Pero no solo hay contaminación ambiental. Esta convive con la contaminación visual y auditiva, pues miles de paneles invaden el paisaje y bocinas y taladros desparramados por toda la ciudad perforan veredas y oídos cercanos.
Por si esto fuera poco, el alcalde Luis Castañeda Lossio ha despojado de espacios públicos a los limeños y ha generado pingües negocios. Piscinas y piletas, las cuales exigen de un cobro para poder gozarlas, son símbolo de esta manifestación.
Pero a todo esto hay algo peor. La falta de planificación y la incompetencia del alcalde de Lima lo ha llevado a hacer una gran cantidad de obras no funcionales. Diseñadas aceleradamente para mejorar el flujo del tránsito, no han logrado su objetivo: Luego de millones de soles gastados no hay solución, el caos del tránsito continúa, agigantadamente.
El alcalde en sus afanes constructores no respeta a vecinos. Los desprecia. Ha hecho una serie de obras que han hecho colapsar hermosos vecindarios como por ejemplo el distrito de Barranco. Las ‘obras’ mal diseñadas del Transporte Metropolitano han generado que el tráfico pesado se desvíe hacia calles peatonales, causando el deterioro de la calidad de vida y el bienestar.
El alcalde de Lima tiene problemas con los vecinos de Miraflores, la Universidad de San Marcos, Barranco, Collique, Carabayllo. ¿Todo por qué? Por esa mezcla de incompetencia e improvisación, cóctel explosivo para una ciudad que cada vez se vuelve menos ciudad en manos de Luis Castañeda Lossio.
Me pregunto ¿Cómo hemos llegado a esta situación?, ¿por qué Lima cede tan fácilmente ante el reino de las apariencias y la poca sustancia? De este proceso de deterioro de la ciudad también somos culpables, por caer en el espejismo de la apariencia y por ser tan permisivos con lo que es falta de capacidad.