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AYUDANDO BAJO LA SOMBRA

Ángeles Anónimos
Cual seres alados que cayeron del cielo para socorrer a quienes lo necesitan, los miembros de Ángeles Anónimos, cuyo nombre revela parte del desprendimiento que tienen para con los demás, esperan sumar más beneficiarios a su lista. Karina, Yasminne, Marlene y Pedro nos cuentan su experiencia junto a tres ángeles de carne y hueso...
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AYUDANDO BAJO LA SOMBRA

"Todo comienzo es difícil y hay que tocar muchas puertas", fue lo primero que nos dijeron al unísono los tres fundadores de Ángeles Anónimos ante una de nuestras primeras interrogantes; pero a pesar de lo difícil que resultó el camino que les tocó recorrer, apreciar de cerca los frutos de un trabajo que empezaron hace dos años atrás confirman aquella frase que un equipo de futbol hiciera famosa: ¡Sí se puede!

 

Y es que ver ese giro de 360 grados que cuatro personas que un tiempo atrás, antes de llegar a esta institución, estaban convencidas de que sus dificultades físicas los hacían diferentes a quienes gozamos de nuestras facultades al ciento por ciento, es la mejor recompensa que personas como María Elena Lanatta, Jorge Schabauer y Adriana Pueyo, pueden recibir.

 

 

LA GRANDEZA DE KARINA

 

Aunque su tamaño, sea lo primero que llame la atención de quien la vea por las calles, escucharla y ser testigos de la grandeza de su corazón, son suficientes para entender que a sus 27 años, Karina Madelaine Pérez, quien padece de enanismo, encontró en Ángeles Anónimos, lo que ni su propia familia supo brindarle.

 

"Desde niña tuve mucho temor para salir de casa porque sentía que las personas me miraban con mucho desprecio. Cuando fui a la secundaria eso se fue acentuando porque cuando iba al colegio, los vecinos y gente que me veía, se burlaban de mí por mi estatura. Hasta en mi propia casa mis hermanos lo hacían, cosa que me dolía mucho, porque sentía que nadie me quería", nos cuenta.

 

Como cualquier adolescente que aspira a dar el siguiente paso al terminar la secundaria, Karina se propuso ser abogada, pero contrario a lo que una chica de 16 años desea escuchar de sus padres, un nuevo revés la aterrizó a su "cruda" realidad.

 

 

"Cuando terminé el colegio quería era estudiar derecho, así que le pedí a mi padre que me ayudara para ingresar a una universidad, pero él me dijo que de ninguna manera me ayudaría porque pagarme los estudios sería un gasto inútil porque por mi tamaño nadie me iba a contratar. Eso fue muy triste para mí", nos dice.

 

Felizmente, hoy las cosas han cambiado para ella. Gracias a uno de sus tíos –quien trabaja en Ángeles Anónimos– se enteró de la ayuda que María Elena, Jorge y Adriana ofrecían a personas con problemas físicos. Se contactó con ellos y desde ese entonces su vida ha encontrado un nuevo sentido.

 

Aunque al principio sentía mucho miedo y no podía relacionarse con sus compañeros, las cosas para Karina ahora son distintas, no solo porque ahora se siente parte de una familia que siempre quiso tener sino porque maneja casi a la perfección cada una de las herramientas que utilizan para elaborar las joyas en plata que en la institución ha aprendido a fabricar.

 

Gracias al oficio que está aprendiendo, dentro de poco, sustentará sus gastos y hasta podrá dormir en un cuarto sola, y no le dirá nunca más a su hermano de 20 años que cierre los ojos para que pueda cambiarse de ropa. "Poco a poco me han hecho sentir como en una familia, se preocupan mucho por mí, y me están enseñando un oficio que el día de mañana voy a poder ejercer junto a ellos", afirma Karina.

 

LA MAGIA DE UNA VOZ INTERIOR

 

No escucha ni habla, pero su voz interior es suficiente para entender lo que ella siente. Se llama Yasminne Sánchez Acostupa y a sus 28 años ha sentido de cerca lo difícil que es desenvolverse en una sociedad que no se cansa de demostrar que no está preparada para convivir con personas con habilidades diferentes, tarea bastante sencilla si tratamos de ponernos en los zapatos del otro tan solo por unos instantes.

 

A diferencia de lo que sucedió con Karina, sus padres nunca le negaron el apoyo, sobre todo porque sus dos únicos hermanos (Joe y Martha) también tienen la misma limitación. Convertida en mamá de un pequeño de seis años, su actual preocupación gira en torno al futuro que le espera a Christofher.

 

Por ello, no dudó en acudir a las instalaciones de Ángeles Anónimos para solicitar ayuda. Ahí, al igual que sus compañeros, Yasminne está siendo adiestrada en la confección de joyas de plata. Anillos, aretes, collares y pulseras vienen son parte de sus creaciones.

 

"Ahora que estoy aprendiendo a hacer aretes me siento ocupada, mi cabeza está tranquila aunque mi situación económica es muy necesaria, espero hacer muchos aretes para ganar platita muy pronto", es la principal idea que nos transmite a través de la escritura, esa que aprendió cuando era chica y estudiaba en un colegio especial para sordos en Los Olivos.

 

CORAZÓN VALIENTE

 

Con tan solo 22 años, Marlene Goycochea, tuvo que reemplazar las fiestas y los paseos por calles y parques por constantes visitas a médicos debido a que su corazón comenzó a jugarle una mala pasada. Una malformación congénita del ventrículo izquierdo, no detectada a tiempo, le cambió la vida por completo.

 

"Cuando tenía 14 años empecé a tener palpitaciones y agitaciones inusuales en el corazón, pero no les prestamos interés y nunca visité al médico para que me hiciera análisis alguno. A los 18 comencé a padecer de fuertes dolores de cabeza a los que tampoco presté atención, pero a los 22 años después de casarme, salí embarazada y perdí a mi primer hijo. Fue en ese entonces que me informaron que tenía un problema cardiaco congénito", manifiesta.

 

Reponiéndose al dolor de perder a su primer hijo, salió embarazada nuevamente gracias a un tratamiento, pero la preclampsia (hipertensión arterial causada por el embarazo) se haría presente y tuvo que ser sometida de emergencia a una cesárea con apenas siete meses de gestación.

 

"Mi hijo nació totalmente sanito, pero yo quedé mal, así que posteriormente me hicieron una operación a corazón abierto para colocarme dos bypass", nos dice tras señalar que un nuevo golpe la marcaría: no podría volver a tener hijos y con ello su vida cambió radicalmente, aunque ahora, con 52 años a cuestas, la vida de esta secretaria trujillana, ha dado un cambio total.

 

"De ser una persona activa, debí volverme absolutamente inactiva para cuidar mi salud, y desde ese entonces siempre me sentí inútil, hasta que encontré a Ángeles Anónimos. Aquí me han dado la oportunidad de volver a sentirme útil y con un futuro diferente. Me ayudaron a olvidarme de esos primeros golpes que me dio la vida y como he encontrado personas con problemas más graves que los míos, nos apoyamos entre todos", refiere.

 

UN ÁNGEL PROFESOR

 

Aunque la idea en Ángeles Anónimos es adiestrar a personas con habilidades diferentes en la elaboración de joyas de plata, hay quienes a pesar de la polio y de la malformación ósea que padecen, han entendido que muy a pesar de sus limitaciones físicas, tienen mucho que enseñar.

 

Es el caso de Pedro Villena Reyna, quien a sus 47 años, es el encargado de dictar el curso de bisutería en Ángeles Anónimos. Pero no solo brinda consejos para que sus alumnos perfeccionen su técnica, sino que su propia experiencia se ha convertido en una lección de vida para quienes tienen contacto con él.

 

Con apenas un año de edad, quedó huérfano de padre y a los 17 perdió a su mamá. Fue criado por sus abuelos paternos (Fabio Villa y Basilia Huamán) en Chiclín, una zona azucarera de Trujillo, pero tuvo una infancia complicada porque sus pies se le doblaban y no podía caminar bien.

 

A los 14 años después de que lo operaran en Cartavio, se vino a vivir al Callao con sus abuelos maternos para cursar el tercer año de secundaria. Terminó el colegio y reponiéndose a los problemas, ahora hace lo que más le gusta: enseñar y compartir lo que aprendió durante 20 años.

 

"Me fue difícil aprender porque me gritaban mucho, cosa que no hago con mis alumnos, a quienes les enseño con amor y entrega. Mi vida ha cambiado mucho y sigue cambiando, sobre todo después de estudiar joyería en Ángeles Anónimos. Ahora enseño el curso de bisutería que dura dos meses. Sé que es Dios quien mueve a los corazones de estas personas y ruego a él que haya más personas como ellos que ayuden a más personas como yo", indica.

Cuatro historias escritas al parecer por el mismo guionista, pero que gracias a ese capricho del destino que algunas veces nos negamos a aceptar, hoy tienen un final más que feliz, no solo porque inyectaron sus vidas de optimismo, sino porque ahora son unos convencidos de que siempre hay una luz al final del túnel... Un túnel que al otro extremo les dice "Bienvenidos a Ángeles Anónimos"...

Ángeles de carne y hueso
"LOS DISCAPACITADOS SON LOS QUE MENOS APOYO RECIBEN"

Aunque ellos prefieran permanecer en el anonimato, resultaría injusto no saber quienes están detrás de tan noble labor. Gener@cción conversó con María Elena Lanatta, Jorge Schabauer y Adriana Pueyo, quienes nos contaron acerca de la labor que realizan en Ángeles Anónimos.

 

Dos años después de haber creado Ángeles Anónimos, ¿cuál es la principal lección que han aprendido?

A tener paciencia y esperanza.  Todo comienzo es difícil y hay que tocar muchas puertas,  no es fácil conseguir ayuda aunque uno haga las cosas con la mejor voluntad, hay trabas en todas partes.

 

Muchos se preguntarán ¿por qué habiendo tantos niños abandonados, deciden apoyar a discapacitados?

Consideramos que los discapacitados son uno de los segmentos de la sociedad que menos apoyo reciben. Siempre vas a encontrar instituciones que ayuden a niños, a madres solteras y ancianos, pero a discapacitados muy poco.  Tanto la sociedad como las mismas familias, en muchos casos, tratamos de esconder que entre nosotros hay personas con habilidades diferentes.

 

¿A cuántas personas están ayudando?, ¿cómo llegan a Ángeles Anónimos?

Hemos optado por un grupo pequeño porque los ingresos que tenemos son pocos para poder mantener un grupo más grande como con el que estuvimos trabajando todo el año pasado. Normalmente nos enteramos de los casos por Conadis y en otros casos llegan a nosotros por recomendación de los mismos alumnos.

 

Cada uno de ellos tiene una historia marcada por malas experiencias, ¿cuál es el trabajo inicial que realizan con ellos antes de insertarlos al mundo laboral?

Nosotros les brindamos clases de joyería para que con eso tengan un oficio con el cual ganarse la vida, pero también nos preocupamos en hacerlos sentir bien personalmente porque muchos de ellos llegan con la autoestima baja. Tenemos mucho por hacer en ese sentido, por eso uno de los planes para el futuro es tener un departamento de ayuda psicológica para poder ayudarlos en ese aspecto.

 

¿Qué resultados han obtenido con las joyas de plata?, ¿continúan colocándolas en otros países?Inicialmente comenzamos exportando a Estados Unidos, porque ahí tenemos un cliente que aboga por el ‘comercio justo’ y nos ayuda mucho pero. Lamentablemente, la crisis golpeó a todos y los pedidos del exterior han bajado enormemente.  A la fecha tenemos que ayudarnos organizando exhibiciones ventas en diferentes lugares (instituciones y casas particulares) en Lima.

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