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Miércoles 11 de diciembre 2024   |   Contáctenos
REVISTA

¿VIVIMOS EN DEMOCRACIA?

Análisis de la realidad nacional
Uno de los objetivos fundamentales de la política es establecer un buen sistema de gobierno. Grandes pensadores como Aristóteles, Platón, Sócrates, Pericles, dieron a conocer ideas sobre la forma de alcanzar ese objetivo. En la edad moderna, pensadores franceses lucharon contra la monarquía, enarbolando los principios de "Libertad, igualdad y Fraternidad".
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¿VIVIMOS EN DEMOCRACIA?
En los Estados Unidos, Abraham Lincoln abolió la esclavitud y expresó que era digno de los hombres alcanzar "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". A nivel universal y en diversos momentos de la historia hemos visto como han surgido grandes naciones con formas de gobierno, iluminadas y guiados por nobles ideales orientadas a elevar el bienestar de los pueblos.
 
Así la democracia, el "Gobierno del Pueblo" se ha erigido como un paradigma. Grandes naciones la han adoptado como régimen político, uno caracterizado por la distribución de poderes entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Estas instituciones, cuyas acciones son interdependientes, existen pues para consolidar el sistema democrático, garantizando de esa manera la gobernabilidad del sistema.
 
A través de la democracia se busca edificar una sociedad guiada por la justicia y la solidaridad, que tiene como objetivo potenciar el bienestar de las grandes mayorías y no de un grupo minoritario. Estas y otras características describen lo que es el sistema democrático. Un sistema que debería regir nuestros destinos. Debería.
 
 
Pues al llevar a cabo un análisis del sistema imperante en nuestro país, vemos por un lado a un Congreso de la República carente de la fuerza necesaria para coadyuvar al equilibrio de poderes. Un Poder Judicial desprestigiado debido al empeño de diversas fuerzas políticas que buscan controlarlo, enrostrándonos que la justicia no es ciega y su balanza está siempre inclinada hacia uno de sus lados.
 
El Poder Ejecutivo, como vemos, no se ha impuesto la tarea de llevar a cabo un gobierno que actúe bajo los principios de honestidad y transparencia. Sus acciones no están orientadas a favorecer a las grandes mayorías, ni a resguardar nuestros recursos naturales, como tampoco a generar una cultura de valor agregado que permita crear mayor empleo. Ni fomentar ciencia y tecnología, ni una política de patentes.
 
Como tampoco a generar una matriz energética, ni una política orientada a fomentar la agricultura y la agroindustria. Ausencias que solo son comparables a la ausencia de un sistema financiero que impide la consolidación del espíritu empresarial. No constituyéndose así en el soporte que requieren los empresarios para desarrollar sus proyectos de inversión, pues las tasas de interés son prohibitivas.
 
Vemos que los medios de comunicación están en pocas manos; muchas veces en manos extranjeras con la anuencia del gobierno nacional. Los medios se han convertido así en entes poderosos capaces de definir la agenda de la semana. Gozando de la capacidad de llegar a través de sus ondas radiales y televisivas a millones de peruanos, tienen el poder de apoyar, presionar o destruir a quien deseen.
 
Por su parte la Confiep se da el lujo de presionar al gobierno central exigiéndole públicamente que ejecute ciertas acciones como el plan anticrisis, con el resultado que todos vemos. Mostrándonos a través de su comportamiento que es necesario establecer una diferenciación entre los empresarios de verdad y los mercantilistas.
 
Pues los empresarios de verdad son aquellos que emprenden proyectos de desarrollo arriesgando su capital, generando empleo, conscientes del rol que tienen con el pueblo peruano. A sabiendas que el sistema, tal como existe, no ha logrado establecer la justa distribución del tener ni del saber.
 
Por el suyo, los diversos canalizadores sociales como los gremios sindicales, colegios profesionales, frentes de defensas, los académicos, los intelectuales, así como muchos peruanos, no se sienten parte del sistema imperante, que dramáticamente excluye a diferentes grupos sociales.
 
¡Nuestro sistema político y electoral ha colapsado! No permite la renovación natural de los liderazgos. Nuestros representantes en los diferentes niveles de gobierno, por lo general, no cuentan con el apoyo popular. El pueblo cada cierto tiempo es convocado para que elija y luego es olvidado. El pueblo peruano no se siente representado por los partidos políticos, el proceso de intermediación política ha sido quebrado.
 
Lo más preocupante de esto es que el ciudadano en general ha perdido el interés por la actividad política, hay una indiferencia generalizada hacia lo que suceda en el ámbito de la cosa pública. Ya que concluye que, por lo demás, el actual sistema es excluyente y que, por ende, está muy lejos de ser un sistema democrático.
 
Ante esta realidad habría que preguntarnos ¿quiénes son los antisistemas? ¿Serán acaso los que se rebelan contra el actual sistema o aquellos que se esfuerzan por mantenerlo? En definitiva ambos, pues no luchan o no se preocupan por establecer la democracia, régimen que encuentra su fundamento en nobles principios e ideales.
 
Para transitar hacia la democracia real, que debe ser, además de representativa, participativa, se deben llevar a cabo reformas profundas que tengan como eje central la justicia.

Habrá que seguir el camino de la vida, alejando de nosotros el camino de la muerte, propugnando una revolución con picos y palas, pero no de balas, e impulsando una revolución cultural a fin de alcanzar la conquista del peruano por sí mismo.

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