La administración de Barack Obama viene de pasar este miércoles 29 de abril el arbitrario, aunque no por ello menos ya mítico, umbral de los primeros cien días. ¡Sí y más aun!, este afroamericano, quien no solo sorprendió gratamente al mundo al juramentar al cargo de presidente de la primera potencia mundial el invernal 20 de enero, estaría, según el parecer de tirios y troyanos, a través de las políticas que implementa, actos y gestos, marcando con su personal impronta la historia de su país y del mundo.
Obama, se sostiene, es pues un predestinado. Uno de esos hombres que en los momentos críticos que experimentan tarde o temprano las sociedades sin excepción, surge, encarnando la aspiración regeneradora de una sociedad que se rebela ante la adversidad y no acepta como designio ineluctable la decadencia, a fin de conducirla por la senda del genuino cuestionamiento, el replanteamiento mesurado y la construcción de nuevos pilares que garanticen la vida en civilización. En fin, se argumenta que sobran razones.
No aceptando nunca una deriva -siquiera solapada- hacia el mesianismo, creemos que las razones asisten a quienes defienden el estatus singular y excepcional del hecho mayor que representa para la historia la irrupción de un hombre como Barack Obama en las cuestiones de la cosa pública, vale decir la política. Esto, concordamos, no solo por el color de su piel -que sin duda cuenta mucho a la hora de categorizar- sino porque este político se esfuerza por contribuir al reencuentro de la palabra comprometida con los hechos.
Acaso Obama, argumentan, no contribuye a este necesario y saludable reencuentro ordenando el cierre de la ignominiosa prisión de Guantánamo, el inicio de la retirada de las tropas de suelo iraquí y el replanteamiento de la estrategia en Afganistán, donde se admite ahora que es necesario tomar en cuenta, además de la dimensión militar, la social y la política. O, en medio de la terrible crisis, implementando medidas financieras, económicas y sociales que harán más que paliar el sufrimiento social… Sin duda alguna.