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LA FIESTA DE LA PLANTA

Una mirada hacia atrás
Hace más de 80 años, el joven estudiante y rector de las llamadas universidades populares, Víctor Raúl Haya de la Torre, institucionalizó el "Día de la Planta", con la algarabía de los trabajadores de Vitarte.
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LA FIESTA DE LA PLANTA
Sobre esta histórica celebración, Luis Alberto Sánchez en su obra “Los burgueses” (1983) comentó que “Las fiestas representativas de los obreros textiles de Vitarte se denominaban la Fiesta del Árbol y consistían en plantar árboles en señal de sosiego, fertilidad y paz. A la Fiesta del Árbol de 1923, Haya se hizo acompañar por José Carlos Mariátegui, quien acababa de regresar de Italia”.
 
Por su parte, Felipe Cossío del Pomar en su libro “Víctor Raúl” (1961) destacó esta conmemoración diciendo que “No por eso Víctor Raúl cree que ha alcanzado una meta decidida. Nuevos planes ocupan su mente”. Organiza la primera Fiesta de la Planta para formar el culto al árbol. Como Vitarte no tiene árboles, es una campaña que corresponde a la Universidad Popular.
 
Víctor Raúl pide y obtiene ayuda del director de la Escuela de Agricultura, un belga comprensivo. La celebración de la Fiesta de la Planta adquiere grandes proporciones. Acompaña la plantación de cientos de árboles una fiesta deportiva, gran almuerzo popular y actos culturales en el Cinema-Teatro. Así queda establecida La Fiesta de la Planta que ha de repetirse cada año.
 
Asimismo, es pertinente recordar las apreciaciones que Percy Murillo Garaycochea vierte en su “Historia del APRA” (1976). Ahí sostiene que “En Vitarte fue también donde se estableció la Fiesta de la Planta” que adquirió gran resonancia.
 
Enrique Cornejo Köster, uno de los fundadores de la Universidad Popular, describe así esta fiesta inolvidable: “El día en que dicha fiesta se realiza, congrega cerca de 5,000 trabajadores, pues a los que en el pueblo viven, se suman los vecinos de Lima, Callao y pueblo y estancias vecinas.
 
“Después de recibir a los viajeros, la multitud se congrega en el campo de deportes del sindicato. Vienen una serie de discursos de índole diversa, pero de idéntica tendencia; luego dase comienzo a los juegos atléticos: múltiples carreras, saltos diversos, luchas variadas; hombres, mujeres y niños toman parte en el certamen. Mientras tanto, la multitud plena de entusiasmo entona himnos revolucionarios, que interrumpe para aplaudir a los vencedores. Transcurre así la mañana y conforme avanza el día llenase de más y más entusiasmo el ambiente. Llega la hora de yantar, que dispersa la compacta multitud para reunir a las gentes en grupos pequeños que se pierden en las casas. A las catorce, una banda de músicos desafina pero alegra el ambiente, las gentes se congregan en el parque “9 de Enero”.
 
“Después de uno o más discursos iniciales dase comienzo a la plantación de árboles variados. Fresnos, casuarinas, pinos y otros árboles plantados en las diversas y sucesivas Fiestas de la Planta adornan el parque, las calles y los contornos del parque deportivo. Hasta la fecha se han plantado 600 árboles. Cada obrero se hace responsable de la vida de un árbol, al que debe solícitos cuidados. Terminada la plantación, dase comienzo a la asamblea popular, donde se rinde homenaje a los caídos en la lucha social, donde se recuerda a los presos y a los que están deportados y donde, con múltiples y variados discursos alumnos y profesores invitan a la lucha y a la afirmación revolucionaria...”
 
El Día de la Planta pudo considerarse, aparentemente, como una efímera festividad en un distrito popular e industrial. Sin embargo, la interpretación de Haya de la Torre sobre las necesidades de la sociedad peruana, lo llevarían a incorporar las implicancias ambientales en el ofrecimiento electoral del Partido del Pueblo. Es decir, fue el comienzo de un largo camino por recorrer en su identificación por la ecología.
 
Fue así como el candidato presidencial del Partido Aprista Peruano en la presentación de su “Plan de Acción Inmediata” o “Programa Mínimo” -realizada en la Plaza de Toros de Acho el 23 de agosto de 1931- sostuvo en nombre de su agrupación solucionaría…la cuestión de los humos de La Oroya.Este anuncio constituyó un precedente inédito. Nunca antes se había incluido, en una propuesta de gobierno, el problema ambiental ocasionado por la actividad minera.
 
En un documentado artículo titulado “Por un Perú con árboles” (La Tribuna, 2 de abril de 1946) publicado con las siglas M.C.E. (según el líder histórico del PAP, Nicanor Mujica Álvarez Calderón, fue escrito por Haya de la Torre) se señala que “En la Asamblea Municipal Aprista se ha hecho una gran invocación en defensa del árbol. La hizo el propio jefe del partido en su discurso inaugural de aquella concentración y se ha adoptado como resolución unánime: Hay que procurar despertar en nuestro pueblo el culto al árbol”.
 
“...En la costa, ésta es una necesidad. La deforestación de nuestro litoral es algo clamorosa, la falta de zonas verdes en nuestras ciudades las caracteriza por su aridez, soleada e inauspiciosa. Lima tiene algunas zonas verdes y avenidas, como la de Arequipa y suburbios como San Isidro y Miraflores, que nos presentan ya como un pueblo civilizado. Pero es notable el abandono del árbol en el resto del país”. ¡Qué expresiones tan vigentes!
 
El planteamiento “verde” no podía estar ajeno en la Asamblea Constituyente de 1978. Su presidente -con inimitable visión- incorporó en su discurso inaugural afirmaciones como que “La temática constitucional es muy extensa y acaso sólo puedan mencionarse puntos esenciales, el dominio del Estado sobre las riquezas básicas, la participación efectiva y directa de los trabajadores, la igualdad de la mujer en todos los campos; la atención especialísima de la juventud, ancha fila humana que en nuestro país exige promoción y estímulos especiales. Y también, la defensa del medio ambiente y de nuestro patrimonio arqueológico e histórico”.
 
Manteniendo esa línea de identificación durante el XVIII congreso nacional del PAP (1992) se constituyó la Comisión Nacional de Ecología y Medio Ambiente. De esta manera, se introdujo una temática todavía percibida, por amplios ámbitos de la clase política, como ajena a la agenda de las preocupaciones más urgentes del país. Este acuerdo tuvo como antecedente al denominado Comité Ecológico (creado el 7 de mayo de 1991) que utilizó el lema “Siembra vida, siembra paz” y realizó una intensa campaña nacional de arborización bajo la conducción de Javier Pulgar Vidal.
 
Esta fecunda tradición por la ecología en uno de los partidos más importantes en nuestra vida republicana, debiera considerarse como un esfuerzo por insertar la gestión ambiental como parte de un diagnóstico de la realidad nacional. Aunque, lamentablemente, todavía no se percibe en el discurso político sus consideraciones y repercusiones en el bienestar económico, social y cultural de la ciudadanía.
 
Recordar el contenido solidario y genuino del “Día de la Planta”, gestado por una generación de hombres y mujeres identificados con las luchas sociales de principios del siglo XX, debe contribuir para trasladar esta aspiración humanista en acciones y planteamientos concordantes con las aspiraciones de nuestro pueblo.
 
Mi homenaje a los trabajadores y estudiantes que hicieron posible este esfuerzo conjunto. Todos ellos fueron artífices de esta conmemoración que vinculó entusiasmos, hermanó inquietudes cívicas, afirmó ideales, generó movimientos populares, despertó conciencias y contribuyó a la consolidación de una disciplina interrelacionada con los anhelos de los desvalidos. Es decir, “...el derecho de habitar en ambiente saludable, ecológicamente equilibrado y adecuado para el desarrollo de la vida y la preservación del paisaje y la naturaleza”.

Por Wilfredo Pérez Ruiz, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas.

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