Al igual que en otras ocasiones, como en la década de los sesenta, cuando la sociedad norteamericana se irguió dignamente para conquistar los derechos civiles consagrados en su Constitución promulgada hacia 1776, los Estados Unidos se convierten en el epicentro de un estremecimiento social y político de repercusiones sin parangón en la historia de la humanidad. Nada de lo que suceda a partir de ahora, pase lo que pase con el destino político de Barack Obama en los meses venideros, será como ayer.
El cambio es la regla nos señala la sociedad norteamericana. Un cambio que, obedeciendo al sentir que emerge desde su base social, sea asumido por las instituciones políticas a fin de cohesionar al país en su conjunto, y así sentar sólidas bases para su renovación. Mostrando al mundo que no hay otra manera de cambiar como país, que adaptando el devenir político a las necesidades de una población que clama, además de eficiencia y solidaridad con sus intereses, otras alternativas en su representatividad.
Norteamérica hoy señala al mundo un nuevo derrotero. Otro camino que, a diferencia de otras vías hasta ahora transitadas, conduzca a las sociedades y sus dirigencias políticas por la senda de una solución óptima a situaciones extremas que podrían presentarse en un posible escenario lleno de imponderables de talla global. Que exigirán de los pueblos que habitan nuestro planeta,
Otro no puede ser el camino que tenemos que seguir, las fuerzas de una realidad en permanente transformación que nos desafían, no nos dejan otra alternativa. En esos probables escenarios, intuye hoy Norteamérica, serán necesarias medidas tomadas con visión de futuro y enmarcadas en el largo plazo. Es decir, aquellas que no solo no soslayen las crecientes crisis energéticas y alimentarias, sino también las que conciernen a nuevos actores políticos y al imprescindible fortalecimiento institucional.
Tomemos nota en el Perú de lo sucedido allende nuestras fronteras. El cambio, en el sentido explicitado por Norteamérica, constituye una opción que bien valdría la pena hoy prospectar. No olvidemos que la historia no evoluciona siguiendo una lógica lineal. Nada está escrito categóricamente en el destino frente a nosotros, el que más que nada en el mundo, al igual que para otros pueblos, también nos pertenece. Osemos y escribamos pues, a ejemplo de otros, una página de aciertos en nuestra historia.