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INSEGURIDAD Y MÁS INSEGURIDAD

Como en todas las ediciones de Gener@cción, nuestro Director Fundador Francisco Huanacune, nos ofrece su artículo editorial.
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INSEGURIDAD Y MÁS INSEGURIDAD
Caminando, acompañado de un buen amigo, este domingo por las calles de un distrito limeño, escuché que este se preguntaba en voz alta, al ver a lo lejos como un amigo de lo ajeno -pretextando juego de carnaval- hacia de las suyas con el bolso de una sorprendida transeúnte, sobre cómo habíamos podido llegar a alcanzar los niveles de inseguridad que sumen en el estado de estrés colectivo a nuestra ciudadanía. "Esto es cosa de todos los días", recuerdo que dijo indignado. No le faltaban razones...
 
Ya por teléfono, en medio de la conversación de esta mañana del cuarto día de febrero, comentando lo que vimos durante aquel trayecto que nos acompañamos, me decía mi amigo que los niveles de inseguridad son tales que incluso afectan a la gente supuestamente de poder en el Perú. "Cuando llueve todos se mojan, la mismísima Fiscal de la Nación, quien goza de guardia personal durante las 24 horas del día, ha sido víctima de un ataque artero perpetrado por no sabemos quién. La cosa se pone color de hormiga", añadió.
 
En efecto, razón, una vez más, tiene mi amigo.  Ya que tal como ya lo hemos mencionado en otra ocasión en esta misma columna, el ciudadano de a pie, finalmente lo que todos somos, lo admitamos o no, es rehén de la inseguridad reinante no solo en la capital de nuestro país, sino también en otras urbes del interior. Y lo que es peor aún, tenemos que admitirlo, es prisionero de la manera en la que la mayoría de las veces se trata de poner coto a la espiral de todo lo que constituye el patético menú de la inseguridad.
 
Pues por doquier en nuestra capital, teniendo como telón de fondo la ola de asaltos callejeros, asesinatos por encargo, secuestros por incluso minucias monetarias, violaciones, violencia de las barras bravas, irracional chuponeo telefónico, en fin…, muchas de las medidas que se implementan hacen que nuestros ciudadanos se acuartelen tras oprobiosas rejas que, en lugar de cohesionar a nuestra sociedad, lo único que generan es más desconfianza entre los peruanos, erosionando el capital social de nuestro país.

Es necesario poner fin a esta crítica situación. Las cosas no pueden continuar así. Pues descapitalizando a nuestra sociedad, convertiremos a esta, simple y llanamente, en una sociedad de desconfianza. Estadío a partir del cual poco se podrá hacer, a pesar del relativo éxito macroeconómico, a fin de que nuestro país deje atrás por siempre la situación de subdesarrollo que golpea malamente a la mayoría de nuestros compatriotas. La tarea es perentoria, el futuro de nuestros hijos está de por medio.

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