Durante la lectura de la sentencia, que se inició a las 09:06 de la mañana del martes 7 y se prolongó hasta pasado el mediodía, el acusado Fujimori no sonrió una sola vez, como en otras audiencias en que se dejaba ver distendido y con la sonrisa torcida presta a emerger para saludar a sus hijos y a sus seguidores que lo contemplaban detrás del vidrio. Esta vez no.
Empleó las horas de la lectura de la sentencia en hacer (o fingir que hacía) anotaciones jeroglíficas en un cuaderno que mantuvo abierto todo el rato, quizás para no revelar la incomodidad y zozobra que sentía en esos instantes decisivos.
Solo levantó los ojos al final, para escuchar el veredicto de
Fotógrafos y reporteros nacionales y extranjeros, que llegaron en gran número armados con sus cámaras, grabadoras, micrófonos, lapiceros y libretas, permanecían detrás de Fujimori, a ambos lados, separados por el vidrio, como un pelotón de fusilamiento listo para ejecutar.
Mientras tanto, su primogénita Keiko parecía a punto de romper en llanto. Kenyi miraba y oía todo con sus ojos adormecidos como si no entendiera nada. Quizás en realidad no entendía nada. Los demás, Raffo, Cuculiza, Moyano y el resto que se atrevió a acompañar a su líder en este momento postrero, simplemente no podían creerlo. El rostro acorazado de su abogado Nakazaki expresaba el mismo gesto atónito.
Por su parte, los deudos de las víctimas de Barrios Altos y
¿EN QUÉ ESTABAS PENSANDO?
Cuando todos estábamos resignados a conocer el veredicto de
Nadie pudo saber qué pasó por la cabeza de Fujimori en ese segundo. Quizás recordara aquel día, hace ya 17 años, cuando un 05 de abril de 1992 apareciera en televisión pasadas las diez de la noche para anunciar su decisión de disolver el Congreso, mientras tanques y soldados tomaban posiciones en las calles para repeler cualquier intento de libertad.
Quizás retrocediera todavía más y sus pensamientos retornaran a aquel 28 de julio de 1990, cuando, con menos arrugas y canas y con la mirada menos turbia, se enfundara la banda presidencial preguntándose qué haría con un país desangrado por el terrorismo y sumido en la mayor crisis económica de su historia.
Quizás maldijera el instante en que decidió abandonar su querido Japón y volar inopinadamente hacia Chile, solo para ser detenido el 6 de noviembre del 2005. O recordara con amargura y cierta nostalgia el momento de su regreso al Perú tras siete años, ese 22 de septiembre del 2007, día en que fuera recluido en las instalaciones de
O quizás se le vinieran a la memoria sus épocas de gloria, cuando, junto a su ex asesor Vladimiro Montesinos, con un Congreso lleno de tránsfugas, un Poder Judicial putrefacto, unas Fuerzas Armadas genuflexas y buena parte del periodismo alquilado, ató y desató por 10 años en un país al que probablemente jamás llegó a entender, pero que sí supo manipular y encantar con una media sonrisa burlona que fue su marca de fábrica. Nadie logrará saber qué pasó por la cabeza de Fujimori en ese instante. Lo cierto es que no sonrió.
¿DE QUÉ SE LE ACUSÓ A FUJIMORI?
En primer lugar, a Fujimori se le sentenció por la matanza de Barrios Altos del 3 de noviembre de 1991, cuando el grupo Colina ingresara en una quinta ubicada en el 840 del jirón Huanta, a solo unas cuadras de Palacio de Gobierno, y asesinara a 14 adultos y un niño de ocho años.
En segundo lugar, por el crimen de
El tercer caso es el secuestro del periodista Gustavo Gorriti, a quien la madrugada del 6 de abril de 1992, horas después de que Fujimori anunciara el cierre del Congreso, militares fuertemente armados sacaron de su casa y condujeron, en una camioneta de lunas polarizadas, a los sótanos del SIE, en el cuartel general del Ejército, donde lo recluyeron.
El cuarto caso es el del empresario Samuel Dyer Ampudia, quien fuera detenido por miembros de
Estos son los delitos por los que a Fujimori se le ha sentenciado a 25 años de pena privativa de la libertad. Veinticinco muertes y dos secuestros. ¿Ameritan una estancia tan larga en la prisión?
LA DEFENSA
A lo largo de estos 15 meses y tras 160 audiencias, la defensa de Alberto Fujimori, comandada por César Nakazaki, pero también ejercida por sus asistentes cuando aquél se encontraba demasiado exhausto luego de patrocinar a la conductora de televisión Magaly Medina, intentó desbaratar las acusaciones esgrimiendo que no había pruebas que demostraran que el ex presidente hubiera ordenado los asesinatos de Barrios Altos y
Subrayó que Fujimori no tenía mando ni comando sobre las Fuerzas Armadas ni le estaba dado planear ni ordenar operaciones militares. Para demostrarlo, argüía que la política antisubversiva de Fujimori se plasmó en la directiva oficial 03 del 12 de noviembre de 1991, que consistió en combatir a los terroristas con las armas de la legalidad, y que si se produjeron las muertes de Barrios Altos y
En el último día de su alegato final, Nakazaki concluyó que no se había podido probar ni uno solo de los delitos atribuidos a Fujimori, quien jamás se enteró de los crímenes del grupo Colina ni de la propia existencia de dicho destacamento sino hasta que la prensa diera a conocer su accionar. Recalcó que una política de guerra sucia habría sido contraria a su estrategia de pacificación.
ALEGATO DE FUJIMORI
Durante el segundo día de auto defensa, el viernes 3 de abril Fujimori afirmó que le dolían "en el alma" las matanzas de Barrios Altos y
Agregó además que los argumentos de
"Estoy sentado aquí por mi política de pacificación", llegó a decir, simulando una indignación que cualquier desprevenido habría tomado por genuina. Habría sido acertado que su abogado Nakazaki, con la misma diligencia con que le llenaba el vaso de agua, le hubiera comunicado que no estaba sentado ahí por su política de pacificación, sino por el asesinato de 25 personas y el secuestro de otras dos durante su gobierno.
Añadió: "Yo soy un hombre pragmático que aplicó una política de pacificación exitosa. Barrios Altos y
Los analistas señalan que el alegato final del 3 de abril no fue sino un concierto de manotazos de ahogado de un reo que se sabía culpable y se sentía condenado, al punto que se dio tiempo para entregarles la posta a sus hijos Keiko y Kenyi en medio de una defensa que adoptó ribetes de discurso político.
FISCALÍA Y PARTE CIVIL
Por su parte,
Pero también en provincias, valiéndose para este fin del lamentablemente famoso grupo Colina, al que daba órdenes a través de Vladimiro Montesinos, jefe real del SIN, y al que incluso felicitó en 1991 por intermedio del comandante general de las Fuerzas Armadas, Nicolás Hermoza Ríos.
La parte civil, representada por los abogados Ronald Gamarra, Gloria Cano y Carlos Rivera, afirmó que Fujimori, en su condición de jefe supremo de las Fuerzas Armadas, ejerció un poder real sobre las mismas y ejecutó una doble estrategia antisubversiva: Una legal y abierta y otra ilegal y clandestina, y que es por esta y no por la primera por la que se le debía condenar.
Las pruebas que presentaron ambas partes comprendieron cientos de archivos y unas cuantas decenas de testimonios que señalaban que Fujimori, primero, intentó ocultar las matanzas de Barrios y
SENTENCIA Y VEREDICTO
El tribunal presidido por el presidente de
Cabe resaltar que dicha teoría fue aplicada para sentenciar al líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán Reynoso, quien tampoco disparó jamás un tiro ni estuvo presente nunca en el campo de batalla, pero que fue el autor mediato de decenas de miles de muertes.
Una vez que se conoció el veredicto, el fiscal San Martín permitió a Fujimori acercarse a su abogado. Nakazaki y su defendido intercambiaron unas breves palabras. Acto seguido, el sentenciado impugnó recurso de nulidad. El fiscal supremo, César Peláez manifestó estar de acuerdo con el veredicto. San Martín dio por concluido el juicio.
ECOS
Apenas se enteraron del veredicto, los fujimoristas apostados en los alrededores de
A su salida, una vez finalizada la lectura de sentencia, Keiko Fujimori, rodeada por su séquito naranja, declaró brevemente a los periodistas nacionales y extranjeros. "El fujimorismo no se va a quedar de brazos cruzados", dijo, con la voz trémula por la indignación, agitando el índice regordete. "¡Los fujimoristas no vamos a parar hasta ver libre a Alberto Fujimori! ¡Vamos a someternos al tribunal del pueblo, no a este tribunal lleno de odios y venganzas!", manifestó.
Cabe resaltar que, aunque a los fujimoristas los ampara el derecho de salir a las calles a manifestarse de manera pacífica, carecen del poder para variar un fallo judicial legítimo, más allá de que lo consideren justo o injusto. La mayoría no manda en esta instancia. La democracia, felizmente, no alcanza al Poder Judicial. Eso funciona en las elecciones.
Por su parte, los grupos de activistas de derechos humanos lanzaron gritos de júbilo y expresaron su satisfacción por la condena, pues consideran que finalmente se ha hecho justicia. Los deudos de las víctimas de Barrios Altos y
Hay que dejar en claro también que este es un tema aparte. Si los muertos eran o no miembros de esa agrupación terrorista, es algo que quizás nunca llegue a saberse fehacientemente. No olvidemos que, en esos años terribles, universidades nacionales como San Marcos,