigualdades y conflictos sociales que al ser desatendidos podrían alejarnos de la democracia y hacernos caer en la violencia. La visión de esperanza cuando Obama prometió hace unos días al presidente mexicano, Felipe Calderón "una nueva página en la relación con América Latina" apunta en una nueva dirección. La esperamos.

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