Y con el retroceso político de parte del gobierno con la petición de derogatoria de los decretos 1090 y 1064, los más beneficiados han sido los virulentos humalistas, quienes desde la sombra han sabido astutamente manejar sus timones para voltear hacia la izquierda radical la dirigencia de
Es evidente que Pizango y sus seguidores no han tenido la suficiente independencia para establecer un debate fluido y transparente con el Ejecutivo. Más bien se han dejado manipular por congresistas izquierdosos tildados de nacionalistas, que apuntan a preparar el camino para la elección presidencial de su líder Ollanta Humala.
La ocasión también ha servido para que el ex presidente Alejandro Toledo empiece a tirar barro por todos los flancos del poder y gane protagonismo político; y hasta los populistas, ahora se suman para acusar a un inmolado Yehude Simon que a pesar de todo, ha sido ejemplo de lealtad y excesivo respeto hacia el mandatario Alan García Pérez.
Ya está confirmado que el detonante que encendió la chispa en Bagua, ha sido la ineficacia de un operativo militar en la zona del conflicto dirigido desde el Ministerio del Interior a cargo de Mercedes Cabanillas y con la anuencia del Poder Ejecutivo.
En consecuencia, si el premier ha reconocido su ingenuidad al expresar que confió demasiado en la capacidad de diálogo de los involucrados, y que desconocía "ingenuamente" que muchos políticos quieren el desborde antes que la democracia, lo mismo debería hacer la ministra Cabanillas y admitir que el escenario le quedó demasiado grande.
En esta línea, asilado Pizango y con un presidente que ha ratificado su respaldo al gabinete no hay lugar para culpables; solamente la sensación de que la carrera política de los alfiles del partido aprista: Cabanillas y Simon, está en picada y no pasan del 28 de julio. Por lo menos el segundo ya anunció su despedida.
Como leyeron al comienzo, la pita siempre se rompe por el lado más débil, y hoy, desde las altas esferas del poder se está victimizando a