¡Ya es hora! El ciudadano de a pie debe tomar conciencia del poder creciente que ha ganado lo virtual, en la aldea global que es nuestro mundo, en cada una de nuestras existencias. No hay otra alternativa, es algo que de todos modos se tiene que hacer. Ya que cuando el decano de la prensa nacional publica una estadística alarmante que concierne a la niñez y la juventud de nuestra patria, no hay lugar para otra actitud que no sea la que traduce responsabilidad para con el futuro de nuestro país.
Error estadístico más, error estadístico menos, de acuerdo a lo que se revela en un estudio publicado por la Red Peruana Contra la Pornografía Infantil en diciembre del año 2008, seis de cada diez de nuestros menores pueden acceder fácilmente a páginas de pornografía. ¡Esto es inadmisible! No hay que sopesar mucho las palabras para calificarlo como un crimen de lesa niñez y juventud. Matando la inocencia, no solo se hace dinero, sino también se siembran vientos y se anuncian tempestades morales en nuestra sociedad.
El problema -con la crudeza que exige su naturaleza- ya ha sido planteado. No hay otra alternativa: Tenemos que encontrarle una pronta solución, porque a medida que pasan los días, las semanas y los meses, la web para bien, pero ya vemos también que puede ser para mal, gana espacios en cada uno de los ámbitos en nuestra sociedad. Y de no encontrar límites para algunas de sus desgraciadas expresiones, podría causar un daño irreversible en las psicologías en proceso de formación de nuestros niños y jóvenes.
Aquí no hay lugar para medias tintas. Se tiene que legislar -y pronto- a fin de establecer una línea demarcatoria que delimite lo que se puede o no mostrar -y de qué forma- a través de las pantallas de nuestros ordenadores. ¡Esto resulta perentorio! Pues, tal como deja entrever lo que sucede en otras latitudes, la red de redes que es el internet, en un futuro no muy lejano, avanzará irresistiblemente y se impondrá, sin atenuante alguno, sobre los otros soportes, convirtiéndose así en el medio audiovisual por excelencia.