SOMOS UN PAÍS MAL ADMINISTRADO

Ante esa situación resulta imperativo desarrollar el pensamiento estratégico, que tenga como visión y misión, determinar el perfil del país en el que queremos vivir, así como definir las grandes tareas que ayuden a consolidar los objetivos nacionales tales como la eliminación de la pobreza, la exclusión social, la eliminación de la corrupción y el desempleo.

A fin de desarrollar el pensamiento estratégico, grandes autores como M. Porter, Prahalad, Hamel, Mintzberg, entre otros, nos dan lecciones a través de las cuales nos muestran la forma de afrontar estos desafíos. Nos muestran que en ese derrotero debemos definir los recursos y capacidades con que cuenta nuestro país.

Entre estos destacan nuestros recursos naturales que se encuentran distribuidos en nuestro vasto mar, la estoica serranía que encierra ingentes tesoros minerales, la alegre franja costera cuyos valles esperan proyectos agroindustriales e industriales; y la misteriosa selva que guarda en su seno la  mega biodiversidad de sus hermosos bosques.

Como recurso, también disponemos del rico legado histórico que nos han transmitido nuestros ancestros, los antiguos peruanos. Y a pesar del infortunio, de las vicisitudes que le toca enfrentar, podemos decir sin temor a equivocarnos, que el peruano de a pie resulta ser un gran recurso en nuestro país, pues se caracteriza por sus nobles y grandes sueños, gran creatividad, ímpetu al intentar salir adelante junto a  los suyos… Después de  inventariar los recursos con que cuenta nuestro país, ya no podemos decir que somos un país pobre. ¡No!, lo que debemos manifestar es que somos un país mal administrado.

Para escapar de la trampa de la mala administración, debemos identificar cuáles son las actividades primarias, debiendo definir nuestro "core competente", vale decir nuestras habilidades esenciales. Es menester por eso que siempre estemos en la  dinámica constante de identificarlas y así consolidarlas. De modo que las actividades primarias sean parte de una cadena o malla de valor, que debe tener como objetivo generar una ventaja competitiva, que debe ser  sostenible y, por ende, permanente a fin de consolidar el liderazgo más allá de nuestras fronteras. No está demás decir que las habilidades esenciales deben ser difíciles de imitar, para lo cual debemos innovar en forma permanente.

El escenario que hoy nos toca vivir tiene como característica fundamental los cambios constantes, al igual que los  altos desarrollos tecnológicos. Para esto, el desarrollo del pensamiento estratégico debe ser una actividad continua y de muy alta prioridad, de manera tal que los programas de largo plazo, sustentados por análisis de prospectiva, deben ser de uso continuo en el desarrollo de las diversas actividades en los ámbitos de las políticas sociales, económicas y tecnológicas. Toda una gran tarea por delante.

Somos, es necesario puntualizar también, un país mal administrado, como consecuencia de la falta de liderazgo y capacidad de gestión de los que manejan la cosa pública, lo que concierne a todos y cada uno de los ciudadanos. Esta carencia, lamentablemente y muy a pesar nuestro, se produce en todos los niveles del gobierno, vale decir el nacional, regional, provincial y distrital. La falta de liderazgo es un mal casi endémico en nuestra patria.