El detonante ha sido la promulgación por el presidente del reglamento de la Ley de Saneamiento Financiero de Prestatarios del Banmat, que permite la cancelación de las deudas de unas 267 mil familias de todo el país. A ello se agrega el anuncio de la ministra de Vivienda de que la cuota inicial de los créditos hipotecarios para las viviendas de carácter social, del programa Techo Propio, se reducirá de 10% a 1%. Esta iniciativa busca facilitar el ingreso de los que tienen menos recursos al programa, pagando las mismas mensualidades del sistema de alquiler.
Ambas iniciativas benefician a los sectores más pobres del país, clientes potenciales de una candidatura antisistema. Sin embargo, han sido recibidas de mal talante por quienes -ubicándose en el terreno preelectoral de manera prematura- temen que el gobierno aprista haga del clientelismo un arma política. Por eso declaran el fin de la sensatez en el manejo económico demostrada en la primera mitad del régimen.
EL FANTASMA VIENE DEL SIGLO PASADO
Los populismos latinoamericanos son el fantasma que se agita dentro y fuera de América Latina como causa o amenaza de todos los males presentes y futuros. Populismos en plural, que sin definición exacta sirven para expresar un fenómeno heterogéneo que puede ser de derecha –Uribe– o de izquierda –Evo, Castro o López Obrador.
El populismo se resiste a las definiciones. Bonilla y Páez, dos estudiosos del tema, lo han caracterizado como "una vieja tradición política que interpela al pueblo, que rompe con los convencionalismos del establishment, que tiene la habilidad de usar múltiples ideologías, que eventualmente moviliza a las masas, y que generalmente se organiza detrás del carisma de un caudillo".
Surgido en América Latina el populismo como calificativo fue aplicado a Haya de la Torre en Perú, a Vargas en Brasil, a Perón en Argentina, a Ibáñez en Chile, a Lázaro Cárdenas en México, a Rómulo Betancourt en Venezuela, a Velasco Ibarra en Ecuador, a Gaitán en Colombia y a Víctor Paz Estenssoro en Bolivia. Vargas en Brasil y Perón en Argentina fueron autoritarios.
Lejanos están los tiempos de estos líderes. El nuevo siglo con su globalización no es el mejor marco para los populismos. Hoy la democracia, la construcción de la nación, el ejercicio de la política, las apelaciones al pueblo y a los excluidos ya no pueden darse fuera de las presiones internacionales.
Siguen existiendo masas de proletarios y empleados, artesanos, pequeños comerciantes, maestros, profesionales. También existen crisis de representación política pero las acciones aisladas a favor del pueblo ya no pueden configurar populismos. Los gobiernos respetan el sufragio universal, la conquista progresiva del estado del bienestar y la transformación correspondiente del estado liberal y la economía liberal en un Estado Democrático y Social de Derecho y en una Economía Social de Mercado.
Los derechos civiles, políticos, económicos y sociales– anclados en una institucionalidad sólida, construyen una ciudadanía integral dejando atrás clientelismos y artilugios que permitan conquistar el voto fácilmente, desdeñando la capacidad del pueblo de definir sus destinos.
LOS POPULISMOS NO TIENEN VIABILIDAD POLÍTICA
Resultan incompatibles con el fortalecimiento de la institucionalidad económica y jurídica que requieren los mercados eficientes. El fantasma del "ciclo populista": un primer año de expansión fiscal para generar mayor poder adquisitivo; un segundo año en que se paga la cuenta en términos de inflación y déficit fiscal; un tercer año con crisis económica transformada en crisis social a través de movilizaciones, y un cuarto año de abierta crisis política ya no es posible en nuestros países.
Menos aún en el Perú, ahora que el optimismo presidencial frente a la crisis ha sido respaldado por el mismo Banco Mundial al considerar que es el único país en el continente que no sufrirá sus efectos de modo severo. Alan García tiene muy en claro que su manejo de la crisis deberá poner por delante la institucionalidad política y económica formal tratando de adaptarse e integrar a los nuevos actores sociales y de generar nuevas reglas del juego más inclusivas y eficientes.