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EL DÍA QUE APAGARON LAS LUCES

La Hora de la Tierra
La tierra agoniza, muere lentamente por el descuido del ser humano, la estamos perdiendo y hacemos poco o nada por salvarla. Hoy tenemos una oportunidad de comprometernos con ella. Generacción se suma a La Hora de la Tierra, prometiendo apagar sus luces este 28 de marzo para iluminar un futuro mejor.
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EL DÍA QUE APAGARON LAS LUCES

La noche se prolongó en todo su esplendor, fueron 60 minutos, pero parecía la eternidad representada en un inmenso mar negro, como si la creación hubiera desaparecido; el silencio se antepuso a la oscuridad, el temor se infiltró en el pensamiento de todos. ¿Y, si esto que sabemos momentáneo se eternizara?, ¿si esta certeza de un futuro con claridad fuera una incógnita?, ¿si esta eventualidad fuera la norma, qué sería de nosotros?

 

Fueron 60 minutos de respiración para un planeta constantemente ahogado en la contaminación, un lapsus de solidaridad para contrarrestar la persistente tortura con la que hemos azotado durante toda su vida a la tierra. Fue la primera vez que se realizo la Hora del Planeta, organizada por el Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wildlife Fund (WWF) el 28 de marzo del 2007 en Australia, y casi nos morimos del susto.

 

Este año, el Perú participará por primera vez de este compromiso, sumándose a México, Chile, Bolivia, Paraguay, Argentina y Ecuador que son las naciones latinoamericanas participantes. Pero no podemos hablar de este noble gesto, sin mencionar el vergonzoso accionar que lo produjo, esta hora de penumbra es el precio que pagamos por el derroche de luz.

 

 

ESE VERGONZOSO SILENCIO COMO ACCIÓN

 

Todo comenzó hace cien mil años, con aquello que consideramos un triunfo para nuestra especie y que sin embargo ahora nos amenaza. El descubrimiento de una fuente de energía: el fuego, no solo dio origen a la civilización, también se convirtió en su arma letal. "Cuando descubrimos el fuego, dejamos nuestro estado animal e iniciamos la demolición de la tierra", señala  el científico James Lovelock.

 

Lo lamentable es que el problema de la contaminación no es un hecho reciente, es una denuncia que tiene décadas de gritos silenciados. Basta recordar el libro Primavera Silenciosa publicado por la bióloga Rachel Carson en 1962, el cual advierte de los peligros causados por el uso del DDT, insecticida ampliamente usado en el siglo XX.

 

El DDT fue utilizado con la finalidad de acabar con una invasión de escarabajos, se pulverizó en las tierras iniciándose un proceso de fatales consecuencias. Los escarabajos medio muertos atrajeron a los pájaros insectívoros, la lluvia arrastró los componentes químicos, afectando a las lombrices y contaminando los charcos donde bebían diferentes aves.

 

Ardillas, ratas, conejos, zorras y tigrillos fueron los siguientes en morir. Los pájaros que sobrevivieron quedaron estériles. Asimismo, el DDT impidió que la cáscara de los huevos de las aves se endureciera, rompiéndose antes de su ciclo natural. Los gatos desaparecieron. Esto que parece un relato ficticio sucedió en el pueblo de Sheldon, Estados Unidos, durante la cruzada que se llevó a cabo para exterminar al escarabajo japonés entre 1954 y 1961.

 

La respuesta de la sabia comunidad científica y políticos de la época ante la denuncia de Carson fue memorable: "Silencio Rachel". Asimismo, instituciones oficiales y empresas vinculadas al sector de pesticidas acusaron a Rachel Carson de comunista y alarmista. A pesar de todos los inconvenientes, Primavera Silenciosa tuvo una enorme influencia mundial, siendo el pilar del movimiento ecológico.

 

Tiempo después en 1969, el científico británico James Lovelock, publicó su teoría de la Gaia, la cual concibe al planeta tierra como una entidad viva, que se autorregula para crear un ambiente más hospitalario a las especies que lo habitan. Sin embargo, la intervención letal del hombre está afectando su autorregulación. Esta teoría fue tomada con escepticismo, no obstante, en el año 2001 la declaración de Ámsterdam reconoció a la tierra como entidad autorregulable, dándole la razón tardíamente a Lovelock.

 

El último grito desesperado de Lovelock ha sido su petición de concientizarnos del peligro que afronta la tierra, mencionando que "aunque detengamos bruscamente todos los medios contaminantes que hemos creado y generado, será necesario en el mejor de los casos mil años para que nuestro enfermo planeta se recupere".

 

Otra alerta fue lanzada en 1988, por el científico Jim Hansen, quien señaló en el Congreso de los Estados Unidos que: "la tierra está más caliente que en ningún otro momento desde que existen registros". Esta nefasta noticia quedó relegada al olvido y solo encontró apoyo en pocos políticos, entre ellos Al Gore.

 

Al Gore, político estadounidense involucrado con los temas de conservación del medio ambiental, señala en su documental Una verdad incómoda, la poca o casi nula responsabilidad de los políticos: "Hay buenas personas que se dedican a la política… pero se niegan a enfrentar este asunto, porque si lo admitieran y lo reconocieran, no podrían evitar la obligación moral de intentar realizar cambios importantes".

 

¿QUÉ GENERA EL CALENTAMIENTO GLOBAL?

 

La sobrepoblación es uno de los principales factores de nuestro malestar. Al haber más personas, demandamos más alimentos y por lo tanto requerimos de técnicas de cultivos más eficaces y mayor uso de químicos para cuidar la cosecha.

 

Además, conforme aumenta la población se acrecienta el tamaño de las ciudades, depredando áreas verdes las cuales son indispensables para el equilibrio ambiental. Igualmente, suplantando los bosques naturales con plantas de alimentos de primera necesidad desequilibramos el ecosistema.

 

Otro agente perjudicial es la gran demanda de energía; al utilizarla creamos agentes contaminantes como el dióxido de carbono (CO2), gas metano (CH4), óxido nitroso (N2O) y gases industriales como hidrofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) entre otros, los cuales forman una gruesa capa de gases en la atmósfera impidiendo que los rayos solares salgan de la tierra, causando efecto invernadero y generando el calentamiento global.

 

Y el uso de tecnología demanda mayor consumo de energía, que solo puede ser obtenida por medio de extracción de recursos naturales, ya sea carbón, gas natural, petróleo y en el mejor de los casos molinos de vientos (aunque construir esto demanda hacer enormes bases de cemento). Es decir, por donde lo veamos, el ser civilizados nos ha convertido en un depredador de la naturaleza, en un despiadado asesino del planeta.

 

NEFASTAS CONSECUENCIAS

 

Debido a la gran contaminación, producto del indiscriminado uso de agentes contaminantes, se está produciendo el calentamiento global. Al calentarse el planeta se derriten los nevados y glaciares, aumentado el nivel del mar y variando todo el ecosistema del planeta.

 

En los últimos 20 años hemos tenido los 10 años más calurosos que se hayan registrado. Por primera vez en la historia de la humanidad, en el 2003 una ola de calor causó más de 35 mil víctimas en Europa, mientras que India alcanzó temperaturas mayores a los 50° centígrados.

 

El aumento del nivel de los mares, debido al derretimiento de los glaciares está poniendo en peligro a ciudades costeras como Hong Kong, Los Ángeles, Río de Janeiro, Buenos Aires, entre otras. La mitad de Bangladesh, que ya sufre por el bajo nivel de su territorio, quedaría inundada permanentemente.

 

El calentamiento global ha ocasionado el aumento de las temperaturas de las aguas, lo cual genera huracanes, tornados y tifones; así como inundaciones en algunos lugares, mientras que otros sufren de sequia.

 

La vertiginosa y nefasta extinción de las especies naturales se está dando a un ritmo que es un 1000 por 100 más rápido de lo normal, creando un desequilibrio en la cadena alimenticia de diversas especies.

 

Otro efecto del calentamiento global es el aumento de las enfermedades respiratorias, cardiovasculares e infecciosas causadas por el aire contaminado, los mosquitos y las plagas tropicales. Además de la deshidratación debido al aumento de calor.

 

Pero ahí no termina todo: las altas temperaturas generarán un aumento de la demanda del agua potable causando desabastecimiento. El futuro es poco alentador, aunque intentemos revertir el daño, no podremos evitar las consecuencias que nos esperan.

 

 ¿QUÉ HACEMOS PARA SALVAR EL PLANETA?

 

Las medidas adoptadas por los dirigentes mundiales han sido tardías e incluso se podrían catalogar de indulgentes y suaves.

 

En 1997 se firma el Protocolo de Kioto sobre el cambio climático, acuerdo internacional que tiene por objetivo reducir las emisiones de seis gases provocadores del calentamiento global.

 

Dicho acuerdo lo suscribieron los principales países industrializados y contaminantes, entre ellos Rusia, Japón y la Unión Europa. Sin embargo, Australia y el país que más contamina nuestro planeta, Estados Unidos, se negaron a ratificarlo.

 

El Tratado de Kioto fue sido confirmado por 163 países. Este acuerdo se impone para 39 países que se consideran desarrollados (no afecta a los países en vías de desarrollo como Brasil, India o China), a pesar de ser naciones contaminantes.

 

Pero como personas podemos hacer mucho por el planeta, todo depende de pequeñas elecciones, como por ejemplo: usar lo menos posible el auto de manera individual, realizar la separación de basuras y reciclarlas, disminuir el uso de electrodomésticos, minimizar el uso de compuestos químicos como antibióticos, fertilizante y aerosoles, desplazarnos a pie o en bicicleta y ahorrar escrupulosamente el agua.

 

"APAGA LA LUZ, ILUMINA EL FUTURO"

 

¿Quiénes y por qué apagan la luz? Apagamos las luces todos los que tengamos responsabilidad con nuestro planeta, todos los que deseamos un futuro menos desalentador del que nos espera.

 

Hace dos años en Sídney, Australia, y por iniciativa de la WWF, nació La Hora de la Tierra

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