A lo largo de nuestra historia, la llegada del español y el proceso de consolidación del Tahuantinsuyo vía el avance de la civilización dominante, dan fe del impulso conquistador que impele a ir en búsqueda de otros territorios. Espíritu que muchas veces se ha expresado por medio de la fuerza, al punto que resulta difícil pensar que se pueda conquistar sin hacer uso de ella.
Sin embargo, hay otros tipos de conquista sobre las que muy poco se dice y que hacen necesarias estas líneas. Me refiero a la que nos señala el proceso de construir en el Perú una gran nación y que tiene como gran protagonista al peruano. La que nos permite sostener que debemos conquistarnos a sí mismos a fin de que nuestro yo interior con su luz nos conduzca.
Pues el paradigma que debe orientar nuestras vidas es el pensamiento que viene de adentro hacia afuera, ya que dentro de nosotros yace la fortaleza y el vigor que nos debe impulsar a proseguir. Vigor y fortaleza que encuentran su fundamento en valores y principios como la integridad, honestidad, equidad, solidaridad y un sentido acendrado de justicia.
En ese sentido -dejando de lado la competencia por si misma que ha originado que muchas veces nos enfrasquemos en luchas fratricidas a nivel empresarial y político-, uno de los aspectos que tenemos que consolidar es el trabajo en equipo, tal como hicieron nuestros ancestros en el Ayni y la Minka, gracias a lo cual confrontaron con éxito grandes desafíos.
Digo esto, ya que aunque muchos compatriotas hacen gala de grandes ideas, expresadas con no poca elocuencia, al final son renuentes a la acción. Por lo que muchas veces permanecen en el limbo de lo opuesto a esta, la madre del conformismo, del egoísmo, la impotencia y, finalmente, de la frustración. Es necesario que se tenga presente la triada pensamiento - palabra - acción.
Así conquistándonos a nosotros mismos, no debemos obviar, como muchos lo hacen, una actividad fundamental del ser humano: La política. Ya que esta debe desarrollarse sobre la base de nobles ideales a la hora de pensar en hacer Patria. Y sobre ellos debemos cimentar la gran coalición que nos permita hacer frente a los grupos de poder que actúan en función de apetitos subalternos.
Los peruanos debemos sentirnos, ante todo, parte de un destino común, de una gran nación. Tarea que consiste antes que nada en elevar nuestra autoestima, pues es necesario que el peruano gane en niveles de confianza en si mismo a fin de pueda enfrentar con éxito los desafíos y liderar proyectos de desarrollo de gran impacto para nuestro país.
Conquistarse a si mismo implica, desarrollando nuestra capacidad de trabajar en equipo, ir al encuentro de nuestra rica historia para ver los aportes del Perú a la humanidad. Es decir, nuestro patrimonio histórico-cultural que nos compartimos con quien desee, nuestra vasta y mega diversa geografía; mostrando que no somos mendigos sentados en un banco de oro. Y que tenemos la capacidad para despertar al estadio histórico propio del desarrollo y el bienestar.
Momento en el que finalmente se habrá derrotado al hambre, la pobreza, la mortalidad y la morbilidad, al analfabetismo, así como a la ignorancia y a los demás gérmenes económicos, sociales, morales y políticos que amenazan hoy con desintegrar, desmembrando incluso, a nuestra patria. En este momento se habrá establecido una sociedad de justicia.
En definitiva, una las grandes tareas que tiene el peruano, retomando el camino que lo conducirá a la conquista de si mismo, es la de constituirse en un factor de cambio. Tal como los sabios que hacen posible brillar la luz en la oscuridad, que no es más que la hija de la ignorancia. Largo y esperanzador es el camino que tenemos por delante a fin de que emerja la nación que nos redimirá finalmente.