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REVISTA

EL COLECCIONISTA DE CRUCES

Más de 190 piezas en exposición
Casi termina mayo y con él se va el sol, viene nuestro invierno, con ese junio tan limeño. Sin embargo, antes de despedirlo descubramos en un rincón miraflorino, una colección de cruces muy particular. Una oportunidad bañada de simpleza que nos brinda un momento cálido de espiritualidad. Sin adornos y atavíos, estas cruces simbolizan ese mensaje sin complicaciones que busca acercar a la raza humana a ella misma.
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EL COLECCIONISTA DE CRUCES

LA ESENCIA DE LA MUESTRA

 

"Cruces y más cruces se ven por todos los caminos del territorio y sobre los cerros totémicos. En el mes dedicado a la Cruz, todos estos signos baten albos lienzos y son adornados con palmas y flores, con esa gracia del arte indio antiguo que aún se conserva en estas ocasiones": José Sabogal.

 

Una experiencia diferente, una mañana de mayo, algo de frío entreverado con un tímido brillo solar que no calienta, un espacio en la ciudad, una habitación de paredes blancas que aguarda la llegada silenciosa de curiosos, simples, entendidos, y es que no hace falta conocer de arte contemporáneo o de historia del arte para apreciar esta exposición, solo se necesita una mirada despierta y un corazón de niño.

 

De niño porque se maravilla frente a lo simple, la niñez tiene esa bondad, no te priva de la minúscula esencia de la vida, más bien te la otorga sin mezquindad. Esta muestra encierra ese misterio, el misterio de la sencillez. "Curiosa Colección de Cruces" es el nombre de la exposición que el Centro Cultural Ricardo Palma ha puesto a disposición de sus visitantes en una muestra conformada por 190 piezas.

 

Las piezas son cruces, variadas, coloridas, efusivas y fabricadas en los materiales más extraños y divertidos, en algunos casos. Pero, qué importancia podría tener una colección de cruces nada estilizadas, nada refinadas, existirá acaso alguna relevancia socio cultural allí.

 

Debe de existir, porque alguien llamado Víctor Vich Rodríguez, consideró necesario compartir su colección personal, que asciende a casi 300 cruces, para conseguir algún efecto, algún resultado. La cruz ha sido el símbolo del ser humano a lo largo de su historia, una figura geométrica que une dos líneas que se cruzan en un ángulo recto de tal forma que una de ellas queda dividida por la mitad.

 

Una definición rápida para una representación que abarca miles de años de espiritualidad y fe. La identidad cristiana que se le dio a la cruz vino con el tiempo, el sacrificio de un Cristo que fue enaltecido y elevado a estratósferas idílicas con el devenir de los relatos convirtieron este símbolo, antes universal, en propiedad del cristianismo.

La palabra cruz proviene del verbo latino "cruciare", que significa torturar, no olvidemos que la muerte en la cruz era considerada el castigo más cruel y humillante en la antigüedad.

 

 

En este contexto de palabras y significados la colección de Víctor Vich encuentra, desde mi punto de vista, más valor. Porque no se aferra a la tradicional imagen de una cruz con un Cristo lastimado y doloroso, sino evoca  la alegría de la vida sobre ese mismo dolor.

 

"Independientemente del significado impresionantemente doloroso de la Cruz de Cristo, ésta tiene para mí dos matices adicionales importantes: En primer lugar, el que la cruz es un signo de victoria de la vida sobre la muerte; y, luego, como signo en mi vida personal y laboral para recordarme -como ejemplo- el saber sobrellevar tantas dificultades que he tenido y tengo para realizar mis objetivos. En la vida, el conseguir algo tiene su cuota de sacrificio", señala el expositor.

 

EL COLECCIONISTA

 

El año que Víctor Vich escogió para comenzar su colección fue 1977, y le tomó 32 años exactamente atesorar estas piezas que ya casi no encuentran lugar en su casa. Fue después de conocer la hermosa colección de cruces que poseía un amigo arquitecto, que esta fascinación apareció. Aquellas eran finas, diseñadas, espectaculares; traídas de muchos países.

 

Sin embargo, él se propuso coleccionar cruces cuyo valor más preciado esté en la persona que se la diera. Es decir, coleccionar recuerdos, memoria a través de esos objetos que con el tiempo tradujeron el lenguaje universal del amor. Por esos años Víctor Vich, catedrático universitario, emprendió otro proyecto, otra osadía también impregnada de simpleza y espiritualidad.

 

Víctor Vich Rodríguez es motivador, término curioso para muchos de nosotros. Es conferencista e investigador sobre temas relacionados con la autoayuda y superación personal, es conocido en Estados Unidos, México, Chile, Venezuela, Bolivia, Ecuador por su trabajo.

 

En el Perú fue pionero en este campo que hoy tiene a figuras mundialmente conocidas como Deepak Chopra, Walter Risso, y el peruano Sergio Bambarén, cuyo libro "El delfín. La historia de un soñador", ha sido traducido a 40 idiomas. Autores y polémicos gurúes que han elevado sus libros a categorías de best sellers. Un éxito que ha cautivado a millones de lectores en el mundo porque el mensaje es claro y único: Elevar la autoestima y recordar que la humanidad puede volver la mirada hacia lo simple. Escritos de forma cotidiana, sin palabras rebuscadas o adefesios literarios, han logrado calar en la psiquis popular.

 

Nuestro coleccionista desarrolló una visión optimista sobre la motivación en el Perú. Hoy cuenta a modo de primicia que él fue el elegido, por el ex Ministerio de la Presidencia, para realizar una serie de conferencias con los familiares de los rehenes del MRTA durante la crisis, que duró 126 días, en la residencia del embajador de Japón en 1996, con el fin de ayudarlos a sobrellevar la depresión que el secuestro de sus seres queridos les producía.

 

Y es que cuanta falta hace en momentos de crisis una palabra de aliento y esperanza. De ese aliento Víctor Vich viene trabajando 45 años, en conferencias, charlas y con sus más de 15 libros publicados.

 

Su último aporte de nivel nacional fue ser el motivador de la selección sub 17 llamada "Los Jotitas", logrando marcar la diferencia, ayudando a conseguir una actitud positiva, alejada del derrotismo habitual e imprimiéndoles espíritu y valor en ellos mismos a través de la famosa frase ¡Sí se puede!, lema de la selección y pauta de un cambio radical en la manera de vernos como peruanos.

 

LA COLECCIÓN

 

Decenas de cruces incrustadas en las blancas paredes de la sala de exposición... se repite y se repite como un coro silencioso esa muerte, ese mensaje escondido en los materiales más diversos. Jabón, cuero, jebes, cánulas de laboratorio, tapas de aceite, conchas de mar, no termina la creatividad, no termina la simpleza que sigue envolviéndome.

 

Acero, alambre, siluetas de un Cristo delicado, cadencioso, un Cristo que se levanta de totora o de soga, una imagen que vale más que mil recuerdos, que importa sensaciones desconocidas y reabre un espacio para la fe, para ese silencio que tal vez, se pueda conectar con algo más.

 

Ese misterio encapsulado en unos metros de pared, en unos metros de cemento salpicado por cruces blancas, negras, rojas, verdes, pardas y brillantes. Brillantes como aquella que las internas del Penal de Mujeres de Santa Mónica regalaron al coleccionista, una cruz que no solo lleva a Jesús, sino a María, su madre, registrándolos en un abrazo difuso y sincero que buscó seguramente traernos, después de tanto tiempo, el dolor de las madres internas en el Penal.

 

De eso está construida la muestra, de recuerdos, de obsequios, de persistencia apasionada de coleccionista empedernido, la cruz más hermosa, cuyo valor artístico es indudable, es un pieza hecha por un talentoso artesano cuzqueño, una cruz grande tallada en acero y metal, que alberga a un Cristo fuerte, hecho de puntas y pedazos de fierro trabajado con destreza, esta única pieza produce una emoción particular, me acerqué a ella, todo lo cerca que es permitido en la galería, y sentí emociones alucinadas, en ese instante lo describí como "respirar a Cristo", no sé por qué anoté esa frase en mi libreta, pero así fue.

 

Una pequeña experiencia empaquetada en fierros e inquietud. Intrigas y evocaciones personales es lo que podría despertar en cada uno esta muestra. Porque el secreto está en imaginar las múltiples manos que están involucradas en el proceso, cada mano es una energía que mueve un poco de universo a la hora de tallar, unir, engarzar, otorgándose el artista en esa energía.
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