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Miércoles 11 de diciembre 2024   |   Contáctenos
REVISTA

SUEÑOS DE NIÑOS, IDEALES DE HOMBRES

Por un nuevo patriotismo
Estando próximos al inicio de un nuevo año escolar, recuerdos sobre parte de la rutina diaria del último año me vienen a la mente. Recuerdo que parte de esta consistía en llevar muy temprano en las mañanas a mis pequeñas hijas al colegio. Una a la escuela inicial y a las otras dos a la primaria.
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SUEÑOS DE NIÑOS, IDEALES DE HOMBRES
Un día, pocas semanas antes de las Fiestas Patrias, recuerdo que una de mis hijas me comentó los preparativos que hacían en su colegio ante la cercanía del 28 de julio. Con entusiasmo me dijo que estaban preparando banderas rojas y blancas para adornar sus aulas y que practicaban danzas, cuyos movimientos y pasos con entrega, sus maestras les enseñaban para celebrar con júbilo el día de la independencia.
 
Escuchando la conversación, la más pequeña de ellas de pronto dice: "Mira papi, ¡cuántas banderas hay en las casas, cuántas banderas rojas y blancas!". Le sonrío, miro por la ventanilla del automóvil, veo aquella mañana de invierno flamear, desafiando al viento y a la fina garúa, a las bicolores.
 
Viendo la inocencia y el amor por la patria que expresan mis tiernas hijas, me transporto a mis años de niñez y veo también la alegría que suscitaba en mí las cercanías de las Fiestas Patrias.  Me percibo practicando, junto con mis compañeros de aula, los pasos para participar en el desfile escolar. Con gallardía levantamos las piernas para luego golpear con la fuerza que teníamos el piso, como quien quería decir a la patria, con orgullo, estamos aquí presentes.
 
Hoy, meses después de aquella experiencia con mis hijas, convencido que al igual que nosotros, todos los peruanos sin excepción han experimentado este mismo fervor por la patria en su niñez, no puedo evitar preguntarme sobre el momento en que se pierde, desgraciadamente, este noble sentimiento.
 
¿Por qué si los ministros, jueces, congresistas, alcaldes, periodistas, médicos, ingenieros, entre otros, han sentido lo mismo como niños que fueron, en el caso de muchos de ellos la llama patriótica se ha apagado? Al decir esto, no puedo evitar incluir al presidente Alan García.
 
Al redactar hoy estas líneas, viendo a mis hijas jugar a lo lejos, la nostalgia me invade, al tomar conciencia de lo que significa esta terrible pérdida para nuestro país, pensando sobre lo que les depara el futuro. Su futuro en un país inserto en un mundo que cada día es más violento.
 
Un país de raro patriotismo y de relativamente pocos patriotas, cuya gente deambula día a día, desorientada sin rumbo y con muy poca o nada de esperanza, buscando e inventando la forma de sobrevivir. Las interrogantes se precipitan atropellándose a mi mente…
 
¿Cómo es posible que los niños de ayer que son los jueces y ministros de hoy se comporten, en el caso de los primeros, como viles pirañas; y negocien, abusando de su efímero poder, nuestra patria, en el caso de los segundos?.
 
Que los niños de ayer que son los congresistas, quienes juraron trabajar por la patria, terminen legislando a favor de grupos de poder. O que los niños de ayer que son los periodistas de hoy se hipotequen a pequeños grupos con el único objetivo de sesgar la información. ¿Cómo es posible que el banquero de hoy practique la usurera?, ¿cómo es posible que el ciudadano de a pie haya perdido el sentido patriótico? En fin...
 
Nos encontramos en una triste y peligrosa situación. En una sociedad en la que se ha institucionalizado la anomia debido a la pérdida del respeto a la autoridad y al hecho de que muy pocas normas en realidad se cumplen. Una sociedad en la que la falta de patriotismo -que es causa y efecto sin duda del déficit de identidad nacional- impide aceptar que como país mestizo somos un crisol de razas. Y que por nuestras venas corren todas las sangres de gloria, y que el mestizaje es lo mejor que nos ha podido pasar.
 
Una pregunta obligada, ante este hecho, se plantean hoy los peruanos de buena voluntad, libres y de buenas costumbres ¿Podemos permitirnos acaso quedarnos quietos al ver como saquean al lugar donde yacen nuestros antepasados, donde nacimos junto con nuestros sueños, donde queremos que nuestros hijos vivan en paz?
 
¿Podemos cruzarnos de brazos y ver como los politiqueros se reparten los recursos nacionales?, ¿podemos quedarnos quietos al  ver la forma desleal y mezquina con la patria en la que se comportan los jueces, ministros y congresistas? Claro que no. No podemos seguir callando. Nunca es tarde. Nunca.
 
Ha llegado la hora de levantarnos y avanzar por la vía de la libertad y la justicia plena a fin de reconquistar nuestra patria. El momento de construir nuestro propio destino. De erigir una sociedad sobre sólidos cimientos, propugnando el espíritu de empresa y diseñando un Estado que regule, proteja y promueva las inversiones, permitiendo que emerja una clase empresarial con profundo sentido patriótico.
 
Es hora de apoyar al campesino con la provisión de asistencia técnica, crédito financiero y apoyo comercial para sus productos; de hacer florecer la industria nacional, consolidar nuestro sistema económico manejando con cautela nuestra fiscalidad. En fin… haciendo que surjan nuevos y honestos liderazgos.
 
¡Osemos compatriotas! Procuremos para nuestros niños y jóvenes una mejora fundamental en educación, alimentación y salud, garantizando, a diferencia de lo que hoy sucede, a sus padres un justo salario a través de un trabajo digno.
 
Redistribuyamos riqueza generando trabajo sostenido a través de la industria, agroindustria, desarrollando productos para el mercado nacional e internacional. Consolidemos nuestro sistema democrático, dándole estabilidad política y jurídica, haciendo que el gobierno sea eficaz y eficiente. Implantemos en nuestro suelo patrio el imperio de la justicia, derrotando la impunidad cuyo ejemplo distorsiona nuestro comportamiento como nación.
 
Levantemos pues nuestros corazones a fin de que, guiados por sentimientos puros, avancemos por la senda de la institucionalización de una sociedad justa, reclamada desde nuestros momentos aurorales por nuestros héroes, por los millones de peruanos anónimos, a cuyo sacrificio debemos hoy rendir tributo.

Forjemos una nueva clase de dirigentes -desterrando a los impúdicos del manejo de la cosa pública- la solución de los problemas nacionales así lo exige. El Perú nos demanda acción y entrega. Combinemos nuestros sueños de niños con nuestros ideales de hombres a fin de forjar la patria gloriosa de amor, fe, paz y esperanza. ¡Viva el Perú!

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