LECCIONES DE UNA CRISIS

Dos lecciones, en medio de la mayor crisis política en lo que va de la segunda administración del presidente Alan García Pérez, la indignación que genera la muerte absurda de decenas de compatriotas y el consecuente dolor y luto que todo esto trae consigo, se obtienen a medida que los días pasan y nos alejamos del triste y aciago viernes 5 de junio de 2009. ¡No podía ser de otro modo!, el innecesario sacrificio de decenas de peruanos no puede equivaler -que nadie siquiera lo piense- a un simple detalle en nuestra historia. Por el contrario, debe constituir la oportunidad para reflexionar sobre la forma de construir el país que todos deseamos.

La primera: Las leyes en un país que se desea democrático como el nuestro deben siempre diseñarse tomando en cuenta no solo el interés nacional sino también el de aquellos que -para bien o para mal- se verán afectados por su implementación. Ya que no hay nada -los hechos lo demuestran y el país toma conciencia de esto- que sea más socavador de los cimientos del estado de derecho que una ley cuando esta no es hecha suya por quienes deben validarla. Vale decir, el pueblo o parte gravitante de este. Hace bien, por tanto, al conjunto de nuestro país, que se discuta sobre la metodología de elaboración de los dispositivos legales hoy cuestionados.

La segunda: Habiéndose orientado la producción de nuestra economía, desde hace más de tres lustros, hacia actividades de índole primario -básicamente a las tipo agrícola, forestal y minera extractiva-, en un contexto de creciente toma de conciencia de las implicancias sociales de los problemas medioambientales que su explotación acarrea: Resulta obligado consensuar con aquellos que de alguna u otra forma se ven afectados por los proyectos orientados a explotar, en nombre del país, los recursos naturales que yacen en el rico suelo y subsuelo de este megadiverso escenario natural que es nuestro territorio nacional.

Dos lecciones por el momento se obtienen así a partir de estos hechos que golpearán aun por mucho tiempo, muy a pesar nuestro, todas nuestras conciencias. Dos grandes lecciones que deben ser hechas suyas -más allá de las posiciones ideológicas que unos y otros defiendan en estos momentos en sus respectivas palestras- por todos los componentes de la clase política. Pues el camino que ha escogido nuestro país -guste a algunos grupos o no guste a otros- exige que la clase política en su conjunto incorpore en sus propuestas estas exigencias que provienen de nuestra dinámica realidad. Vale decir, desde las entrañas mismas de nuestra sociedad.